Ensayo sobre una derrota

Ensayo sobre una derrota
Redactor de deportes

–Déjeme que le cuente algo –me dice Neil, el conductor que me lleva de aquí para allá en Wimbledon–: ¿sabe qué hacía Alcaraz en sus ratos libres en Londres?

Hasta hace siete años, Neil fue piloto de la RAF, la Royal Aire Force del Reino Unido: cruzó el Atlántico en 750 ocasiones (“a veces, volaba a Estados Unidos dos veces al día”). También jugó al golf y al tenis, y ahora es feliz conduciendo este coche oficial, cortesía que entrega a la organización de Wimbledon durante las tres semanas del torneo.

Alcaraz también pierde ‘a su manera’: no llora, no se maldice, no se cubre el rostro con la toalla

–¿Quiere saberlo, o no? –me insiste Neil, clavándome la mirada, pues no le he contestado todavía.

Pongo cara de póquer: más o menos, sé qué ha estado haciendo Alcaraz en estos días, pero quiero que me lo cuente él mismo.

LONDON, ENGLAND - JULY 13: Carlos Alcaraz of Spain reacts during a change over against Jannik Sinner of Italy during the Gentleman's Singles Final on day fourteen of The Championships Wimbledon 2025 at All England Lawn Tennis and Croquet Club on July 13, 2025 in London, England. (Photo by Julian Finney/Getty Images)

Carlos Alcaraz, este domingo en Wimbledon tras su derrota ante Jannik Sinner 

Julian Finney / Getty

De eso va este ensayo, ¿no?

–Ha estado jugando al golf.

–¿...?

–Por las mañanas, pedía un vehículo oficial. Le recogíamos temprano en la casa que alquiló en Wimbledon, se subía a él con su hermano Álvaro y les llevábamos al Royal Wimbledon Golf Club.

La exclusividad del club es innegociable. Acceder al Royal Wimbledon Golf Club es tan difícil como colarse en el Capitolio (bueno, asaltar el Capitolio y recorrer sus pasillos no le fue tan difícil a las encabritadas huestes de extrema derecha), pero al ver venir a Carlitos y su hermano, el recepcionista les abría las puertas de par en par.

Durante tres horas, los hermanitos avanzaban sobre la hierba, abordaban el green y se picaban como lo hacen los hermanitos:

–Que no puedes conmigo.

–Ya, ya, toma esa...

Nadie incordiaba allí a Carlitos. Ni cazadores de autógrafos, ni analistas del tenis.

–Durante ese tiempo, Alcaraz no pensaba en tenis. Y sin embargo, estaba preparándose para su siguiente partido –me dice Neil–. Y creo que esa es la clave de su éxito (a pesar de su derrota en la final de Wimbledon): sabe distanciarse de su profesión para seguir disfrutando de ella.

Pienso en el relato de Neil mientras observo a Alcaraz el domingo, tras el partido: ante la celebración de Sinner, Alcaraz se muestra más sonriente que vencido, y no llora, no se maldice, no se cubre el rostro con la toalla.

Y en el turno de palabra, felicita al vencedor.

Y sigue sonriendo una hora más tarde, en el teatro-auditorio de Wimbledon, cuando, paciente y solícito, atiende a los cronistas:

–Solo puedo estar agradecido por todo lo que estoy viviendo. Jugar la final de Wimbledon...

–¿Y ahora?

–Ahora tendré un par de días de vacaciones para desconectar. Más allá de Ibiza, apenas los he tenido –nos despide.

(Ibiza y la fiesta es su guiño, su manera).

Al abandonar la sala, nos tiende la mano uno a uno.

No todos lo hacen en la derrota, se lo dice el cronista que lleva veinte años siguiendo el tenis.

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