“En Falaise vi escenas que solo Dante podría describir”: la pesadilla de los alemanes en el cerco aliado tras el desembarco de Normandía

Segunda Guerra Mundial

A comienzos de agosto de 1944, el frente alemán en Normandía cedió ante las ofensivas aliadas y todo se precipitó rápidamente, dejando libre el camino hacia París

Un soldado pasa junto a un tanque Sherman canadiense en St. Lambert sur Dive, 18 de agosto de 1944

Un soldado pasa junto a un tanque Sherman canadiense en St. Lambert sur Dive, 18 de agosto de 1944

Dominio público

Stéphane Jonot, director del Memorial de Montormel, situado al noreste de la pequeña ciudad normanda de Chambois, me muestra el pequeño puente sobre el río Dives en Saint-Lambert. Cuesta creer que este lugar tranquilo y bañado por el sol (muy cerca de aquí se encuentra Camembert, la localidad de la que es originario el célebre queso) fue, en agosto de 1944, el escenario del aplastamiento de todo un ejército.

La batalla de la bolsa de Falaise-Chambois fue el último acto de la campaña de Normandía. Contrariamente a lo que muchos creen, esta no acabó con el célebre desembarco del 6 de junio, sino que se prolongó durante setenta y seis largos días. Tampoco fue una batalla fácil que los aliados “solucionaron” valiéndose de su superior potencia de fuego y su aviación. La lucha en Normandía fue un combate comparable en dureza a los del frente del Este o a Verdún y el Somme, en la Primera Guerra Mundial.

Abriendo brecha en el frente alemán

La estrategia del general británico Bernard L. Montgomery, que dirigía la batalla terrestre, consistía en atraer al área de Caen a las divisiones panzer para facilitar la ruptura del frente alemán en la zona occidental. Durante junio y julio las sucesivas ofensivas de Montgomery, apoyadas por un abrumador poder aéreo y artillero, habían fracasado ante la defensa alemana.

Tras semanas de lucha de desgaste y lentos avances en el sector occidental, dominado por el denso bocage, que favorecía la defensa, el día 25 de julio los estadounidenses desencadenaron la Operación Cobra. El ataque principal se concentró en un sector de menos de 15 km al oeste de Saint-Lô. Las posiciones de la División Panzer Lehr fueron devastadas por más de tres mil toneladas de bombas lanzadas por 1.500 bombarderos venidos de Gran Bretaña.

El frente alemán cedió rápidamente, y cinco días después los estadounidenses alcanzaban Avranches, a 60 km de su línea de partida, abriendo el camino hacia el centro de Francia y hacia Bretaña. El 3.º Ejército de Patton, que acababa de entrar en línea, se lanzó rápidamente hacia el oeste.

Sombras de sospecha

Hitler se negó a dejar a sus soldados retirarse y ordenó un contraataque. Tras el fallido atentado del 20 de julio, un ambiente de sospecha y terror dominaba la toma de decisiones alemana. Ni el comandante en jefe en el oeste, mariscal Günther von Kluge, ni los oficiales en el frente creían en el contraataque, pero nadie osó oponerse por miedo a ser acusado de traición.

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La Operación Lüttich (el nombre alemán de Lieja), lanzada el 7 de agosto en la zona de Mortain, pretendía llegar a Avranches y cortar por la base el avance estadounidense. Pero el descifrado de Ultra permitió a los aliados conocer los movimientos de los panzer, que se estrellaron contra las sólidas defensas estadounidenses. La aviación aliada desbarató todos los ataques, y los alemanes perdieron un tercio de los blindados empleados.

Pese a todo, Hitler prohibió terminantemente cualquier repliegue. Esto hizo que sus tropas fueran rodeadas rápidamente por el norte y, especialmente, por el veloz avance estadounidense.

El cerco de Falaise

Los aliados no planificaron cercar a las tropas alemanas en Normandía, sino que la situación evolucionó después de Cobra y del fracaso de Mortain. Con los estadounidenses actuando como yunque y los británicos como martillo, los alemanes se fueron dejando atrapar en un gigantesco cerco.

El 8 de agosto, los estadounidenses tomaron Le Mans y giraron hacia Argentan, en la “base” de la bolsa. En el norte, Montgomery se apoderó de Falaise el 14 de agosto. El avance aliado fue muy lento, debido a la resistencia fanática de algunas unidades alemanas, como la 12.ª SS Panzer Hitlerjugend, que perdió el 70% de sus efectivos en Normandía.

