Francia dice no e Italia se limita al ya veremos.
Giorgia Meloni y Emmanuel Macron no tienen una relación particularmente fluida, pero ambos están de acuerdo en un aspecto: Ursula von der Leyen y Antonio Costa deberían retrasar su visita a Brasil para la formalización del Mercosur, el pacto comercial entre la Unión Europea y varias naciones latinoamericanas —Uruguay, Paraguay, Argentina, Brasil y Bolivia—. Ante la falta de acuerdo político entre los países integrantes, la aprobación del convenio se retrasa nuevamente.
La presión desde Brasil ha sido explícita. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva apeló directamente a los líderes europeos: “Espero que mi amigo Macron y la primera ministra italiana Meloni asuman sus responsabilidades y no tengan miedo de perder competitividad”, dijo, reclamando una señal clara por parte de la UE.
La oposición más decidida proviene de París. Macron reafirmó ante su gabinete que Francia se abstendría “firmemente contraria” si los funcionarios europeos intentaran obligar a la ratificación del pacto. De acuerdo con una vocera del Elíseo, el mandatario francés todavía considera que no hay suficiente transparencia respecto a los tres requisitos solicitados por Francia: reciprocidad, una cláusula de protección y supervisiones. Esto representa un límite político fundamental, más allá de una mera cuestión técnica.
En Roma, las incertidumbres también perduran. Meloni reconoció esto en su alocución al Parlamento, justo antes del Consejo Europeo: “Firmar el acuerdo en los próximos días, como se ha planteado, sigue siendo prematuro”. La jefa de gobierno señaló además que “es necesario esperar a que el paquete de medidas adicionales para proteger al sector agrícola esté plenamente definido y, al mismo tiempo, explicarlo y debatirlo con nuestros agricultores”.
La prudencia italiana se debe a una compleja situación interna. El gobierno, y especialmente Hermanos de Italia, tiene una fuerte conexión con los grupos de agricultores, quienes han manifestado una fuerte oposición al acuerdo. Paralelamente, el sector industrial ejerce presión en la dirección opuesta, solicitando la aprobación del pacto. Esto explica la calculada ambigüedad de Meloni: “Esto no significa que Italia pretenda bloquearlo u oponerse, sino que quiere aprobar el acuerdo solo cuando incluya garantías adecuadas de reciprocidad para nuestro sector agrícola”.
La jefa del Gobierno italiano reconoce “avances significativos”, como la introducción de un mecanismo específico de salvaguardia, la creación de un fondo de compensación y el refuerzo de los controles fitosanitarios en las importaciones. Medidas que, subraya, “aunque ya presentadas, aún no están completamente finalizadas”.
La puerta, en definitiva, no está abierta, pero tampoco cerrada.
