Frente a la omnipresencia física de Donald Trump, su mano derecha Elon Musk prefiere mantener un perfil pródigo en las redes sociales. Además de adoctrinar a la ultraderecha sin fronteras y difundir desinformación, el hombre más rico del mundo cultiva la imagen del workaholic, adicto al trabajo.
Lo último es que está tan dedicado a la enorme labor de ayudar a Trump para salvar Estados Unidos que duerme en las dependencias del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) que él dirige, en el complejo anexo a la Casa Blanca. La eficiencia se la toma muy en serio y en la oficina ha instalado su campamento, si bien le ofrecieron la habitación Lincoln de la residencia presidencial, que se ubica ahí al lado.
No deja de ser la misma pauta que adoptó cuando compró Twitter en el 2022. Entonces se pasaba día y noche en el edificio del centro de San Francisco en su labor por desarrollar su plan para la plataforma, que continúa hoy igual de ruinosa económicamente, pero muy rentable como órgano de propaganda.
Una de las exigencias para quedarse como funcionario es la lealtad a Trump y ayudar en su misión
Trasladando a Washington los mismos parámetros que facilitaron la transición de Twitter a X, con al menos 7.000 despidos, la llamada elonificación del Gobierno Trump se ha puesto de manifiesto con la carta digital remitida el martes a más de 2,3 millones de funcionarios federales por la oficina de personal (OPM). En el texto había una oferta de incentivos financieros para renunciar a su tarea en la Administración.
Las similitudes han resultado asombrosas. Lo primero que llamó la atención de Hamilton, nombre adoptado para respetar el anonimato de este civil servant dedicado a la ciencia, fue leer el asunto del mensaje.
Decía Fork in the road –bifurcación del camino–, idéntico título que recibieron varios miles de empleados de Twitter en noviembre del 2022.
En esta ocasión, el contenido posterior era una adaptación a la nueva Administración. El primer concepto expuesto era la prohibición de mantener el trabajo en remoto.
Según Hamilton, el llamado programa de renuncia diferida incluía “otras tres balas”, muy en línea con el trumpismo: lealtad al presidente, contribuir a hacer grande América de nuevo y cumplir bien con la misión.
La política por encima del servicio o la operatividad, reflexionó Hamilton, que no piensa responder a la carta. Responder significa dejar el puesto el 6 de febrero con la promesa de cobrar el salario completo hasta el 30 de septiembre.
Antes de acceder a la Casa Blanca, Musk sugirió esta idea de renuncias voluntarias, aunque dijo que la compensación estaría en torno a los dos años de salario. La realidad es solo de ocho meses y bajo la incertidumbre de que es una promesa que quedará en manos del Congreso. Nadie tiene garantizado cobrar ese dinero, recalcaron los expertos. Así que esta táctica para reducir el tamaño del Ejecutivo se enfrenta a obstáculos de implementación y legales.
Según el dueño de empresas como Tesla y SpaceX, fuertemente subvencionadas por la Administración, la oferta dará la oportunidad a los que renuncien de “hacer las vacaciones siempre deseadas o ver películas y relajarte”. Pero la vaguedad del lenguaje hizo que prendiera el escepticismo entre los afectados, y son muchas las llamadas para rechazar la oferta.
Los conocedores del mundo Musk remarcaron que en esa carta se palpan las huellas de su estilo personal cuando se advierte a los que se queden de que deberán “adoptar una nueva cultura del rendimiento” y atenerse al riesgo de que sus puestos laborales sean luego recortados o reducidos.
Esto no deja de ser una forma clara de intimidación. Algunos exejecutivos de Twitter reconocen, por su experiencia personal en la red social, que ese trato es como experimentar la sensación de tener un cuchillo en el cuello. Muchos empleados aceptaron las compensaciones para irse y ahora están en los tribunales porque nunca recibieron las indemnizaciones.
Pero también es cierto que el Gobierno no es una empresa privada y, simplemente, no puede ordenar despidos masivos. Sin olvidar que muchos funcionarios pertenecen a sindicatos.



