Carmina Barrios nunca defrauda. Con su forma de hablar clara, directa y sin filtros, la actriz sevillana volvió a dejar algunas de las reflexiones más potentes del final de temporada de Al cielo con ella, el programa de Henar Álvarez en La 2. A sus 72 años, madre de Paco y María León, Carmina se sentó en el plató dispuesta a hablar de todo: feminismo, machismo cotidiano, tápers en los rodajes y esa mezcla contradictoria de pena y cariño que siente por los hombres.
“Yo defiendo mucho el feminismo, soy feminista, quiero la igualdad”, arrancó Carmina, “pero después me he dado cuenta de que yo tengo también un ramalazo todavía… eso no se me quita bien”. Lo confiesa entre risas, aunque lo que señala es tan real como frecuente en muchas mujeres de su generación: la convivencia entre el deseo de igualdad y los automatismos de décadas de cuidados no compartidos.
“Todavía a mi marido le tengo que hacer la comida”, dijo. “Antes de venirme yo aquí, yo tenía que dejarle todo planteado”. Y ahí llegó su reflexión más punzante: “Porque los hombres me dan pena todavía a mí. Los veo más débiles. Los quiero mucho, los defiendo… pero te voy a decir una cosa: son muy chulos cuando están empoderados, pero cuando les viene un problema… se acojonan”.
Barrios, sin perder el humor ni la honestidad que la caracteriza, definió con claridad ese patrón que tantas veces recae sobre las mujeres: ser el sostén emocional. “Tienes que ser tú la que diga: no pasa nada. ¡P’alante!”. Y lo dice desde su propia experiencia de vida, con una familia numerosa, años de trabajo fuera del foco y una carrera tardía en el cine que, gracias a su hijo Paco León, la ha convertido en una figura querida por varias generaciones.
Álvarez aprovechó para recordarle que Paco contaba que ella se presentaba en los rodajes con tápers caseros, aunque hubiera catering. Carmina lo confirmó sin dudar: “El catering no… te ponen ciertas cosas. Yo una buena tortilla, unos filetes empanados, un gazpacho. Mira ellos muchos restaurantes de piquiniqui. ¡Están esmayados!”
Con su habitual mezcla de desparpajo y sabiduría popular, Carmina se ha ganado a pulso ser más que “la madre de”. Es una mujer que observa, que habla desde la experiencia, que no oculta contradicciones y que, incluso con sus “ramalazos”, tiene muy clara una cosa: la fuerza, muchas veces, la han tenido que poner ellas.