La salida ya era una trampa para Hamilton, calzando gomas medias, y rodeado de rivales con las uñas afiladas sobre sus neumáticos blandos, con más adherencia: además de Verstappen, Norris, Pérez y Sainz lucían sus gomas de la banda roja, preparados para adelantarlo en el arranque.
Pero salió vivo Lewis de la emboscada: Max se durmió al apagarse los semáforos, salió fatal, y Hamilton se situó primero al llegar a la primera curva. El inglés reaccionó en 0,25 segundos, y el neerlandés en 0,35. Elocuente.
Fin de una época
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Verstappen aducía que había conquistado el vértice antes que Hamilton y que tenía la posición ganada dentro de la pista, por lo que reclamaba que se la devolviera. Y el inglés argumentaba que lo había sacado de pista; una justificación que se acabó imponiendo. Los comisarios de carrera optaron por el “jueguen, aquí no ha pasado nada”. Y así fue como Hamilton empezó a acumular ventaja al frente de la carrera, 2,9 segundos en la vuelta 10.
Entró la carrera en el segundo momento más caliente: Hamilton sufriendo para adelantar a Pérez, el inglés sin querer arriesgarse a quedarse fuera por un mal toque, el mexicano defendiéndose como gato panza arriba, con maestría, cerrando huecos y aguantando para que Verstappen se acercase, y lo logró. Un gran trabajo de equipo: retuvo a Hamilton, le hizo perder 7 segundos de cojín, y Verstappen se acercó y recobró algo de vida.
Los colores de la bandera de los Emiratos Árabes Unidos sobre la parrilla de salida del circuito Yas Marina