Rumanía celebra hoy la repetición de las elecciones presidenciales anuladas en diciembre pasado por supuesta injerencia rusa, en medio de una creciente polarización ciudadana y con un ultranacionalista como gran favorito, al menos para acceder a la segunda vuelta del 18 de mayo.
Cuatro de los once candidatos que se presentan tienen –según las encuestas– posibilidades para acceder a la ronda decisiva, a la que llegará casi seguro el líder del partido ultra AUR, George Simion, como probable ganador de la primera votación. Más incierto es quién le acompañará en la segunda ronda, bien el actual alcalde de Bucarest, el independiente Nicusor Dan; el candidato oficialista y centrista Crin Antonescu, o el populista ex primer ministro socialdemócrata Victor Ponta.
Calin Georgescu, vetado ganador de la anterior elección por la injerencia rusa, apoya ahora a Simion
Unos 18 millones de ciudadanos con derechos de voto dentro y fuera de Rumanía están llamados a las urnas. La gran diáspora rumana, con varios millones de personas en Europa, ha podido votar desde ayer en los consulados.
La presidencia rumana no es un mero cargo protocolario. El jefe de Estado define la política exterior y de seguridad del país, lo que le da más importancia a estas elecciones. Rumanía es un país clave en la UE y en la OTAN, comparte con Ucrania unos 500 kilómetros de frontera y hasta el momento ha prestado un importante apoyo al país en guerra.
El proceso electoral que se inició el 24 de noviembre pasado con la primera vuelta fue anulado por el Tribunal Constitucional 48 horas antes de la segunda ronda, que estaba prevista para el 8 de diciembre. Los magistrados justificaron la anulación por una injerencia rusa denunciada por los servicios de inteligencia y que habría sido detectada en redes sociales a favor del candidato ultranacionalista y considerado prorruso Calin Georgescu. Ganador de la primera ronda, Georgescu acabó siendo inhabilitado para la repetición electoral.
Lo sucedido en los últimos meses, incluyendo la dimisión del presidente anterior, Klaus Iohannis, que fue relevado el 12 de febrero por el hasta entonces presidente del Senado, Ilie Bolojan, ha polarizado a una población cada vez más desilusionada con la clase política. El país balcánico, hasta ahora un baluarte euroatlántico, está virando hacia posiciones cada vez más populistas y prorrusas.
“La mitad del país sigue sufriendo hoy bajo la pobreza. En las zonas urbanas la vida es buena, pero en el campo mucha gente siente que estaba mejor bajo el comunismo –explicó en un reciente encuentro con la prensa la analista Oana Popescu-Zamfir, antigua secretaria de Estado para Asuntos Europeos–. Por eso, una importante parte de la gente se siente abandonada y ha perdido su confianza en la democracia”.
Impulsado por el malestar por la anulación electoral y la posterior inhabilitación de Georgescu, Simion espera aglutinar el voto de protesta y ultranacionalista, que, según las encuestas, le podría dar entre un 29% y un 35 % en primera vuelta. El líder de AUR cuenta ahora con el apoyo del descabalgado Georgescu. Declarado crítico de la UE, de la OTAN y de las ayudas europeas a Ucrania, admirador de Donald Trump y persona non grata en Moldavia y Ucrania por sus reclamaciones territoriales, Simion llegaría con casi total seguridad a la segunda vuelta.