Cuando hablamos de pobreza en España, solemos pensar en personas sin hogar o en inmigrantes en situación vulnerable. Sin embargo, la problemática de la pobreza abarca más colectivos de lo que parece a simple vista. Y es que en España, tener empleo no es sinónimo de tener las necesidades básicas cubiertas, ni mucho menos de disfrutar de una vida digna.
La verdad, aunque trabaje, me siento muy pobre viviendo así, solo sobrevivo
Este colectivo es lo que se conoce como clase baja o los ‘trabajadores pobres’, un colectivo que sufre las consecuencias de los salarios bajos o mínimos, donde no hay espacio para el ahorro ni mucho menos para la estabilidad. Es una pobreza que puede pasar desapercibida, pero que merece ser atendida. En un reportaje de Noticias Cuatro, se expone el caso de Fatin, una madre soltera que denuncia públicamente la precariedad en la que vive junto a su hija adolescente, a pesar de trabajar a jornada completa.
Fatin trabaja como moza de almacén y gana 1.080 euros netos, el salario mínimo marcado por el SMI. De ese monto, 600 euros van destinados al alquiler, lo que supone el 55,6% de su salario. Los 480 restantes los destina a gastos básicos como el agua y la luz. Además, gasta 150 euros mensuales en comida para ella y su hija. En total, destina el 95,4% de su sueldo a sobrevivir y apenas le sobran 50 euros, ya que además de ser madre, en cualquier momento se le puede presentar un imprevisto, como una reparación, que la deja al borde del colapso económico, y, lo que significa, que ahorrar se convierte en un privilegio que apenas conoce.
El calefactor no lo puedo encender tanto porque me viene muy cara la luz
Actualmente, vive sola con su hija, que estudia en la secundaria. Su vivienda cuenta de un dormitorio y un pequeño salón: no disponen de calefacción, por lo que dependen de un calefactor durante los meses más fríos. “El calefactor no lo puedo encender tanto porque me viene muy cara la luz”, afirma. Sin embargo, no lo puede usar tanto como quisiera, porque el costo de la electricidad es alta.
A día de hoy, Fatín se enfrenta a otro reto: se le ha estropeado la vitrocerámica, con lo cual no puede cocinar ni calentar comida. Para sustituirla necesita ahorrar 100 euros, un gasto imprescindible pero de momento inalcanzable. Otro desperfecto pendiente es pintar la casa. De hecho, la tiene pintada por tramos, ya que lo pinta cuando le llega el dinero.

Pared de la vivienda de Fatin.
“Es un problema muy grande para mí. He dejado de comprar detergente para la lavadora y así ahorrar para la vitrocerámica, porque si no, no puedo comer”, confiesa. Con esta situación, se siente impotente en invertir su tiempo y su esfuerzo en trabajar, para que al final del día tenga que vivir preocupada por si no llega a fin de mes, sintiéndose miserable. “La verdad, aunque trabaje, me siento muy pobre viviendo así, solo sobrevivo. Trabajo por trabajar porque no veo el sueldo ni nada. Todo se va en la casa y en la compra”, añade.
Y aunque España fue el país que más creció económicamente en 2024 en la zona del euro, sigue siendo el cuarto país de la Unión Europea, tras Bulgaria, Rumanía y Grecia, con más población en riesgo de pobreza, lo que equivale a un 25% de la población.
Según el catedrático Luis Ayala, entrevistado en el reportaje de Cuatro, el crecimiento económico no ha beneficiado a los más vulnerables sino a la clase alta, y eso es debido a la desigualdad económica que tiene el país. “Imaginemos que somos 10 personas en nuestra sociedad y que dividimos un pastel en 10 partes iguales. Eso no quiere decir que todos tengamos que comer exactamente lo mismo, pero nuestra realidad es que el que más tiene en nuestra sociedad, se lleva casi una cuarta parte de todo el pastel, mientras que el grupo que menos tiene, no puede comerse ni siquiera una cuarta parte de su propia porción, lo cual es un nivel injusto y alto de desigualdad”, explica.