Incomodidad en Vallecas

Por la escuadra

Circulan imágenes de Joan Laporta tumbado sobre el círculo central del césped del nuevo Camp Nou. El presidente destila la misma euforia con la que, en un paisaje nevado, los niños se dejan caer sobre la nieve imitando la postura del Hombre de Vitruvio, pero con barriga. A Laporta se le ha criticado esta extravagancia como un gesto impropio del presidente de una institución como el Barça.

Respetuosamente, discrepo. Laporta es el responsable de grandes momentos de espontaneidad no protocolaria que funcionan como un álbum alternativo del pasado reciente. Es verdad que, desde la lógica convencional, el optimismo de Laporta no cumple los principios de urbanidad en el palco. Pero, precisamente por eso, los culés lo celebran porque intuyen que, en la situación actual, solo se pueden superar los graves problemas del club si se introduce un factor de insensatez, riesgo y espectáculo a la ecuación de una planificación basada, aparentemente, en una mezcla de improvisación, audacia y temeridad. De la escena del nuevo Camp Nou, lo único que chirría es la presencia de los fotógrafos y la aquiescencia servil de los aduladores.

Con el calendario actual, las titularidades indiscutibles deberían desaparecer

Antes de llegar a Vallecas, el Barça ha pasado una semana marcada por las dudas, no sé si reales o inducidas por los entornos, de Fermín. Es uno de los problemas de acumular jugadores en determinadas posiciones y no haber logrado cambiar ni la mentalidad de los futbolistas ni la de los aficionados. Con el calendario actual, las titularidades indiscutibles deberían desaparecer. Sin embargo, en la práctica, eso aún no es posible porque cada partido jugado computa en otra liga de patrocinadores e intereses que no tienen una relación directa con el juego y que, nos guste o no, no anulan los privilegios y los agravios comparativos. Y también se entiende que determinados jugadores, por muy jóvenes que sean, acepten que todos los sacrificios que han hecho desde pequeños dependan de una rotación controlada por un excel plenipotenciario con ínfulas de algoritmo.

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Hansi Flick, mientras tanto, avisa de que, aunque el césped de Vallecas esté fatal, no valen excusas. Es una consigna que todos asumimos, pero que dinamitamos inmediatamente para transformarla en un debate y, por lo tanto, en excusa encubierta. Eso, antes del partido. Durante el partido, la realidad se impone: el Rayo es un equipo incómodo, orgulloso e indomable. En la alineación, Christensen de titular. ¿Cuántas camisetas se deben vender de este jugador, infravalorado con relación a su rendimiento y sin palmeros que amplifiquen su vida profesional o privada? Tampoco podía faltar la jugada polémica –el penalti sobre Lamine Yamal– que alimentará todos los debates del mundo y volverá a cuestionar el nivel del arbitraje.

Rayo Vallecas Fc Barcelona FUTBOL

Dani Olmo disputa un balón ante el futbolista del Rayo Isi

Dani Duch

Sabemos, porque así lo documenta el relato de grandes futbolistas del pasado, que Vallecas es un campo difícil. Ayer, la huelga de las peñas de animación se acabó con el penalti. Los huelguistas, que se habían conjurado para no animar, descubrieron que en ningún sitio estaba escrito que no pudieran desanimarse o celebrar con euforia el gol del empate. La leyenda de campo difícil se mantiene, ya sea a través de estas excusas a las que, en teoría, no podemos recurrir, ya sea en el balance –un punto– que, más allá del ruido, obliga al Barça a corregir posibles despistes.

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