Scheffler, un jugador impasible y un campeón implacable, conquista el British Open

Golf | British (4.ª)

El número uno del mundo disfruta de un paseo triunfal en Royal Portrush y logra un triunfo indiscutible que le acerca al Olimpo

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Scheffler, con la Jarra de Clarete

GLYN KIRK / AFP

No se rompió ningún pronóstico. El guion fue exactamente el previsto. Pero, incluso así, la superioridad mostrada por Scottie Scheffler en Royal Portrush resulta difícil de calibrar. No tardarán en llegar las comparaciones con el mismísimo Tiger Woods. Aunque el tejano de adopción sigue lejos de los logros del californiano, muy lejos, la contundencia de sus triunfos y el nulo espacio para las dudas que muestra, sin duda, le sitúan como uno de los golfistas más destacables que se recuerdan.

El Abierto Británico cerró este domingo en Irlanda del Norte la temporada de majors en el calendario golfístico y la sensación de que Scheffler es, con muchísima diferencia, el mejor jugador del mundo a bastante diferencia del siguiente, seguramente Rory McIlroy, es general entre los propios jugadores, como así se han expresado públicamente esta semana en la costa de Antrim. El actual número uno del ranking mundial, posición de la que estadísticamente es imposible apartarle en muchos meses, cimentó lo que empieza a ser su leyenda conquistando su primera Jarra de Clarete, dominando el torneo desde la segunda jornada y ampliando su ventaja día a día desde entonces desesperando a cualquiera que osara soñar con plantarle cara.

El número uno del mundo no mostró fisuras y con otra gran jornada se llevó el triunfo por 4 golpes

El triunfo, además, le sitúa a un paso del Olimpo, que en este deporte supone conquistar el Grand Slam. Hito que lograba McIlroy en abril tras ganar el Masters, lo que le sentaba en la mesa junto a Gene Sarazen, Ben Hogan, Gary Player, Jack Nicklaus y Tiger Woods. El British supone el cuarto grande de Scheffler a sus 29 años, junto a los dos Masters de Augusta y el PGA que ya atesoraba. Así que sólo le falta el US Open para cuadrar el círculo. Alucinante.

El inicio de la semana ya fue todo un aviso para navegantes. El único día infernal que sufrieron los jugadores fue el jueves, en el estreno del British, con fuertes vientos y mucha lluvia. Scheffler no jugó nada bien, especialmente desde el tee, desde donde la tiró a todos los lados. Eso sí, entregó una tarjeta de tres bajo par, un escándalo, dejando claro que afinando un poco, como ha sucedido luego, no iba a tener rival.

Scheffler afrontaba la última jornada en Portrush con cuatro golpes de ventaja sobre su compañero de partido, el sorprendente chino Haotong Li, y cuando se confirmaron las predicciones metereológicas, de lo más benévolas, se disiparon todas las dudas sobre su paseo triunfal, si es que quedaba alguna. Iba a ser una batalla de Scheffler contra sí mismo y esas las gana siempre el norteamericano, y con solvencia. La bola que dejó dada para birdie ya en el 1 fue toda una declaración de intenciones.

Mientras sus numerosos perseguidores (el propio Li, Gotterup, English, Fitzpatrick, McIlroy, Clark...) se peleaban por el segundo puesto, por ganar el trofeo de la consolación que se llevó el elegante Harris English, el número uno navegaba a velocidad de crucero en cabeza, llegando a ampliar su ventaja por momentos hasta a siete golpes. Al final, con su -17 final, fue de cuatro golpes. Un dominio aplastante de un jugador al que no se le detecta fisura alguna. Quizás, si acaso, tiene algún día que no acaba de estar fino en los greens, pero es tan bueno en el resto de golpes que tampoco le hace falta.

English se acabó llevando el trofeo para los ‘humanos’ en una dura batalla por la segunda plaza

Scheffler afrontó el giro habiendo firmado dos bajo par en los primeros con un doble bogey (hoyo 8), lo que indica su extraordinario nivel de juego. Mientras tanto, por detrás, nadie completaba un ataque poderoso y el segundo puesto iba rotando entre sus perseguidores. Ni siquiera McIlroy, el favorito del público en Portrush, encontró la manera de arañar a Scheffler con un juego mucho más desajustado que el sábado. No había nada que hacer, Scheffler es un jugador impasible y un campeón implacable.

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