Las filas de piqueros formados en falange son la imagen arquetípica del poder militar que llevó a Alejandro Magno a conquistar el Imperio persa. Pero restringir la eficacia del ejército macedonio a esas tropas sería tener una imagen muy limitada de una de las fuerzas más famosas de la Antigüedad. De hecho, el conquistador no habría logrado tantos éxitos sin su caballería de Compañeros.
Los jinetes eran un pilar de la tradición guerrera de Macedonia mucho antes de que el rey Filipo II, padre de Alejandro, organizara sus célebres falanges. Recibían el nombre de Compañeros (hetairoi, en griego), porque eran reclutados entre las familias aristocráticas más cercanas a los reyes de este estado del norte de Grecia.

Alejandro Magno y los 'hetairoi', los Compañeros del rey, en la batalla de Issos. Mosaico en el Museo Arqueológico de Nápoles
Aunque los nobles podían presumir de ser buenos jinetes, antes de las reformas de Filipo, combatían junto a masas de infantería ligera mal entrenada, lo que les dio un rol militar muy secundario.
La tradición macedonia de pelear a caballo era una rareza en el mundo heleno. Las polis griegas basaban sus ejércitos en las formaciones de infantería pesada, los célebres hoplitas; y las otras unidades quedaban relegadas a un papel marginal en las batallas.
La reforma de Filipo II
Esta preferencia de las polis por las tropas de a pie se explica por la geografía de buena parte de Grecia, muy accidentada y sin grandes pastos para criar un gran número de caballos. En cambio, Macedonia sí disponía de ellos. Solamente las polis de Tesalia y Beocia contaban con zonas parecidas para alimentar a estos animales.
Pero la guerra en la Antigüedad fue evolucionando. En las primeras décadas del siglo IV a. C., las tácticas bélicas comenzaron a cambiar. Los ejércitos hoplíticos de las polis eran reflejos los unos de los otros, y se buscó obtener ventaja dando protagonismo a otro tipo de unidades –como la infantería ligera o la caballería–, tal como atestiguan algunas batallas entre coaliciones de ciudades-Estado, como las de Mantinea (362 a. C.) o Leuctra (371 a. C.).

Epaminondas durante la batalla de Mantinea
La mencionada reforma militar de Filipo II, que ascendió al trono en 359 a. C., imprimió un giro radical. Él fue el creador de la falange, pero vio que la caballería de Compañeros podía ser aún más eficaz si actuaba en coordinación con los piqueros y las otras unidades de infantería pesada. Esa estrategia de armas combinadas posibilitó que Macedonia se impusiera a sus vecinos y lograra la hegemonía en Grecia.
Combo letal
Entrando un poco en detalle en las nuevas tácticas macedonias, la falange y los hetairoi pasaron a actuar como un yunque y un martillo, respectivamente. Los piqueros fijaban a las formaciones enemigas o las desorganizaban. Entonces, la caballería daba el golpe definitivo atacando desde los flancos o la retaguardia. Normalmente, la incursión de los jinetes solía proceder del ala derecha, donde, según marcaba la tradición de este Estado, debía situarse el rey.
Para cumplir con su función de martillo, los Compañeros (como el resto de las tropas de Filipo) se sometían a un intenso entrenamiento que les permitía ejecutar a la perfección las maniobras encomendadas.
Gracias a su disciplina, dominaron la técnica de carga, algo muy difícil, ya que los macedonios no conocían ni los estribos ni la silla de montar. Según muchos historiadores militares, cuando embestían con sus largas lanzas (kontos) en ristre, controlaban a las monturas con la presión de las rodillas. Por lo general, atacaban en cuña, una táctica que Filipo copió de otros grandes jinetes de la Antigüedad, como los nómadas escitas y tracios.
Además de su larga lanza, los Compañeros utilizaban una espada (kopis) concebida para dar tajos, una técnica de combate cuerpo a cuerpo más práctica cuando se luchaba a lomos de una montura.

