
Antonio, el eslabón más débil de los Flores, en su último concierto en Pamplona
La primavera de 1995 fue una sucesión de golpes para el clan Flores. Primero falleció la matriarca, Lola, y apenas dos semanas después lo hacía su único hijo varón, Antonio, con solo 33 años, al ingerir un exceso de barbitúricos y alcohol.
Como un trágico efecto dominó, la caída de una pieza probablemente arrastró a la otra.
El cantautor Víctor Manuel, que le conocía bien, escribió en nuestras páginas: “Lo que todos hemos pensado es que Lola era quien sujetaba todo, y que dentro de la familia hay unos que son fuertes y otros que son más débiles. Antonio pertenecía a estos”. El exceso le castigó justo en el momento en que su carrera reverdecía, tras años en los que la industria musical le dio la espalda sin piedad. Fue necesario que desapareciera para que se dejase de hablar de su adicción a la heroína y sus canciones, en una paradoja, se elevasen a la categoría de mito.