“La vida continúa. Cuando terminas el deporte y te retiras, te encuentras con la situación de que ‘¿y ahora qué?’”. Joan Lino, medalla de bronce en salto de longitud en Atenas 2004, resumió así en Y ahora Sonsoles el golpe de realidad que siguió a su adiós de la élite en 2010. Su currículum deportivo no bastó para abrir puertas: “Empecé a trabajar de camarero, ayudante de cocina, pintor, lo que pareciera. Al final tienes que buscarte la vida. Hay que pagar las facturas”.
El exatleta, que compitió hasta los 32 años —“Empecé a hacer deporte con 8 años y me jubilé con 32”—, explicó el problema estructural que arrastra a su generación: no cotizaron. “Nosotros llevamos reivindicando mucho tiempo el tema de la cotización. Nosotros no cotizamos en su momento. Eso es un hándicap que nos va a arrastrar el resto de nuestra vida y hay que lucharlo”. Hasta diciembre trabajó en el Comité Olímpico Español en un proyecto de migración. “Terminó el proyecto y ahora estoy buscando trabajo. La vida continúa”.
El “vacío” tras la medalla
Joan Lino explica que tras su bronce olímpico tuvo que trabajar de camarero, pintor o ayudante de cocina para sobrevivir
El tránsito a la vida laboral fue abrupto: “Cuando te jubilas, miras hacia los lados y ves el vacío total. No ves a nadie”. Lino recuerda que guardaba “unas 30 tarjetas” de personas que le ofrecieron ayuda para cuando se retirara. “Llamé a 30. Me respondieron dos”.
A la falta de cotización se suma el rechazo por ausencia de experiencia: “Llegas a recursos humanos y te preguntan por qué con treinta y tantos años no tienes bagaje laboral. Les explicas que llevas 20 años en el deporte de élite y, para ellos, eso es nada”. Incluso recibió consejos para “bajar el perfil”: “Desde ‘quita lo de medallista olímpico, quita la foto, baja el currículo’...”.
Éramos profesionales para la sociedad civil, pero amateurs dentro del deporte”
El suyo no es un caso aislado. En el plató, Amaya Valdemoro, Lola Fernández Ochoa y otros referentes compartieron el mismo diagnóstico: deportistas que representaron a España sin cotizar un solo día. “Nosotros éramos profesionales para la sociedad civil pero éramos amateurs dentro del deporte”, se escuchó. Fernando Romay y Coral Bistuer ya denunciaron que no pueden acceder a una pensión justa: “Nosotros tributábamos como artistas y toreros”.
Valdemoro, retirada en 2013 con solo dos años cotizados tras 21 como profesional, lo definió como “una injusticia social”. Y recordó que, aunque ahora existe un marco legal —la ley 5/2015 y el 1 % de los derechos audiovisuales del fútbol para ayudar a otros deportistas—, solo 722 lo han solicitado: falta información y muchos deben adelantar de su bolsillo los seguros sociales.

El exatleta Joan Lino denuncia la falta de cotización de su generación y reclama medidas para garantizar una jubilación digna
El testimonio de Tania Lamarca, oro olímpico en 1996, subrayó otra herida: la salud mental. “Pasé por una depresión… Venía de ganar un oro olímpico y creía que tenía que ser oro olímpico en todo lo que hiciera en la vida”. El mensaje, compartido por todos: el vacío, el miedo y la frustración tras la retirada son frecuentes, y muchos recurren a la Fundación Blanca Fernández Ochoa en busca de apoyo.
Lino recuerda que la cotización llegó tarde para su generación: “Todo lo que nosotros hemos luchado… es la suerte de los que vienen detrás. Para mí es un placer que ellos vayan a tener una ‘mejor vida’. Pero a nosotros eso no se nos aplicó”. Y desmonta el tópico del medallista económicamente blindado: “Una medalla olímpica te da dinero, pero esto no es fútbol. Si me hubieran pagado lo que a un futbolista, estaría jubilado”.
A los 47 años, con una medalla olímpica y una certeza: lo difícil no fue subirse al podio; lo duro llegó después. Y por eso sigue peleando: para que quienes vengan detrás no tengan que aprenderlo a golpe de realidad.