Copia de un busto de Filipo II en el Museo Chiaramonti del Vaticano
En cuanto a las protecciones, la armadura tradicional era de lino endurecido y, con la progresión de las campañas de Filipo, fueron incorporando otras adicionales en las piernas. Curiosamente, no utilizaron escudo hasta el siglo III a. C.
Cada vez más
Una muestra del peso creciente de los Compañeros en el nuevo ejército macedonio fue el incremento de efectivos durante el reinado de Filipo. Cuando el soberano argéada subió al trono, los hetairoi sumaban 600 efectivos; cuando Alejandro Magno cruzó a Asia Menor, lo hizo con 1.800.
La intensa preparación de los jinetes comenzaba a los catorce años. A los dieciocho, ya eran miembros de pleno derecho de los hetairoi. Filipo también contempló a los Compañeros como una poderosa herramienta política. Al ampliar sus efectivos, también incorporó a nobles griegos de polis aliadas o sometidas; así se aseguraba su lealtad, al tener a sus hijos formándose en la caballería argéada.
Los Compañeros se organizaban en escuadrones, ilai, cada uno de ellos formado por unos doscientos hombres. Normalmente, todos procedían de la misma zona geográfica, para mejorar la cohesión de cada unidad. Una excepción era el Escuadrón Real, compuesto por los mejores trescientos jinetes. Alejandro Magno lo comandó en persona durante las grandes batallas contra los persas.
El martillo del conquistador
La vinculación de Alejandro con los Compañeros fue muy fuerte desde que comenzó su carrera militar en la batalla de Queronea. Allí, con solo dieciocho años y como muestra de reconocimiento, su padre le encomendó dirigir a esta unidad de caballería. Fue todo un acierto de Filipo. El futuro conquistador del Imperio persa derrotó al Batallón Sagrado de Tebas, una primera hazaña con la que comenzó a forjar su leyenda.
Alejandro utilizó a la caballería de los Compañeros para asestar grandes golpes a los persas en las decisivas batallas de Gránico, Issos y Gaugamela. Con la táctica del yunque y el martillo, el rey de Macedonia atacaba desde el flanco derecho, como mandaba la tradición.

'Batalla de Gaugamela', por Charles Le Brun
La doctrina militar persa contribuyó a estos golpes de la caballería helena, ya que, normalmente, situaban a sus mejores tropas en el centro y confiaban en que su infantería ligera, armada con proyectiles, ahuyentara a los macedonios. El problema era que las tropas de Darío III no estaban tan bien entrenadas como sus enemigos, y los hetairoi, gracias a su disciplina, podían avanzar antes de que los arqueros rivales coordinaran sus andanadas.
Gránico, Issos y Gaugamela
En el río Gránico, la primera gran batalla contra los persas, Alejandro atacó desde el flanco derecho con los Compañeros y otros contingentes de caballería aliada. Trabado en un duro combate con los jinetes enemigos, el mismo rey macedonio fue atacado por tres sátrapas persas y se salvó in extremis por la ayuda de Clito el Negro, uno de los comandantes destacados de los hetairoi.
Al final, se impuso la disciplina de los Compañeros. Sus lanzas demostraron ser superiores al armamento enemigo, y los persas se batieron en retirada por las bajas sufridas. Antes de acabar la batalla, Alejandro se sirvió de sus jinetes de élite para acabar con la mayoría de los mercenarios griegos que habían servido en las filas de Darío III.
En la batalla de Issos, el primer enfrentamiento directo entre Darío III y Alejandro, el macedonio dirigió de nuevo a sus Compañeros para atacar desde el flanco derecho. Aunque, esta vez, el objetivo era el centro del ejército persa, para capturar o matar al propio rey de reyes.
El asalto de los jinetes macedonios puso en fuga a Darío III y a sus guardaespaldas, pero Alejandro tuvo que acudir en ayuda de sus falanges, presionadas por los mercenarios griegos al servicio de los persas.

Darío, el último rey persa, en el mosaico de Issos
Los Compañeros también fueron una herramienta fundamental en la gran victoria de Gaugamela. En lugar de lanzar un ataque más directo, como en el Gránico y en Issos, Alejandro optó por un avance más oblicuo con el fin de flanquear el ala derecha de los persas. Darío, por su parte, envió a algunos de sus mejores jinetes para tratar de contrarrestar el movimiento macedonio.
Sin embargo, las tropas del rey persa no eran tan disciplinadas como las macedonias, y no tardaron en dejar un hueco entre el ala izquierda y el centro. En una demostración más de sus aptitudes militares, Alejandro apreció el desajuste en las filas enemigas y se lanzó por la apertura para alcanzar a Darío, a quien, nuevamente, obligó a huir, provocando la desmoralización de su ejército.
Imitar la eficacia
Finalmente, en la campaña de la India, en la batalla de Hidaspes (326 a. C.), el último gran enfrentamiento campal de Alejandro, la caballería actuó en el flanco acostumbrado, aunque con mayor cautela de lo habitual, por la presencia de elefantes en el ejército enemigo, que asustaban a los caballos. De todas formas, el conquistador macedonio tuvo que recurrir a sus jinetes de élite para acabar con la amenaza de las tropas montadas del rey Poro.

Alejandro Magno durante la Batalla del Hidaspes
A la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.), el modelo de los Compañeros fue replicado por los reinos helenísticos que surgieron del Imperio macedonio. Poco a poco fueron virando hacia unidades de caballería pesada, con jinetes y monturas más acorazados, en una evolución que acabaría culminando en la caballería catafracta bizantina.