Lluís Permanyer, el periodista que hizo de Barcelona una capital cultural
Fuentes primarias
El añorado cronista recogió el testimonio de grandes artistas para transmitir un rico y novedoso panorama de la cultura catalana y española del siglo XX en torno a la ciudad
Lluís Permanyer observa el puerto de Barcelona desde uno de los anteojos del castillo de Montjuïc
Un repaso mínimamente entretenido a la hemeroteca digital de La Vanguardia da cuenta del minucioso y riguroso trabajo que Lluís Permanyer ha venido realizando a lo largo de casi seis décadas y cuyos últimos frutos verán la luz tras su muerte esta misma semana, ya que se mantuvo activo hasta el último día.
Aunque estuvo adscrito a la sección de Internacional durante más de 20 años desde su incorporación al diario en 1966, nunca dejó de escribir sobre arte, como ya había hecho con anterioridad en la revista Destino, llevando a las páginas de La Vanguardia la obra y el testimonio de artistas de referencia y aún en pleno proceso creativo.
Así fue con Pablo Picasso, Salvador Dalí, Joan Miró, Antonio Saura, Antoni Tàpies, Eduardo Chillida o Antoni Clavé, entre otros artistas plásticos que dejaron su impronta en Catalunya. Además de literatos como Joan de Segarra, Josep Pla, Salvador Espriu, Josep Carner o Eduardo Mendoza.
Con la mayoría de ellos compartió amistad y confidencias que le permitieron ofrecer un panorama novedoso y único de la cultura catalana y española de la segunda mitad del siglo XX que han hecho de sus crónicas un referente en el estudio de la historia del arte de estas décadas. La apuesta del diario de ofrecer en color muchas de ellas gracias a la innovación gráfica que ofrecía el hueco gravado ha permitido configurar un legado único.
“Unas señoritas de Barcelona”, publicado Por Lluís Permanyer el 30 de septiembre de 2012 en su sección “Musas de Barcelona” de 'La Vanguardia'
Entre ese patrimonio inmaterial que deja Permanyer en estas páginas, a las que se suman las de numerosos libros, destacan, entre un sinfín de exclusivas, crónicas, reportajes y entrevistas el testimonio de Miró en París en primera persona en una entrevista ofrecida en varias entregas, un amplio seguimiento de cómo el artista ideó y llevó a la práctica su icónico mural del aeropuerto de El Prat o el mosaico de la Rambla, las confesiones de Dalí sobre su proceso creativo en un bar de Figueres de Un perro andaluz o las documentadas crónicas de los primeros meses de Picasso en París y de su legado en Barcelona.
La mejor huella de la ciudad en la obra del pintor malagueño, como Permanyer documenta con la complicidad de Josep Palau i Fabre, su biógrafo autorizado, en tres reportajes publicados en diferentes décadas (1988, 2012 y 2023), es precisamente una de sus obras cumbre: Las señoritas de Aviñón. Las protagonistas de este icono cubista no serían sino las jóvenes que prestaban sus servicios en un prostíbulo de la barcelonesa calle Avinyó que Picasso habría visitado.
En esta entrega reproducimos uno de ellos, “Unas señoritas de Barcelona”, publicado el 30 de septiembre del 2012 (se puede acceder a su versión original clicando sobre su título). Los otros dos son “3 burdeles 3, en la burguesa calle de Avinyó”, aparecido el 10 de mayo de 1988, y “Picasso y Catalunya, una relación intensa y permanente”, del 5 de junio del 2023.
A esta aportación se suman, aún en el ámbito de la cultura, aunque estrechamente ligada al devenir de la ciudad, el seguimiento que realizó de la génesis de la Fundació Miró y de la Fundació Tàpies como grandes referentes culturales barceloneses, una labor en la que el propio periodista se implicó de forma decisiva.
