La cláusula M&M es un clásico. Un clásico no se sabe si del derecho mercantil, de la eficiencia empresarial o del rock ochentero, pero un clásico. Para quien no la conozca, aquí va la historia. La banda Van Halen escondía en los extensos contratos con las empresas encargadas de organizar sus conciertos una cláusula un tanto misteriosa. Era el punto 126 y decía que en el backstage debía figurar un bol con chocolatinas M&M, de todos los colores salvo el marrón. La exigencia tenía como objetivo comprobar en el momento de llegar al camerino que la empresa había leído y cumplido el contrato punto por punto. No es para menos. El espectáculo del grupo californiano requería un complejo montaje en el que nada podía fallar, y de ahí la importancia de que todos los implicados siguiesen al dictado cada requerimiento. Cualquier error, por nimio que resultase, podía echar por tierra todo el recital. Sí, como ocurre con el sistema eléctrico, epítome del rock duro industrial.
¿A qué viene todo esto? Han pasado dos meses desde el gran apagón y en este tiempo ha sido profusa la producción de papeleo en busca de las causas y, sobre todo, de los responsables del costoso accidente industrial. Ya se conoce el informe del Gobierno sobre lo ocurrido y todo parece indicar que alguien no ha cumplido al pie de la letra el contrato. Mientras, y esta es la segunda gran novedad, se han adoptado medidas para evitar un nuevo desvanecimiento eléctrico. Impulsadas por el Consejo de Ministros y la CNMC, muchas de ellas llevaban años metidas en los cajones, a la espera de aprobación.
Lo cierto es que, dos meses después del incidente, nuestra fascinación por lo sucedido no decae. Pilar Blázquez ha dedicado decenas de artículos a alimentarla, como este en el que describe segundo a segundo aquella vertiginosa concatenación de desconexiones. O este sobre el funcionamiento de la red eléctrica que presumía de su firmeza. O este donde explica por qué la factura sube tras el apagón. O este en el que cuenta cómo la central hidráulica de Aldeadávila reactivo el sistema. O este acerca del día D y la hora H.
No hay canción de Van Halen capaz de describir la cantidad de cosas que pueden ocurrir entre las 12:32:05 y las 12:33:23 de un día cualquiera. Es como si en apenas un minuto se precipitase la cadena de acontecimientos que provocó la caída del Imperio Romano, la descomposición de la URSS o la crisis del PSOE desde que Koldo dio al botón de grabar hasta el encarcelamiento de Santos Cerdán.
Esta semana, el apagón ha demostrado de nuevo su capacidad para obsesionar a los concernidos. Red Eléctrica o, mejor dicho, la matriz Redeia celebró el lunes una junta de accionistas en la que su presidenta, Beatriz Corredor, insistió en rechazar la responsabilidad del operador de la red en el apagón. No habrá provisiones contables, dijo el consejero delegado en una asamblea que, pese a celebrarse de forma telemática, estuvo también marcada por la intervención de cuatro asociaciones de accionistas minoritarios, todas ellas críticas con la gestión de la crisis y administradas por el mismo despacho de abogados, Cremades & Calvo Sotelo. Como toque de emoción, Redeia aceptó que se votase acerca de incluir en el orden del día un punto sobre el cese de Corredor, intriga que se resolvió sin mayores consecuencias.

Beatriz Corredor, presidenta de Redeia, en la junta de accionistas
De vuelta al escenario musical del 28 de abril, aún hay investigaciones en marcha. Lo sucedido, recordemos, está siendo analizado por la CNMC, el grupo de operadores europeos Entso-e y, sobre todo, la Audiencia Nacional, cuyas diligencias han sido declaradas secretas.
Sin embargo, ya se han publicado tres informes que ofrecen material suficiente para intuir por qué tras caerse una planta fotovoltaica en el sur peninsular se sucedieron desconexiones de centrales de respaldo en Granada, Badajoz y Sevilla, y el posterior cero eléctrico. Son los informes del Gobierno y los que posteriormente han presentado Red Eléctrica y las propias compañías eléctricas para arrojarse los trastos a la cabeza. Las segundas lo hacen agrupadas en la asociación Aelec, que representa a Endesa, Iberdrola y EDP.
La conclusión general deja un regusto a fallo multiorgánico por falta de medicación. “Una convergencia de múltiples factores”, por usar la expresión de la ministra Aagesen. Hay indicios de que, entre causas necesarias y suficientes, las responsabilidades quedarán repartidas, un poco como en el desenlace de Asesinato en el Orient Express. También de que se estaban incumpliendo por parte de multitud de empresas las obligaciones fijadas por la regulación.
Por la cuenta que les trae de cara a indemnizaciones y reclamaciones, las compañías se culpan unas a otras. Ya saben: si hay un problema, no busque la solución, busque al culpable.
Aquí el informe de Red Eléctrica donde se acusa a los generadores de electricidad de no cumplir con sus obligaciones de control de tensión.
