Raoul Wallenberg procedía de una familia de banqueros y empresarios famosa por su papel en el modelo sueco de bienestar social y sus contactos internacionales. Su padre, un oficial naval, murió de cáncer tres meses antes de que él naciera. Su madre, Maria “Maj” Wising, tenía antepasados judíos que habían emigrado a Suecia a finales del siglo XVIII. Wallenberg siempre se sintió muy orgulloso de su herencia hebrea. Maria volvió a contraer matrimonio en 1918 y tuvo otros dos hijos, el físico Guy von Dardel y la empresaria Nina Lagergren, que posteriormente se convertiría en suegra del secretario de Naciones Unidas, el ghanés Kofi Annan.

Raoul Wallenberg hacia 1913
Durante la década de 1930, tras cumplir el servicio militar, el joven Wallenberg se licenció en arquitectura en Estados Unidos y aprendió ruso. Viajó por Estados Unidos en autostop, ganándose la vida con empleos ocasionales. Tras una estancia trabajando en un banco en Haifa, en el mandato británico de Palestina, Raoul volvió a Suecia y se incorporó a una empresa de comercio propiedad de Kálmán Lauer, un judío húngaro.
Esta relación iba a ser determinante. Lauer no podía desplazarse a Hungría a causa de las medidas antisemitas promulgadas por el gobierno del almirante Miklós Horthy, admirador y después aliado de Hitler. A partir de 1941, Wallenberg viajó varias veces a Budapest y otros lugares de la Europa ocupada. Estos viajes le proporcionaron una valiosa experiencia sobre el funcionamiento de la administración alemana.
El Holocausto en Budapest
En el invierno de 1943, tras la derrota alemana en Stalingrado, Horthy comenzó a negociar en secreto con los aliados una retirada de la guerra. En marzo de 1944 se desencadenó la Operación Margarethe: mientras Horthy estaba reunido con Hitler, los alemanes tomaron rápidamente Budapest y establecieron un gobierno títere.
La comunidad judía húngara se cifraba en aquel momento en unas 750.000 personas. Desde Berlín llegó a la capital húngara el teniente coronel de las SS Adolf Eichmann, quien tenía la misión de organizar la deportación de los judíos húngaros a Auschwitz. Eichmann cumplió su misión con terrible eficacia. Hungría se convertiría en el tercer país, después de Polonia y la URSS, donde más judíos fueron asesinados: más de medio millón, el 66,6% de esta comunidad.
“Pimpinela Smith”
En 1941, Raoul y su hermana Nina habían visto en Estocolmo Pimpinela Smith, una película de propaganda británica, protagonizada por Leslie Howard, en la que un profesor de arqueología organiza el rescate de judíos en la Alemania nazi. La película era una actualización de Pimpinela Escarlata, la novela ambientada en la Revolución Francesa. Wallenberg quedó impresionado por su idealismo y le confesó a Nina que le gustaría hacer algo parecido.
Muy pronto se le presentaría la oportunidad. En mayo de 1944, el diplomático húngaro de ascendencia judía George Mantello, que trabajaba en el consulado salvadoreño en Ginebra, publicó un informe sobre el destino de los judíos de su país de origen en Auschwitz basado en diversas fuentes, incluyendo la de testigos directos.

Niños de Auschwitz
Aunque la violencia contra los judíos era conocida, los aliados no querían dar crédito a las noticias que circulaban en la Europa ocupada sobre lo que ocurría en los campos en Polonia. La denuncia de Mantello provocó la enérgica protesta de Suiza y la advertencia del rey de Suecia, de Roosevelt y de Churchill dirigidas a Horthy sobre las consecuencias que estos crímenes tendrían para su gobierno.
Los estadounidenses también movieron los hilos para salvar a los judíos húngaros. En enero de 1944 ya se había creado la Junta de Refugiados de Guerra (WRB), encargada de canalizar fondos estadounidenses hasta Suiza para ayudar a los judíos a escapar a países neutrales.
A la iniciativa estadounidense se sumaron las de diplomáticos de países neutrales, que usaron su capacidad de proporcionar documentos a los judíos húngaros para ponerlos bajo la protección de las embajadas. Entre ellos se contaban Ángel Sanz Briz, el embajador español, y Giorgio Perlasca, un empresario italiano que trabajaba en la embajada española y que tomó el relevo de Briz cuando este volvió a España en noviembre de 1944.
La misión de Wallenberg en Budapest
En la primavera de 1944, Wallenberg fue contactado en Estocolmo por Iver Olsen, un funcionario del Departamento del Tesoro, para que se uniera a la WRB y organizara el rescate de judíos en Budapest. Pero Olsen también realizaba operaciones de guerra económica para la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS, la antecesora de la CIA). Es muy probable que los soviéticos conocieran la relación de Olsen con la OSS y que eso acabara costándole la vida a Wallenberg.
No todo eran propósitos humanitarios: Suecia aceptó asignar a Wallenberg a su embajada en Budapest a cambio de que EE. UU. disminuyera la presión sobre las relaciones comerciales de Estocolmo con la Alemania nazi. Una de las empresas suecas que más negocios mantenía con la industria de Hitler era, precisamente, el grupo Wallenberg.