Soldados aliados en la localidad francesa de Falaise, 1944

Soldados aliados en la localidad francesa de Falaise, 1944

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Por extraño que parezca, estas unidades aún intentaban contener al enemigo en vez de retirarse hacia la salvación. Sin embargo, la falta de coordinación entre las dos pinzas contribuyó más a la lentitud del avance. Simplemente, los comandantes aliados no tenían experiencia en este tipo de maniobras de embolsamiento.

Pero a los alemanes se les acumulaban las malas noticias. El 15 de agosto, los aliados desembarcaron en la costa de la Riviera, en el sur de Francia. Ahora existía la posibilidad de que la vía de retirada de los alemanes hasta la frontera quedara cortada, liquidando de un plumazo la guerra en el oeste.

Kluge advirtió desesperado a Hitler de que no importaba cuántas órdenes diera de resistencia: “Las tropas no tienen la capacidad, no son lo bastante fuertes como para derrotar al enemigo […], no hay ningún poder en este mundo capaz de hacer cumplir su voluntad solo dando una orden”.

El 19 de agosto, la 1.ª División Blindada Polaca, del general Stanisław Maczek, alcanzó el monte Ormel (donde ahora se encuentra el memorial de la batalla). Montgomery cedió a los polacos el honor de sellar la trampa y vengarse así de la aniquilación de su orgulloso ejército a manos de la Wehrmacht en 1939.

El corredor de la muerte

Entre tanto, Hitler había cesado a Kluge, que se quitó la vida con veneno para evitar rendir cuentas por su implicación en el complot del 20 de julio. Fue sustituido por el agresivo mariscal Walter Model, que decidió, a pesar de lo prometido a Hitler, acelerar la evacuación de la bolsa.

La 2.ª SS Panzer Das Reich presionaba desde el este para abrir un pasillo por el que pudieran escapar sus camaradas, pero los polacos mantuvieron con tenacidad el monte Ormel. “Somos tanques polacos, no tanques de juguete”, dijo Maczek, desobedeciendo la orden de retirarse. “No me moveré hasta que el último alemán esté muerto o prisionero”, sentenció.

Columna alemana destruida por una división polaca en Normandía, 1944

Columna alemana destruida por una división polaca en Normandía, 1944

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Dos ejércitos alemanes, cien mil soldados, habían quedado atrapados en un cuadrilátero de unos 40 km de longitud. Solo un estrecho pasaje quedaba abierto al este. Sobre las columnas alemanas que pugnaban por abrirse paso por ese “corredor de la muerte”, antes de que los aliados cerraran la bolsa, se abatieron los cazabombarderos.

Pueblos como Saint-Lambert-sur-Dives y Chambois se convirtieron en una trampa mortal cuando los alemanes quisieron atravesar los vados y los estrechos puentes que cruzaban el Dives. La densidad de fuego aéreo era tan grande que tuvieron que anularse los ataques para evitar los choques entre aviones. Los bosques ardían por los proyectiles de fósforo de la artillería.

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Los restos de hombres, vehículos y caballos se extendían a lo largo de varios kilómetros, cubriéndolo todo con el hedor de la descomposición, acelerado por el intenso calor de agosto. Incluso los pilotos de las avionetas de reconocimiento percibían el olor a varios cientos de metros de altura. La infantería estadounidense tuvo que valerse de bulldozers para abrirse paso entre las montañas de muertos en Argentan. “En Falaise vi escenas que solo Dante podría describir”, recordaba el general Dwight E. Eisenhower, comandante supremo aliado, que visitó la zona.

Eisenhower en uno de los escenarios de la batalla de Falaise:

Eisenhower en uno de los escenarios de la batalla de Falaise:

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Una victoria decisiva

La bolsa no quedó definitivamente cerrada hasta el 20 de agosto, pero después de la liberación de París, el 25 de ese mes, aún había resistencia en los bosques dentro de la bolsa. El número de prisioneros que cayeron en manos de los aliados se estima en unos cuarenta mil.

Igual de importante fue el material destruido o capturado en la bolsa: más de nueve mil vehículos, incluyendo cuatrocientos carros de combate. Alrededor de cincuenta mil soldados alemanes consiguieron escapar del cerco y constituyeron el armazón del nuevo ejército que lucharía hasta el final del Tercer Reich en 1945.

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Estadounidenses y británicos se echaron la culpa de esa “victoria incompleta” durante años. Pero la derrota alemana era inapelable. De un total de medio millón de hombres que combatieron en Normandía, más de trescientos mil estaban muertos, heridos o prisioneros. El ejército alemán en Francia había dejado de existir. Su destrucción se conjugó con la que aquel mismo verano sufrieron las tropas alemanas en la Unión Soviética. El camino hacia el corazón de Alemania estaba abierto.

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