Más allá de la icónica huida de Cary Grant en la sede neoyorkina de Naciones Unidas encarnando a Roger Thornhill, un anónimo ejecutivo de cuentas que se ve accidentalmente involucrado en una trama de alto espionaje, en ‘Con la muerte en los talones’ –un filme, por cierto, estrenado en el Festival de San Sebastián de 1959–, la Asamblea General de la ONU ha sido escenario de numerosas escenas tan llamativas como impropias de la que debería ser máxima sede de la diplomacia internacional.
El desplante y abucheo de numerosas legaciones al primer ministro de Israel, Beniamin Netanyahu, cuando se dirigía a la tribuna de oradores o las acusaciones de sabotaje lanzadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tras quedarse atrapado en una escalera mecánica o fallarle el teleprompter no son sino los últimos episodios de una serie de sonados sucesos que se vienen repitiendo desde la creación de este organismo tras la Segunda Guerra Mundial.
Uno de los episodios más impactantes de esta larga historia de diplomacia mejor o peor interpretada es el atentado con granada anticarro que sacudió y dejó a oscuras el organismo cuando Ernesto Guevara se dirigía a la Asamblea en 1964 en representación del Gobierno cubano en un histórico discurso en el que reivindicaba la revolución del Tercer Mundo contra el imperialismo. El artefacto, lanzado con un mortero desde la orilla del río Hudson en Queens, no llegó a impactar en la sede de la ONU, aunque su onda expansiva de dejó notar generando el desconcierto de los presentes.
Sin embargo, el que ha pasado a la historia como uno de los momentos más llamativos de la Guerra Fría fue el de los supuestos zapatazos sobre su pupitre –supuestos dado que no hay testimonios gráficos ni audiovisuales– de Nikita Jrushchov, presidente del consejo de ministros de la Unión Soviética y primer secretario del partido comunista de la URSS, en la sesión plenaria de la Asamblea General celebrada el 12 de octubre de 1960.

Nikita Jrushchov en las Naciones Unidas
Al dirigente soviético le habría soliviantado la denuncia del delegado filipino Lorenzo Sumulong del “colonialismo” que Moscú ejercía sobre algunas de las repúblicas que formaban la Unión Soviética en un momento en el que los nacionalismos eran un tema tabú para el “socialismo internacionalista”, que en el caso soviético promovía una intensa rusificación de todo el territorio. Es el texto que ofrecemos íntegro.
El caso es que Jrushchov dejó su asiento y se acercó a la tribuna gesticulando como si tratase de apartar a Sumulong, aunque sin llegar a hacerlo. El presidente de la Asamblea, el irlandés Frederick Boland, se vio obligado a intervenir pidiendo moderación y contención al orador, que siguió su discurso hasta que fue interrumpido por abucheos y golpes, entre ellos presumiblemente los del zapato del dirigente soviético.
Tratando de imponerse, Boland apagó el micrófono del orador y dio por finalizada la sesión golpeando su martillo con tanta fuerza en su mesa que lo rompió, para mofa de las delegaciones del bloque del Este.
El manifiesto
“Mi delegación, la filipina, otorga una gran importancia a esta ponencia titulada Declaración sobre el otorgamiento de independencia a países colonizados, que ahora está siendo debatida.
”Hemos sido un país colonizado. Hemos pasado por todas las pruebas y tribulaciones de ser un pueblo colonizado. Nos llevó siglos y siglos luchar, combatir y ganar nuestra lucha por el reconocimiento a nuestra independencia y, por lo tanto, sólo sería consistente con nuestra historia, nuestra experiencia y nuestras aspiraciones como pueblo que votemos a favor de llevar esta ponencia al máximo nivel posible de la Asamblea General.
Hay gentes y territorios privados de sus derechos civiles y políticos que han sido engullidas por la URSS
”Mientras no llegue la ocasión de hacerlo me gustaría dejar registro de la visión de mi delegación sobre la importancia, así como el alcance de las metas y objetivos de este documento. Creemos que esto es necesario en vista de las declaraciones realizadas por el premier de la Unión Soviética al comienzo de esta reunión.
”Nuestra opinión es que la declaración propuesta por la Unión Soviética debería cubrir el inalienable derecho a la independencia no sólo de las gentes y territorios que aún subyacen bajo el dominio de las potencias coloniales occidentales, sino también de las de Europa Oriental, que han sido privadas del libre ejercicio de sus derechos civiles y políticos, y que han sido engullidas, por así decirlo, por la URSS.”