Robert Lyman, historiador militar: “MacArthur sabía instintivamente que, si tenía éxito, el desembarco de Inchon sería decisivo en la guerra de Corea”

Guerra Fría

La Operación Cromita, de la que se cumplen 75 años, fue una apuesta personal del general Douglas MacArthur para conseguir la iniciativa estratégica tras la audaz invasión norcoreana

El 31.º de Infantería desembarca en Inchon

El 31.º de Infantería desembarca en Inchon

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Hace 75 años, el panorama en la guerra de Corea para las fuerzas de la ONU era complicado. EE. UU. y sus aliados necesitaban conseguir la iniciativa estratégica ante un enemigo avasallador. El historiador militar Robert Lyman, coautor del libro Korea. War Without End (Osprey, 2025), ha explicado a Historia y Vida cómo el general MacArthur apostó fuerte para dar un vuelco a esta situación.

En el verano de 1950, el Ejército Popular de Corea del Norte (NKPA, por sus siglas en inglés) había invadido a su vecino del sur con una auténtica guerra relámpago. En pocos días ocupó Seúl, y Washington envió refuerzos bajo la autorización de la ONU, pero este primer contingente internacional (principalmente, compuesto por soldados de EE. UU.) fue incapaz de detener a las fuerzas de Pyongyang.

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A principios de septiembre, las fuerzas de Kim Il Sung, dictador de Corea del Norte (y abuelo de Kim Jong Un) habían acorralado a las tropas de la ONU en el perímetro de Busan, en el extremo sureste de la península asiática. Al frente de contingente internacional estaba el general MacArthur, uno de los artífices de la derrota de Japón, que ahora tenía el reto de cambiar las tornas en el primer gran asalto de la Guerra Fría.

Desembarco anfibio

No sería una misión fácil. La estrategia geopolítica de EE. UU. a principios de los años cincuenta parecía la versión invertida de la actual: la prioridad era Europa, mientras que Asia era un escenario secundario. Además, tras la Segunda Guerra Mundial, Washington había recortado sus efectivos convencionales y confiaba en la ventaja que le daba su arsenal nuclear. Todo ello se tradujo en no tener tropas preparadas en la región.

Soldados de la 27 de Infantería esperando ataques norcoreanos frente al río Nakdong, en posiciones ubicadas en el Perímetro de Pusan

Soldados de la 27 de Infantería esperando ataques norcoreanos frente al río Nakdong, en posiciones ubicadas en el perímetro de Busan

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MacArthur vio que los combates en Busan suponían un desgaste elevado. Hacía falta golpear a los norcoreanos en otro lugar. El general se fijó en Inchon, una ciudad al sur de Seúl, cerca de la costa, por donde pasaban las líneas de suministro de las tropas comunistas. Si los estadounidenses lograban desembarcar allí, el NKPA tendría que replegarse o se vería atrapado.

“El NKPA había considerado que era vulnerable a un ataque por el flanco, pero no consideraba posible que Estados Unidos lo lograra. ¿Por qué? Porque los retos que planteaban las grandes mareas hacían muy remota la posibilidad de un desembarco anfibio exitoso”, detalla Lyman.

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Los norcoreanos también pensaban de esta manera viendo las condiciones de la zona. Con marea baja, el terreno se convertía en un lodazal por donde los vehículos y los hombres tenían muchos problemas para avanzar. El mar solo subía dos horas al final del día, muy poco tiempo. Tampoco había grandes playas, como en las operaciones anfibias de la Segunda Guerra Mundial, sino que los soldados tendrían que escalar un dique de cinco metros para asaltar directamente el puerto de Inchon.

El desafío de las mareas

Además, la subida de la marea solo era suficientemente adecuada dos días de cada mes. En el paso del verano al otoño de 1950, la ventana de oportunidad se situaba en dos días concretos –el 15 de septiembre y el 11 de octubre–. El enemigo podría preparar a la perfección su defensa, si contaba con las tropas adecuadas.

MacArthur, el único dirigente estadounidense que confiaba en el éxito de la operación, no quería escuchar alternativas. Había lugares más sencillos para desembarcar, pero no amenazarían los suministros enemigos. La armada estadounidense se opuso a la operación por las dificultades de la marea. El Ejército tampoco consideraba preparados a sus soldados.

El general Douglas MacArthur defiende su postura sobre la Guerra de Corea

El general Douglas MacArthur durante un discurso en el que defendió su postura sobre la guerra de Corea

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Solamente los marines se mostraron favorables a colaborar con MacArthur, ya que querían demostrar que seguían siendo una fuerza de combate útil. Tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki, aumentó la opinión en círculos militares de que los desembarcos no tenían sentido en la era nuclear, cuando una bomba podía aniquilar de golpe una cabeza de playa.

Un general muy persuasivo

Como había hecho con el presidente Roosevelt para convencerle de invadir Filipinas en 1944, MacArthur desplegó toda su capacidad de persuasión para que la Operación Cromita (nombre clave del desembarco) saliera adelante. El momento decisivo fue el 23 de agosto. En su cuartel general en Tokio, en una reunión de dos horas y media con altos cargos militares de EE. UU., expuso con todo detalle los puntos fuertes.

Comparó su plan para Inchon con el asalto anfibio en Anzio en enero de 1944, que franqueó (no sin esfuerzos) las líneas alemanas en el sur de Italia y permitió a los aliados avanzar sobre Roma. Además, MacArthur dio la vuelta al argumento de las dificultades para desembarcar: creía que los norcoreanos no lo esperaban y la sorpresa jugaría a favor de los estadounidenses.

