“Estamos esperando a Anna Wintour” ha sido la frase más repetida en la pasarela internacional durante 37 años para justificar la demora en arrancar un desfile. Solo cuando ella se dignaba a sentarse, varada por sus capitanes (primero fue Grace Coddington, después André Leon Talley y ahora Eduard Enninful), los operarios levantaban el plástico de la tarima y ya podía empezar el show. La leyenda sobre esta mujer apodada invierno nuclear va más allá de su sonrisa helada, sus gafas oscuras de Chanel y su peinado bob –lleva la misma melena desde los 14 años–.
Aunque Andy Warhol opinara que vestía fatal, esta hija de periodistas adinerados ha ejercido de ministra global de la moda durante cuatro décadas. Pero su mayor logro, más allá de toda la audacia editorial, ha sido el demostrar que la moda es política. Demócrata activa, tras el escándalo Lewinsky, sentó en la portada de Vogue a Hillary Clinton evidenciando cuánto se puede movilizar a la opinión pública desde el llamado soft journalism, o prensa femenina. Wintour ha sabido jugar con todas las cartas de la moda: industria, creación, altavoz social, crisol identitario y máquina de sueños. Ha dedicado largas horas en revisar las colecciones de los creadores que le interesaban antes de ser exhibidas. O los salvaba o los hundía.
Amante del tenis, Wintour es amiga de Serena Williams y Roger Federer, y a pesar de su rigidez, en sus galas benéficas ejerce de anfitriona del poder en mayúsculas.

Anna Wintour ha dirigidoVogue USAdurante 37 años
No ha sido raro cruzarse con ella en las semanas de la moda y resultaba fascinante observar cuánto intimidaba a su paso. Silenciosa y escueta, André Leon Talley –a quién echó por viejo y poco cool – contaba que sus reuniones duraban ocho minutos. Si llegaban a los 15, algo malo sucedía. Wintour, con 75 años, acaba de renunciar –pero solo un poco– a su control como editora jefe de Vogue USA . “No cambiaré de oficina, ni me alejaré de mi colección de cerámica de Clarice Cliff, y centraré toda mi atención en el liderazgo global”, dijo a su equipo, según recoge The New York Times . Le llaman la última editora imperial, un fin de raza. Su leyenda seguirá creciendo.