Hizbulah se niega a entregar las armas

Líbano busca una salida

El presidente de Líbano propone el desarme de la milicia y abrir negociaciones con Israel

A Hezbollah member who lost several fingers and one of his eyes during Sept. 17, 2024 pager explosions, casts his vote at a polling station during municipal elections in the town of Nabatieh, south Lebanon, Saturday, May 24, 2025. (AP Photo/Mohammed Zaatari)

Un miembro de Hizbulah que perdió varios dedos en el atentado israelí de los ‘busca’ votó el sábado para elegir al alcalde de Nabatieh 

Mohammad Zaatari / Ap-LaPresse

Seis meses después de la firma del alto el fuego en Líbano, la vida ha regresado al sur del país, al valle de la Beká y a los suburbios chiíes de Beirut, donde banderas recién estrenadas de Hizbulah siguen ondeando entre el tráfico y las ruinas de los edificios aún sin reconstruir. La guerra ha provocado un vuelco político en el país: tras dos años sin jefe de Estado, el nuevo presidente y exlíder de las Fuerzas Armadas Libanesas, Joseph Aoun, ha despertado una idea impensable hasta ahora: la normalización de relaciones con Israel.

En una entrevista con el diario Annahar , con motivo de su visita a Riad, Aoun reiteró el compromiso de Líbano con la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, que exige la retirada de Israel de todos los territorios ocupados —incluidos Cisjordania, Gaza y los Altos del Golán— a cambio de la normalización de relaciones con los países árabes. El texto también demanda la creación de un Estado palestino con capital en Jerusalén Este y el derecho al retorno de los desplazados. “La prioridad para Líbano no es su relación con Israel, sino más bien estabilizar sus fronteras y resolver disputas territoriales, especialmente con Israel, en zonas en litigio como las Granjas de Shebaa”, afirmó.

Hizbulah mantiene su apoyo en el sur y el este del país, donde no ven posible un acuerdo con Israel

Por su parte, Israel, que se encuentra en negociaciones —por el momento discretas— con el nuevo poder islamista de Siria, ve la oportunidad de firmar nuevos pactos con los dos países vecinos que hasta ahora eran declarados enemigos. “No hay ninguna razón hoy en día para no avanzar hacia un acuerdo con Siria y Líbano”, declaró el embajador de Israel en Estados Unidos, Yechiel Leiter, en una entrevista con el canal online conservador PragerU, y añadió que ese acuerdo “podría suceder antes que con Arabia Saudí”.

Sin embargo, para una mayoría de la sociedad libanesa, la paz con Israel continúa siendo un tabú. “Mi madre, que no es nada religiosa, preferiría ponerse a disparar a soldados israelíes en la frontera antes que ver un acuerdo con los israelíes”, asegura Layal, una joven chií que, a pesar de “no estar absolutamente de acuerdo con Hizbulah”, no abandona la “idea de resistencia que nos enseñó sayed Hassan (Nasralah)”. Según ella, “cualquier tipo de acuerdo es una traición por todo lo que hemos sufrido”.

La milicia chií se encuentra en su momento militar más débil en décadas. La muerte de Nasralah y de prácticamente toda la cúpula del Partido de Dios ha provocado que el grupo entre en una etapa de letargo, incapaz de retomar su ofensiva contra los israelíes. El nuevo gobierno libanés, más cercano a Estados Unidos, ha propuesto el desarme de la organización y la integración de los combatientes de la que hasta ahora era la milicia más profesionalizada del mundo en las Fuerzas Armadas Libanesas (LAF, por sus siglas en inglés).

“Las bases de Hizbulah y la comunidad chií no aceptarán entregar las armas”, explica Ali, un joven chií que prefiere no decir su nombre real. “La Resistencia es parte del motivo de la existencia de Hizbulah, que nació para proteger a la gente del sur, abandonada por el gobierno durante la ocupación israelí” —desde 1982 hasta el 2000—, dice, y añade que “esa parte del país siente que el actual gobierno no actúa a favor de sus intereses”. En el terreno político, además, Aoun necesita convencer al complejo arco parlamentario libanés, donde otras facciones no vinculadas a la milicia se oponen frontalmente a dialogar con Israel y miran con recelo la propuesta de aceptar a combatientes en las filas del Ejército. “Si el gobierno fuerza esa situación, probablemente haya incidentes contra instituciones públicas”, añade Ali.

El propio Aoun es consciente de ese escenario en un país que vivió un durísimo conflicto civil entre 1975 y 1990. “Hay dos opciones (para el desarme): la fuerza, lo que significaría entrar en una guerra civil que no aceptaré, o el diálogo con Hizbulah para hacerles comprender que es el Estado quien los protege y quien responde a sus inquietudes”, explicó el presidente esta misma semana. “Esto ocurrirá a través del diálogo y la comunicación. Los libaneses ya no desean oír lenguaje bélico y yo tampoco quiero escucharlo porque no podemos soportar otra guerra”, añadió. “El Estado los protegerá si temen ataques israelíes a organizaciones terroristas o al extremismo. Las amenazas dirigidas a ellos (los chiíes) son amenazas contra todo el Líbano y es el Estado quien debe asumir esa responsabilidad”.

Sin embargo, y a pesar del acuerdo de alto el fuego, los ataques israelíes en territorio libanés no han cesado desde noviembre, aunque con mucha menos intensidad. Líbano no cuenta con alarmas antiaéreas ni refugios para estos bombardeos, que suelen ser anunciados a través de X por el portavoz del Ejército israelí. Ni Hizbulah ni las Fuerzas Armadas cuentan con un solo avión de combate para hacer frente a la ofensiva.

El grupo armado ha mantenido su poder político en la mayoría de pueblos del sur, los más afectados por la guerra, en las últimas elecciones municipales. “No hay nada que puedan hacer (Hizbulah), simplemente esperar y prepararse para luchar en el futuro; es la única opción”, asegura Layal, quien está convencida de que “Israel acabará siendo derrotado”

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