”3 burdeles 3, en la burguesa calle Avinyó”, publicado por Lluís Pemanyer en 'La Vanguardia' el 10 de mayo de 1988
La entrega periodística de Permanyer a la ciudad también es tan vasta como productiva. En 1975, con el advenimiento de la democracia, decidió dedicarse plenamente a su estudio y a la información local desde las mismas páginas de Barcelona para convertirse en el gran narrador de su transformación.
Sus informaciones y reflexiones marcaron pronto el debate público sobre la siempre perentoria reformulación de la Rambla, la recuperación de un Eixample verde y habitable que diseñó Ildefons Cerdà, el olvido en el que el consistorio tuvo durante años el paseo de Gràcia y su degradación –documentada metro a metro–, la paulatina e imparable desaparición del comercio histórico y con él su patrimonio, o la pérdida de personalidad de la plaza de Catalunya y la oportunidad perdida que supuso la urbanización del triángulo de oro o de la vergüenza, con el Zurich como último emblema.
El reportaje
“La pintura más revolucionaria de Picasso, en lo que a ruptura y apertura artística se refiere, se inspiró en una calle barcelonesa y en sus putas. El título original que le había dado el artista era directo y descriptivo, pero fue eliminado por esa hipocresía muy característica de los franceses, que ni siquiera obvió Sartre; Salmon y Kahnweiler se quedaron descansados al bautizarlo como Las señoritas de Aviñón. Se añadía un disparate geográfico, muy habitual en el ejercicio del chauvinismo.
”Aunque la obra no está en Barcelona (como es habitual en esta serie de musas barcelonesas), sí estaba el tema inspirador. Por su transcendencia en la historia de la pintura moderna, bien justifica la excepción.
”Hasta los años 70 coló y se perpetuó semejante contrasentido, incluso en ambientes barceloneses, y lo aceptaban Rafael Santos Torruella y Alexandre Cirici. Yo reivindiqué entonces que si no era posible relacionarlo con las putas, cuando menos se vinculara a nuestra ciudad: Les senyoretes del carrer d’Avinyó.
El título original que le había dado el artista era directo y descriptivo, pero fue eliminado por esa hipocresía francesa
”Uno de los motivos que se esgrimieron entonces en contra se basaba en el argumento de que en una calle tan señorial no podía haber prostíbulos; y se la tenía por señorial a causa de los vecinos allí residentes y también por hallarse entonces anclado el Bolsín. Tengo para mí que precisamente la existencia de aquella institución financiera era la que brindaba a los encopetados burgueses una coartada exquisita. “Montserrat, me’n vaig al Bolsín”, comunicaba aquel señor de Barcelona a su esposa; y ella se quedaba tan tranquila, mientras él podía dirigirse a un determinado portal próximo, que conocía muy bien.
”Mi amigo Joaquim Ventalló, periodista y político, me informó de que en la calle Avinyó había varios prostíbulos de una cierta relevancia y me confesó que en sus años estudiantiles él los había visitado, sobre todo el del número 20; me rogó que este extremo lo silenciara, para no disgustar a su esposa.
”Tengo algunas guías nocturnas de la época. Y bajo títulos insinuantes como Direcciones que se buscan o Casas de huéspedes para caballeros, sigue un listado de prostitutas, con dirección, horario y precio. En la calle de Avinyó 26, 2.º se anuncia Casa Joaquina, en la que se recibe a cualquier hora por 5 pesetas. Y en el mismo número, pero en el primer piso, Casa Ventura: sólo tardes, por 2 y 3 pesetas.
Joaquim Ventalló, periodista y político, me informó de que en la calle Avinyó había varios prostíbulos de una cierta relevancia
”Mi estimado y añorado Sempronio me informó de que, a raíz de la polémica registrada en su día a propósito de mis artículos sobre el tema, una señora le había contado que su familia tenía en aquel principio de siglo un colmado en la citada calle. Pues bien, eran clientas conocidas las putas que allí rendían visita para adquirir velas y ponerlas luego ante una pequeña imagen de la Virgen. Algo muy español...
