Abdulah Öcalan, el encarcelado líder intelectual y fundador del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), la guerrilla kurda de Turquía, pidió este jueves entregar las armas y poner fin a la lucha armada tras 40 años de conflicto con el Estado turco, que ha dejado más de 45.000 entre combates y atentados.
Esta destacada declaración, que puede poner punto y final a uno de los problemas territoriales más enquistados de Oriente Medio, se produjo tras la reunión de siete altos cargos del Partido por la Igualdad y la Democracia de los Pueblos (DEM) —el partido prokurdo de Turquía— con Abdullah Öcalan. “No hay, ni puede haber, un camino fuera de la democracia para las reformas y la búsqueda de un nuevo sistema”, aseguró el líder kurdo en su carta, en la que asumió “la responsabilidad histórica de este llamamiento al desarme”.
Según el experto seguridad de Atlantic Council, Omer Ozkizilcik, consultado por La Vanguardia, los kurdos se han visto obligados a aceptar el pacto. “El PKK ya no tiene la capacidad de lanzar atentados en Turquía, y ha perdido su presencia guerrillera en el sureste del país”, explicó. Además, Öcalan tiene una motivación personal: la posibilidad de salir de prisión y cumplir arresto domiciliario, una de las condiciones de la negociación.
Acuerdo en el gobierno
El pacto puede ser clave para la continuidad de Erdogan
El pacto entre el PKK y Turquía llega en un momento en que el presidente turco, Recep Tayip Erdogan, necesita el apoyo del DEM para mantenerse en su puesto: los votos prokurdos son indispensables para aprobar la reforma de la constitución que permita al turco presentarse a un cuarto mandato. El líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) lleva más de 22 años al frente del país, tres ocasiones como primer ministro y otras tres como presidente.
Por su parte, el DEM mantiene que este movimiento de desarme debe ir acompañado por más garantías de los derechos de los kurdos, un pueblo sin estado disperso en diversos enclaves que atraviesan Siria, Irak y sobre todo en Turquía, donde representan más del 20% de la población.
Este último intento de negociación de paz se remonta al pasado octubre, cuando el ultraderechista y socio del presidente Erdogan, Devlet Bahceli, sugirió que Abdullah Öcalan podría quedar en libertad condicional si el PKK se disolvía y renunciaba a la lucha armada.
Sin embargo, la estocada decisiva del PKK no ha llegado desde Ankara, sino desde Damasco. “Todo esto está relacionado con la reciente caída del régimen de Bashar El Asad en Siria”, aseguró a La Vanguardia el profesor de Sociología en la Universidad Hacettepe de Ankara, Baris Tugrul. “Los turcos siempre han mantenido una postura hostil hacia la administración kurda en Siria, encabezada por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS)”, que contaba con “el apoyo militar y logístico” de Estados Unidos.
“La estrategia (de las FDS) de obtener protección rusa, apoyo estadounidense e iraní, y la protección del régimen de Asad, colapsó”, sostiene Ozkizilcik. Ahora solo cuentan con el respaldo de Estados Unidos, que probablemente también se desvanezca. Tras su llegada a la Casa Blanca, “Trump dejó claro que no tenía intención de mantener tropas estadounidenses en la región y anunció su retirada, lo que supuso una grave amenaza para la administración kurda en Siria”, detalló Tugrul.
El Estado turco “vio en esta retirada una oportunidad para actuar, ya que los kurdos perdían así la protección de los americanos”. Por su parte, el comandante al mando de las FDS, Mazloum Abdi, dió la bienvenida al “histórica” decisión de Öcalan, aunque precisó que el desarme solo se aplicará únicamente al PKK y “no está relacionado (con su actividad) en Siria”.
Conflicto territorial
Öcalan, un símbolo de la lucha kurda
El rostro de Abdullah Öcalan, enarbolado en banderas en manifestaciones pro kurdas de todo el mundo, se ha convertido en la imagen del movimiento para alcanzar una autonomía territorial. Nacido cerca de la frontera sur del país, fundó el partido PKK, de ideología marxista, en 1978 y tuvo que desplazarse a Siria tras el golpe de Estado en Turquía, en 1980.
Cuatro años después comenzó la insurgencia armada contra la dictadura de Kenan Evren, con numerosos atentados contra puestos y convoyes militares turcos en el sureste del país, y que se ha mantenido activa hasta día de hoy. El gobierno de Erdogan ha lanzado numerosas campañas militares contra el territorio controlado por el PKK, a cuya organización considera “terrorista” y una “amenaza a la seguridad nacional del país”.
Öcalan fue encarcelado en 1999 y, en un principio, condenado a muerte, aunque luego se le concedió la cadena perpetua. El político y guerrillero ha pasado estos últimos 26 años en la isla de Imrali, aunque sin perder el liderazgo del partido.
Ha habido otros intentos de paz entre el PKK y Turquía, como el alto al fuego de marzo de 2013, donde Öcalan pidió deponer las armas en un momento en que comenzaban las negociaciones con el Gobierno de Erdogan. Sin embargo, este intento fue frustrado en 2015, a causa de un ataque antikurdo en la frontera siria, que dejo 34 muertos.