Foto del pasaporte de Wallenberg, en 1944
A comienzos de julio de 1944, Wallenberg llegó a la capital húngara. Dos días antes Horthy había cedido a las presiones de Roosevelt y ordenó detener los transportes a Auschwitz. Solo quedaban en Hungría 230.000 judíos con vida, en su mayor parte en la capital.
Wallenberg comenzó a emitir pasaportes de protección que identificaban a sus portadores como súbditos suecos en espera de ser repatriados a su país. Los sobornos ayudaron a que los alemanes y los húngaros fueran más “comprensivos”. También consiguió que la baronesa Elisabeth Kemény convenciera a su marido, el ministro de Asuntos Exteriores, para que aprobara otros 9.000 pasaportes.

Copia de uno de los pasaportes proporcionados por Wallenberg
Con el dinero recaudado por judíos estadounidenses para la WRB, Wallenberg alquiló 32 edificios en Budapest y los declaró territorio sueco. Colgó banderas suecas en la fachada y carteles como “Biblioteca Sueca” o “Instituto Sueco de Investigación”.
Su tarea se estaba convirtiendo en una verdadera carrera contrarreloj. En octubre de 1944, el país pasó a estar gobernado por la organización fascista Cruz Flechada, y la persecución contra los judíos se intensificó. Wallenberg dormía cada noche en un lugar diferente para eludir la captura por las SS o la Cruz Flechada.
Al parecer, entre sus últimos logros se cuenta el haber salvado a unas docenas de miles de supervivientes de marchar hasta la extenuación hacia la frontera húngara antes de ser conducidos a Auschwitz, o disuadir a Eichmann de que destruyera el gueto de Budapest. Pero hay que tener en cuenta que, durante la guerra fría, sus hazañas fueran exageradas para hacer aparecer su asesinato por los soviéticos como un crimen especialmente vil.
Los últimos estudios del centro Yad Vashem sobre el Holocausto estiman en 4.500 personas las que Wallenberg consiguió salvar de la deportación.
Secuestro y muerte en la Lubianka
A finales de octubre de 1944, las tropas soviéticas lanzaron una gran ofensiva en dirección a Budapest, y poco antes de Navidad la ciudad había quedado rodeada. Mientras se desarrollaban los combates, el 17 de enero de 1945 Wallenberg fue convocado al puesto de mando del mariscal soviético Rodión Malinovski en Debrecen para responder a las acusaciones de espionaje.

Rodión Malinovski con su esposa Raísa en 1945
Wallenberg y su chófer fueron detenidos por agentes de SMERSH (el contraespionaje del Ejército Rojo) cuando se dirigían a Debrecen. La radio húngara, controlada por los soviéticos, dio la noticia de que habían sido asesinados por la Cruz Flechada o la Gestapo. A partir de ahí todo son especulaciones. Parece ser que fue trasladado a Moscú y encarcelado en la Lubianka, la sede de la NKVD, la policía secreta.
En 1957 los soviéticos hicieron público un documento datado diez años antes en el que el responsable de la enfermería de la Lubianka informaba a Víktor Abakúmov, jefe del KGB, de la muerte de Wallenberg tras haber sufrido un ataque cardiaco. La URSS hizo caso omiso de las presiones estadounidenses para que se diera a conocer la suerte de Wallenberg.
Esta situación cambió tras la caída del sistema comunista. En 1991, una investigación encargada por el propio gobierno ruso concluyó que Wallenberg fue envenenado con un compuesto llamado C-2 (cloruro de carbilamina-colina), creado por el experto en venenos soviético Grigori Mairanovski. En 2016 se encontraron los diarios desaparecidos de Iván Serov, jefe del KGB, en los que afirmaba que con toda seguridad Wallenberg fue asesinado en 1947.
Hubo también testimonios de personas que declararon haber visto a Wallenberg, o a alguien que se identificaba como tal, en diferentes prisiones soviéticas después de 1947, pero este es un hecho muy habitual en varios casos de “desaparecidos” en el gulag.

Nina Lagergren, hermanastra de Raoul Wallenberg, en el Capitolio estadounidense, en el año 2014
¿Por qué los soviéticos mataron a Wallenberg? Los documentos publicados en 1996 por la CIA confirmaron que Wallenberg había sido un activo del OSS durante su estancia en Hungría, posiblemente actuando como contacto con la MFM, un movimiento antinazi húngaro, pero que los aliados pensaban usar para conjurar el poder soviético.
Los servicios secretos suecos disponían de conversaciones grabadas entre Wallenberg y un agente de la inteligencia británica en Estocolmo. El controlador de Wallenberg no era otro que Iver Olsen, el funcionario del Tesoro estadounidense. Los soviéticos tuvieron conocimiento de esta relación a través de un agente doble que trabajaba en Estocolmo y tomaron medidas para asesinarlo.
La familia Wallenberg se negó a aceptar la suerte de su hijo. Hasta hoy, se han publicado teorías de todo tipo sobre su final o su paradero. Su madre, Maj, y su padrastro, Von Dardel, pasaron el resto de sus vidas buscándolo. Ambos se suicidaron con pastillas, con dos días de diferencia, en 1979.