Sin precedentes lo que se vivió en el Estadio Olímpico de Roma en el partido correspondiente de la jornada 2 de la Europa League. Los de Gasperini vieron como se les escapaba el partido ante el Lille tras fallar tres penaltis en tres minutos de manera consecutiva.
Berke Ozer, portero del Lille, se coronó como héroe al detener tres penaltis consecutivos, en donde el arbitro belga, Erik Lambrechts, ordenaría repetir hasta dos veces la pena máxima para la Roma.
Minuto 80 de partido y la Roma perdía 0-1, la oportunidad más clara les llegó cuando Aissa Mandi cometió penalti a favor del conjunto italiano. Artem Dovbyk, el ex del Girona, fue el encargado para transformar el libre directo desde los once metros en busca de darle el empate a “La Loba”.
Dovbyk lanzó el penalti de manera muy tímida, poco ajustada y muy fácil para Berke Ozer. Sin embargo, la intervención del guardameta quedó invalidada debido a la invasión de área de un defensor del equipo francés justo antes del penalti. Tras la revisión del VAR, el arbitró mandó repetir la acción.
En su segunda oportunidad, Dovbyk volvió a coger la responsabilidad y lejos de mejorar su lanzamiento, el delantero nuevamente repitió el mismo lado, también poco ajustado y a las manos del portero turco.
Después de una eufórica celebración del equipo visitante, el arbitró mandó volver a repetir el penalti, debido a que el guardameta del Lille se había adelantado claramente. Tras las severas protestas del conjunto francés, la Roma decidió cambiar de lanzador. Matias Soulé fue el elegido para intentar transformar, de una vez por todas, el penalti. En el minuto 84, el argentino volvió a fallar desde los onces metros, siendo la tercera oportunidad que desaprovechaban de manera consecutiva.
De esta manera, Berke Ozer se puso la capa de héroe y dio la victoria a su equipo frente a la Roma por 0-1, en un partido que quedara en anécdota al fallar tres penaltis de manera consecutiva en tres minutos.
“Nunca me había pasada algo parecido, fallar tres veces el mismo penalti”, dijo Gian Piero Gasperini tras el partido, con una sonrisa incrédula que sustituyó su resignación inicial en el banquillo.

