La estación de São Bento, un antiguo convento del centro de Oporto, conserva tal encanto que, en medio del enjambre de turistas, dan ganas de ponerse a buscar a Marcello Mastroianni en el papel de protagonista de Sostiene Pereira , la película de la inmensa novela de Antonio Tabucchi, de sólo 184 páginas, ambientada en el Portugal de 1938. La perspectiva del realismo mágico resulta de lo más adecuada para la carrera portuguesa hacia las urnas. Acabó encabezada, en apariencia, por el actual primer ministro, el conservador Luís Montenegro, cuyo escándalo de corrupción precipitó las elecciones.
Los problemas gástricos que sufrió dos veces esta semana el ultra André Ventura y que le apartaron de la campaña añaden otro misterio. Sus efectos semejan ambivalentes. Podrían beneficiarle, ante el bastante piadoso electorado al que se dirige, o perjudicarle, al enfatizar el carácter unipersonal de su partido, Chega.
“Ventura tuvo menos gente la semana pasada que ayer Montenegro y que Pedro Nuno (Santos)”, aseguraba este viernes en la señorial calle de Santa Catarina Ari, un retratista brasileño. Hacía balance de los tradicionales pasacalles, de estilo muy futbolísticos que siguen esforzándose en hacer los partidos. Empiezan a ser actos tan extemporáneos que quizá también deban catalogarse como ejercicios de realismo mágico.
Si bien resulta creíble, porque Chega tiene más fuerza en Lisboa y en el sur que en el desde siempre conservador norte, el testimonio del brasileño Ari es de parte. Los inmigrantes son junto a los gitanos los demonios familiares de Ventura. Llegó con su esposa a Oporto desde Curitiba hace cinco años. Ha visto como la proporción de población extranjera se disparaba en Portugal, hasta el 15% actual, frente al 4% del 2015. “Sí que hay un poco de xenofobia, en algunas personas”, comenta, mientras recuerda que durante los siglos XIX y XX los portugueses emigraron en masa a Brasil. Esta paradoja recibió una bendición electoral el año pasado, cuando Chega se impuso en el voto de los residentes en el exterior.
Sin su desastre en el Parlamento y el coste de su apoyo a Trump, Chega podría competir por la victoria
Cada vez que un inmigrante comete un crimen grave, o aparece como sospechoso, Ventura convierte el caso en una categoría general. Nada le importa que las autoridades, al igual que los estudios científicos internacionales, desmientan la ecuación de que el aumento de la inmigración genera más delincuencia. Los datos oficiales también destacan la aportación de los extranjeros para sostener la Seguridad Social de un Portugal muy envejecido.
Como sucedió en otros muchos países, la escalada de Chega del 2024, cuando subió del 7% al 18%, condujo a los dos grandes partidos a endurecer sus posiciones sobre inmigración. Desde el Gobierno, el conservador PSD anuló el anterior procedimiento de legalización y acaba de anunciar la expulsión de 4.000 irregulares, una medida más bien testimonial. Y los socialistas abdicaron de la política que tenían con el ahora presidente del Consejo Europeo António Costa de primer ministro.
Costa dimitió en noviembre del 2023 por un caso de corrupción que judicialmente quedó en nada, pero que sirvió de combustible para Ventura, como sucede con el escándalo de la consultora del actual primer ministro, Montenegro. En un polémico cartel, Chega lo equiparó a José Sócrates, antiguo primer ministro socialista que estuvo preso por cobrar presuntamente millones de euros en comisiones a través de un amigo, caso aún pendiente de juzgar.
“La tasa de criminalidad de Chega es superior a la de los inmigrantes”, le espetó a Ventura Mariana Mortágua, líder de Bloque de Izquierda, en el cara a cara televisivo que en Portugal mantienen todos los candidatos. Hacía referencia a escándalos como el del diputado que robaba maletas en el aeropuerto del Lisboa o al dirigente acusado de prostitución de menores. Ventura, mucho más hábil dialécticamente que su amigo Santiago Abascal, puso el dedo en la llaga de Mortágua al insistir en que su gemela ocupa uno de los cinco escaños del Bloque.
Los extranjeros han pasado del 4% al 15% en 10 años, sin que haya rastro oficial de una mayor delincuencia
En esa liguilla de debates, Ventura fue acorralado por su apoyo a los aranceles de Donald Trump, a cuya toma de posesión asistió. De este modo, el enigma reside en cómo operan los factores que Chega usa a su favor, la inmigración y la corrupción, y aquellos con los que lo fustigan sus rivales, Trump y un desempeño institucional desastroso. Las encuestas, de alto riesgo en Portugal, resuelven el misterio pronosticando que Chega hasta podría subir un poco. Sin los factores en contra, estaría peleando ahora con conservadores y socialistas, pues el año pasado se quedó a sólo 10 puntos.
En el evocador Majestic Café, de 1922, tampoco había este viernes rastro de Mastroianni en el papel de Pereira. El realismo mágico está confinado a la campaña. A ver si se cuela en las urnas.