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Represaliada por partida doble: la princesa de Éboli y su detención sin pruebas y sin condena

Podcast 'Historia y Vida'

En el nuevo episodio, Isabel Margarit y Ana Echeverría exponen la trayectoria de la aristócrata y su asedio por Felipe II por el caso Escobedo mientras los demás involucrados evitaban el castigo

Podcast ‘Historia y Vida’ - Episodio 56 | Asesinar con sigilo: los casos (reales o no) de envenenamientos célebres en la historia

Retrato de la princesa de Éboli por Alonso Sánchez Coello, s. XVI

Album / Oronoz

Durante el reinado de Felipe II, una de las figuras más fascinantes y trágicas de la corte española fue Ana de Mendoza, una mujer de elevada alcurnia que llegó a ser princesa de Éboli y duquesa de Pastrana, entre otros títulos. Desde muy joven se convirtió en un referente de belleza e influencia. El característico y enigmático parche negro que cubría uno de sus ojos alimentó su leyenda de dama intrigante y peligrosa.

Su estirpe era de gran abolengo, con raíces que remontaban a personajes históricos de relevancia política y cultural, lo que reforzó su posición en la corte y facilitó su matrimonio con Ruy Gómez de Silva. Esta unión le proporcionó títulos y un papel relevante en la política de Castilla, al convertirse su esposo en mano derecha de Felipe II.

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Desde adolescente, la princesa mostró un carácter fuerte y decidido. Su inteligencia y madurez fueron reconocidas por la regente y las reinas viudas que dirigían la corte en ausencia del monarca, quienes la describieron como sensata y capaz a pesar de su juventud. Su enlace, inicialmente por conveniencia, se convirtió en una relación afectuosa que le permitió tener varios hijos, asegurando la continuidad de su linaje y fortaleciendo su influencia social y económica.

Durante los primeros años de vida matrimonial, la princesa encajó con soltura en la corte de Valladolid, un entorno dominado por mujeres cultas y poderosas, y se convirtió en amiga cercana de la reina. Tras la muerte de su esposo, tomó decisiones radicales, como retirarse temporalmente a un convento fundado por Teresa de Ávila, aunque insistió en mantener cierta independencia dentro de sus muros, lo que provocó conflictos con la comunidad religiosa.

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Pasada esa etapa, su relación con secretarios de Estado y figuras políticas de confianza de su difunto marido la involucró, directa o indirectamente, en una compleja red de intrigas. En particular, su vínculo con Antonio Pérez, un hombre que manejaba información delicada, la colocó en el epicentro de una conspiración que culminó con el asesinato de Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria, hermanastro de Felipe II.

Aunque la evidencia histórica no demuestra participación activa de la princesa en el crimen, su cercanía a los implicados y su influencia en la corte la convirtieron en el chivo expiatorio del monarca. Mientras los responsables materiales y el instigador principal escapaban o recibían un trato benigno, ella fue arrestada y sometida a duras condiciones.

Olivia de Havilland interpretó a la princesa de Éboli en 1955

Terceros

El castigo impuesto consistió inicialmente en un confinamiento en la torre de Pinto, con barrotes en las ventanas y vigilancia estricta, que limitaba cualquier contacto con el mundo exterior. Su salud se deterioró, pero no perdió la determinación de defender su inocencia y proteger a sus hijos. A partir de 1582, las restricciones se intensificaron: se le retiró la custodia de sus hijos menores, se designó un administrador para sus propiedades y se limitó su movilidad dentro del palacio. Sin embargo, la princesa no cedió ante la adversidad, utilizando la correspondencia y los contactos con personajes influyentes de la corte para intentar revertir su situación.

Finalmente, el proceso judicial contra los principales responsables del asesinato se prolongó durante años y nunca llegó a afectar directamente a la princesa, quien murió confinada en 1592, habiendo pasado los últimos años de su vida bajo arresto domiciliario en Pastrana. Su historia refleja la complejidad de la política cortesana, la violencia de las intrigas palaciegas y la manera en que una mujer, a pesar de su inteligencia, astucia y privilegio, pudo convertirse en víctima de las circunstancias y de la arbitrariedad de un rey celoso de cualquier desafío a su autoridad.

Palacio Ducal de Pastrana, lugar del encierro de la princesa viuda de Éboli.

Terceros

Para profundizar en el tema, Isabel Margarit y Ana Echeverría nos recomiendan La princesa de Éboli. Cautiva del rey (Marcial Pons, 2015), de Trevor Dadson y Helen H. Reed. Es el libro más notable sobre la aristócrata por su absoluto rigor documental. Los autores huyen de mitos novelescos, pero no por ello deja de resultar una lectura trepidante.

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