”Que Picasso escogiera aquella temática nada tiene de sorprendente. Se trataba de un mundo que conocía muy bien. Descubrió el placer sexual muy joven, según le había precisado a Palau i Fabre. La llegada a Barcelona supuso una liberación en este sentido, habida cuenta de la colosal oferta y libertad moral que aquí halló. El único problema era que solía andar alcanzado y no se podía permitir todas las alegrías y la frecuencia que habría deseado. Su introductor fue el gran amigote Pallarés, varios años mayor que él y con dinero en el bolsillo.
”Picasso frecuentó los burdeles y, claro, resultó víctima de venéreas; el doctor Fontbona le curó y recibió así un blau formidable y alusivo. Picasso aprovechó aquellos ambientes, aquellas mujeres y aquellas relaciones para ambientar incontables obras del más variado género que febrilmente realizaba entonces, desde apuntes en cualquier pedazo de papel hasta grandes pinturas.
Picasso frecuentó los burdeles y resultó víctima de venéreas; el doctor Fontbona le curó y recibió así un 'blau' formidable
”Lo que considero más indicativo son los incontables dibujos preparatorios. En ellos está la clave: aparecen una serie de elementos que finalmente no incluyó en la pintura definitiva, por razones puramente estéticas.
”A la izquierda había situado en pie a un joven bien vestido. En unos bocetos porta un libro en la mano; en otros, una calavera. Es una evocación privada que el pintor hizo de su gran amigo el doctor Cinto Reventós, hermano del malogrado escritor bohemio y calavera Ramon. Fue Cinto quien le condujo un día al corralet del Hospital de la Santa Creu; tan impresionado quedó ante la omnipresencia de la muerte, que pintó una obra de una anciana muerta y que donó a la Fundació Picasso-Reventós.
”En el centro y sentado, perfiló la presencia de otro hombre: el marinero.
”Ambos personajes casaban mucho en aquel ambiente. En efecto, los estudiantes se iniciaban en los prostíbulos y de forma patética en los secretos del sexo, que no del amor. Los marineros eran una fauna habitual ya desde la Barcelona medieval, al imponerse como un puerto de referencia, que acabó por ser el más importante del Mediterráneo. Al recalar, las tripulaciones, luego una larga travesía, iban directos al burdel. El de Madame Petit exhibía una gran pizarra con la cotización de las principales monedas del mundo.
En los incontables dibujos preparatorios está la clave: una serie de elementos que no incluyó en la pintura definitiva
”Sobre la mesa, el porrón. Un símbolo fálico que ya había representado en otras obras. Tenía un sentido al estar cabe el plato con varios cortes de una fruta. Algunos mencionan melón; craso error: sandía; y es que le otorga la misión de constituir el contrapunto al falo: el sexo femenino. El color rojo encendido resulta fundamental en este contexto. ¿Muy propio y representativo todo ello de la francesa ciudad de Aviñón, sin universidad ni puerto e ignorante de lo que es el artefacto porrón? Un poco de formalidad.
”Kahnweiler, el marchante de Picasso, cuenta en sus recuerdos que el pintor le confesó cuánto le cabreaba el título del cuadro; y añadía que conocía a la perfección la barcelonesa calle de Avinyó, al rendir frecuente visita a la tienda de utillaje artístico para comprar colores.
”Un John Richardson mal asesorado sobre el ambiente histórico de aquella Barcelona a caballo del XIX y el XX dictaminó que el cuadro nada tenía que ver con Barcelona. En 1994, Jacint Reventós i Conti había ya publicado un artículo en La Vanguardia sobre esta pintura magistral y puso en boca de su querido amigo Picasso esta afirmación diáfana, concluyente: ‘Todo lo que se ha ido perorando sobre el cuadro, nada de nada… Era simplemente una casa de señoritas donde íbamos con tu padre’. ¿Enterados?”