Asaf Kazimov (25 años) es un patinador ruso nacionalizado alemán que desde el pasado 16 de septiembre circula como español. El Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó su ciudadanía por carta de naturaleza junto a la del alemán Tim Dieck (29), también patinador, y la esgrimista de apenas 15 años Yixing Gao, un proyecto de futuro. El primero se clasificó el pasado fin de semana en el Preolímpico de patinaje artístico en el Beijing National Indoor Stadium (China) para los Juegos de Milán y Cortina d’Ampezzo, de febrero, junto a su compañera Sofía Val (20).
Ambos llevan desde el 2022 compitiendo internacionalmente, pero sin ese pasaporte, Kazimov no podía ir a los Juegos. En ellos, por primera vez en la historia, España tendrá dos parejas. Dieck, alemán de origen ruso, también obtuvo el billete en el anterior Mundial junto a Olivia Smart, británica pero nacionalizada en el 2017.
Son españoles por “carácter graciable” y por aspiraciones deportivas, una práctica habitual porque el deporte es el ámbito con más nacionalizaciones a dedo desde 1993 (140), solamente superados por los exiliados (238), muy lejos de la cultura (80), la política (56) o la ciencia (22), según Civio.
Hay un análisis de los antecedentes e incluso de los riesgos a la seguridad nacional”
“Esta obtención no se sujeta a las normas generales de procedimiento administrativo”, explican desde el Consejo Superior de Deportes (CSD). El Gobierno la otorga mediante un real decreto después de superar diversos filtros, que van desde un análisis de “los antecedentes policiales o sobre los riesgos para la seguridad nacional”, especialmente si proceden de aquellos países en los que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) “ha identificado riesgos terroristas u otras amenazas para la seguridad”.
En el deporte hay también otros criterios que se podrían considerar de interés nacional y con carácter excepcional. Es especialmente fundamental “que la nacionalización conlleve un interés relevante para el país”. El deportista (o la federación) presenta la petición y el CSD elabora un informe que le haga “merecedor” de esta carta. Principalmente, se buscan atletas que le den un plus a las selecciones nacionales y que puedan competir en los Juegos Olímpicos. El listado en los dos últimos años asciende a 13, como el futbolista Dean Huijsen, el boxeador Ilia Topuria o la atleta Yulenmis Aguilar.
El caso más famoso en 32 años
De Mühlegg a Juanito y a ser repudiado
En los años 90 se acentuaron las nacionalizaciones después de los Juegos de Barcelona con tal de aprovechar el talento que llegaba desde fuera. Hay muchos casos icónicos, como el waterpolista cubano Iván Pérez, los futbolistas Catanha, Pizzi o Donato, el jugador de balonmano Talant Dujshebaev o la nadadora Nina Zhivanevskaya. El CSD matiza que hoy en día, en comparación con aquellos años, los “informes técnicos son más exigentes y rigurosos”. El caso más sonado, sin duda, fue el del alemán Johan Mühlegg, que en 1999 obtuvo la nacionalidad española. Johan pasó a ser Juanito. En los Juegos de Saint Lake City del 2002 ganó tres medallas de oro, pero dio positivo por dopaje y el Tribunal de Arbitraje Deportivo le desposeyó de ellas. En el 2006, cuando intentó regresar, la federación española ya no le acogió.
Las federaciones saben de esta ventaja y están preparadas para actuar en caso de necesidad. Hay casos de todo tipo. Hay nacionalizaciones exprés por necesidad deportiva, aunque haya deportistas sin vínculos con España, como ocurrió con el estadounidense Lorenzo Brown en el Eurobasket del 2022. El equipo de Sergio Scariolo se quedó sin bases –Sergio Rodríguez, Carlos Alocén y Ricky Rubio– a poco más de un mes para el inicio del torneo cuando se iniciaron los trámites para nacionalizar a Brown, cuya única ligazón era haber coincidido con Scariolo en Toronto Raptors. Se le dio el pasaporte. Y se logró el oro.
Ocurrió lo mismo con Megan Gustafson para el equipo femenino, nacionalizada en el 2023. La Federación Española de Baloncesto ha desarrollado una base de datos de opciones en caso de necesidad por lesión o para aumentar el nivel competitivo. “Lo hacen todos los países”, explican.
“Debe ser merecedor, que su nacionalización conlleve un interés relevante para el país”
Pero no todo es tan exprés. Hay otros casos más farragosos, como el del luchador iraní Moha Mottaghinia, cuya nacionalización costó 11.000 euros a repartir entre la federación de su país y la internacional. Trasladado a Jaén, se quedó sin permiso de residencia y no pudo competir oficialmente (no podría, en tal caso, regresar a España), hasta que la recuperó en el 2023, y en febrero del 2024 obtuvo el pasaporte. Pasó seis años en el limbo. También hay clases en función de los deportes. Algunos procesos, los mediáticos, se aceleran; otros quedan a la espera.
En la camada del 2024 y el 2025, al margen de los patinadores y de Huijsen y Topuria, destacan dos boxeadores que fueron campeones mundiales con Cuba en el 2022, la ucraniana Viktoria Yarchevska, que lleva tres años en Murcia y ya es medallista mundial sub-23, y el joven sursudanés Maker Bol, que llevaba dos años en España cuando logró ya el pasaporte.
Las nacionalizaciones también despiertan recelos. María Pérez, la flamante doble medallista mundial, se refirió así a la Federación Española de Atletismo: “Es la que más cubanos repesca. Se está cargando el producto nacional”.