Y aquí el de las eléctricas, en el que se apunta a Red Eléctrica por no programar suficiente generación de respaldo ni controlar la tensión en la red de transporte.
Por extensión y amplitud de responsables, el principal informe es el del Gobierno, donde se identifican todos los males del párrafo anterior y algunos más. Es un informe árido y lleno de tachones en aras de la confidencialidad, pero también bastante completo. El fruto del trabajo de 75 expertos dedicados a analizar más de 300 gigabites de información y 770 solicitudes de información. Puede consultarse aquí y viene a constatar un incumplimiento casi generalizado de protocolos de seguridad.
Y es en este punto donde surge no tanto la curiosidad por saber qué paso, sino una comezón acerca de lo que dábamos por seguro. El robusto y portentoso sistema eléctrico, este coloso ingenieril de cuya infalibilidad tanto nos habían hablado, parece no ser tal.

Marina Serrano, presidenta de Aelec
El informe del Gobierno no solo reprocha a Red Eléctrica su incapacidad para hallar a tiempo alternativas a la central térmica que se averió en la tarde del 27 de abril en el sur peninsular. Ni se limita a reprobar a las eléctricas por el comportamiento de las centrales de respaldo, que lejos de absorber la energía reactiva --en el sector comparan la energía reactiva con la espuma de la cerveza-- llegaron a agravar el problema. También se dicen otras cosas que dejan en mala situación el conjunto del sistema eléctrico.
En torno a la página 110 se realizan afirmaciones de este tipo:
· En el momento del apagón, el 22% de las 850 mayores instalaciones de renovables, cogeneración y residuos incumplían la obligación de mantener un factor de potencia determinado.
· El despliegue de renovables ha favorecido la aparición de “complejas estructuras de evacuación” a modo de “árbol de Navidad”. Decenas de plantas cuelgan de él, cada una de ellas adscrita a un centro de control diferente, mientras el tronco lo gestiona a menudo una entidad sin personalidad jurídica. Un magnífico lío administrativo que impide recabar y comparar información.
· De 141 grandes consumidores conectados a la red de transporte en el momento del apagón, veinte no cumplían con el factor de potencia exigido. Cogidos in fraganti.
· En el caso de las redes de distribución, pertenecientes a las eléctricas, se han detectado incumplimientos entre el 9% y el 21% de los 283 puntos frontera analizados.
Todo ello, una radiante mañana de primavera entre las 12:32:05 y las 12:33:23 horas del mediodía.
En fin, al margen los grandes culpables, el 28 de abril funcionó también como una inspección sorpresa a gran escala del sistema eléctrico, con resultados inquietantes. Como indicó la ministra de Transición Ecológica, Sara Aagesen, tras el Consejo de Ministros en el que se aprobó el real decreto ley antiapagón, es necesario garantizar que todos los operadores cumplen sus obligaciones. La palabra todos resuena aquí con fuerza y apunta a una población mucho más amplia que el ramillete de grandes empresas, al margen de su mayor responsabilidad.
A la vista de lo anterior, la sensación es de amplio desbarajuste. Vamos, que requiere una medida punitiva desde la newsletter Dinero. Y es la siguiente: el sistema eléctrico necesita una cláusula M&M. Una absurda exigencia que, al menos, garantice que se ha leído la oceánica normativa del sector y que hay voluntad de cumplimiento. ¿A que tiene gracia?
¿Qué cláusula M&M podría redactarse? Servirían sutiles señales, apenas perceptibles más que para el regulador, con el objeto de informar de que se está al tanto de las más endiabladas exigencias de la regulación. Por ejemplo, que la presidenta de Red Eléctrica levante el dedo meñique al iniciar cada junta de accionistas. Que el presidente de Iberdrola carraspee entre la palabra dividendo y la palabra ordinario. Que el consejero delegado de Endesa luzca una tirita en la patilla de las gafas el día de la presentación de resultados. Que el de Naturgy lleve un pin de Van Halen. Que el dueño de cada fábrica electrointensiva aparezca en la oficina con una caja de miguelitos de la Roda el día de su cumpleaños. Cosas así.
Un comentario para acabar. Al parecer, hubo una ocasión en la que falló la cláusula M&M. ¡Los integrantes del grupo hallaron una chocolatina marrón en el bol del backstage! Es de imaginar la escena de pavor. Como buena estrella de rock, el cantante, David Lee Roth, se encolerizó y destrozó todo lo que encontró a su paso (uno no se imagina a Sara Aagesen haciendo lo mismo en su despacho ministerial). Dicen que los gastos ascendieron a 12.000 dólares. También dicen que, en efecto, el escenario estaba mal montado y ocasionó un coste de 80.000 dólares al hundir el suelo de la pista de baloncesto sobre el que se hallaba. Quedó para siempre demostrada la utilidad de la cláusula 126. La cláusula que permite a todos saltar a gusto en un concierto. Como dirían Van Halen, Jump!
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