Con la bravuconería que le caracterizaba, llegó a asegurar que “me doy cuenta de que Inchon es una apuesta de 35.000 a 1, pero estoy acostumbrado a asumir esas probabilidades”.

A propósito de la insistencia del general para sacar adelante la Operación Cromita, Lyman da su punto de vista: “Todos los grandes comandantes deben saber cuándo arriesgarse y cuándo no hacerlo. MacArthur sabía instintivamente que, si tenía éxito, el desembarco de Inchon sería decisivo”.

Ganar la apuesta…

MacArthur salió de la reunión en Tokio con la aprobación de la Junta de Jefes de Estado Mayor de EE. UU. para proceder con Cromita. La primera división de marines encabezaría el asalto anfibio, que se fijó para el 15 de septiembre, aunque había también otras unidades estadounidenses y surcoreanas. En total, una fuerza de invasión de setenta mil efectivos se encargaría de cortar las líneas de suministros norcoreanas y de avanzar hacia Seúl.

El general de ejército Douglas MacArthur, en el centro, durante la reunión en Tokio

El general de ejército Douglas MacArthur, en el centro, durante la reunión en Tokio

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Este contingente estaría apoyado por 261 navíos de guerra de diversos tipos. Los estadounidenses solo disponían de 17 naves de desembarco de las 47 necesarias. Hubo que recurrir a los japoneses para conseguirlas, y muchas de ellas estaban comandadas por antiguos oficiales de la Armada Imperial que, solo cinco años antes, habían combatiendo contra EE. UU.

Como había sucedido con los desembarcos de Normandía, se trató de engañar a los norcoreanos con incursiones de comandos y bombardeos en diversos puntos de la península. La mascarada dio resultado. La guarnición en Inchon era muy escasa, apenas 2.500 hombres. Además, “el NKPA había derrotado a los estadounidenses durante el avance hacia Busan y no tenía en gran estima sus capacidades”, apunta Lyman.

Espías chinos y un tifón

Ni MacArthur ni su Estado Mayor fueron muy cuidadosos con el secretismo de la invasión –de hecho, se apodó “operación secreta a voces”–, convencidos de que los norcoreanos descartarían un ataque en Inchon por las dificultades orográficas. Sin embargo, estuvieron muy cerca de fracasar, ya que agentes chinos detectaron los movimientos navales estadounidenses y advirtieron a Kim Il Sung, si bien este desestimó el aviso de sus aliados.

Aunque el enemigo que estuvo a punto de dar al traste con Cromita fue el tifón Kezia, que causó graves problemas a la flota de invasión para cumplir con el calendario previsto y a punto estuvo de truncar la navegación desde Yokohama hasta las costas surcoreanas.

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Dos días antes del 15 de septiembre, las fuerzas aéreas y navales de EE. UU. comenzaron a bombardear Inchon. El plan transcurrió según lo previsto por MacArthur, con los marines capturando la pequeña isla de Wolmi-Do para facilitar la aproximación del grueso de la fuerza de invasión. Luego las tropas desembarcaron y cortaron la carretera hacia Seúl ante un sorprendido enemigo.

Toda la Operación Cromita se culminó con muy pocas bajas. Los marines sufrieron 20 muertos y 174 heridos, unas cifras minúsculas comparadas con las pérdidas en desembarcos en la Segunda Guerra Mundial como Tarawa, Peleliu o Iwo Jima. “Tanto la idea del ataque en Inchon como su ejecución fueron magníficas”, sentencia el coautor de Korea. War Without End.

Dilapidar los beneficios

Precisamente, la experiencia previa en la década anterior explica el éxito de Cromita para Lyman: “Inchon fue una batalla clásica de la Segunda Guerra Mundial. Técnicamente fue más difícil como desembarco –debido al acceso al puerto y al desembarco–, aunque su ejecución posterior fue más fácil”.

El golpe de MacArthur tuvo el éxito esperado. Además, hubo un contraataque de las fuerzas de la ONU desde Busan y los norcoreanos comenzaron a retirarse por primera vez desde el inicio de la guerra. El cambio de las tornas se rubricó el 28 de septiembre, cuando las tropas de EE. UU. reconquistaron Seúl tras una semana de duros combates en la ciudad.

Tanques M26 Pershing estadounidenses en el centro de Seúl

Tanques M26 Pershing estadounidenses en el centro de Seúl

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“El éxito en Inchon devolvió a las partes beligerantes al punto en el que había comenzado la guerra el 25 de junio de 1950. El NKPA había sido derrotado. Eso debería haber sido el final”, explica Lyman. Pero MacArthur quedó embriagado por la victoria, y el historiador añade que “EE. UU. creyó que toda Corea del Norte caería ahora en manos de Seúl. No se tuvo en cuenta la posibilidad de consecuencias adversas, como la posterior intervención de China”.

El 7 de octubre de 1950, MacArthur vio cumplido de nuevo sus deseos al recibir autorización de la ONU para que sus fuerzas cruzaran el paralelo 38 para acabar con el régimen comunista de Corea del Norte. Pese a las promesas de que la guerra habría acabado antes de Navidad, la intervención de China alargó el conflicto, provocando más pérdidas de vidas hasta acabar en tablas, rubricadas por el armisticio firmado en 1953.

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