La francesa Simone Téry bajó a la morgue del Hospital Clínic de Barcelona, en marzo de 1938, para poder trasladar a sus lectores de la revista Messidor la magnitud de la tragedia, ese “olor algo dulce, repugnante” de los cadáveres acumulados después de los bombardeos. La mexicana Elena Garro asistió a la amputación de una pierna, sin anestesia, en un quirófano improvisado en Córdoba. La británica Shiela Grant-Duff estuvo presente en juicios sumarísimos en Málaga que terminaron en sentencias de muerte y fusilamientos de madrugada, aunque rechazó una invitación de los franquistas para presenciarlos.
Una exposición inaugurada ayer en la sede de la Unesco en París, bajo el título de Ellas lo contaron al mundo. 200 mujeres periodistas extranjeras en la guerra de España , redescubre el extraordinario trabajo profesional y las traumáticas vivencias personales de estas reporteras y memorialistas de 25 países, la mayoría muy jóvenes, con formación universitaria y muchas de confesión judía, incluidas las que habían huido de la Alemania nazi. “Barcelona es un punto clave de la presencia de estas mujeres porque casi todas entran por la frontera francesa en Catalunya, bajan a Barcelona, tienen allí su primera impresión de la guerra y viven sus primeros bombardeos”, explicó a La Vanguardia Bernardo Díaz Nosty, el comisario de la muestra, catedrático de Periodismo y autor de Lo contaron al mundo. Periodistas extranjeras en la Guerra Civil (Renacimiento), el ambicioso libro de investigación histórica sobre el que se basa.
Elena Garro narra esta escena: “¿Qué hace esta mujer aquí? ¡Fuera! ¡Fuera! No tenemos anestesia y este chico se nos muere!”
Además de rescatar la trayectoria y los artículos de muchas periodistas que habrían quedado en el olvido, la obra de Díaz Nosty ofrece un enfoque muy particular del conflicto bélico, una mirada femenina imprescindible. “Es otra guerra –subrayó el profesor–. La guerra de (Ernest) Hemingway, (John) Dos Passos y demás era la guerra de los tanques, de los aviones , de los generales, de la política internacional. La guerra de las mujeres es la retaguardia, los que sufren, los enfermos, las mujeres, los niños, las víctimas que no se cuentan en el frente, las víctimas de hambre, de tristeza, de enfermedades”. Según el autor, esa visión es “necesaria para construir historiográficamente un periodo de crisis humanitaria como fue la guerra española”.

El catedrático de Periodismo Bernardo Díaz Nosty es el comisario de la muestra en la sede de la Unesco y autor de un libro sobre el que se basa la exposición.
Para el embajador de España ante la Unesco (la agencia de la ONU para la educación, la ciencia y la cultura), Miquel Iceta, esta exposición, ubicada en la Sala Miró hasta el 18 de julio y que merece viajar a España, “enlaza muy bien con los temas de la Unesco, la libertad de prensa, los periodistas en conflictos y la igualdad de género, o sea, una carambola, tres temas que combinan muy bien y sirven para hacer un llamamiento contra las guerras”.
Hubo dos muertes entre las periodistas que cubrieron la guerra. La fotoperiodista Gerda Taro (seudónimo de Gerta Pohorylle), alemana de origen judío y polaco, compañera del legendario Robert Capa (Endre Ernö Friedmann), falleció atropellada accidentalmente por un tanque republicano en la batalla de Brunete. La otra víctima fue la francesa Renée Lafont, enviada del diario socialista parisino Le Populaire. No llegó a publicar ningún artículo porque la detuvieron los sublevados el 29 de agosto de 1936, cerca de Córdoba, y fue fusilada dos días después.
Entre las crónicas recuperadas por Díaz Nosty figuran las de la estadounidense Megan Laird en la revista The Atlantic . Lo singular de su narración es que, en los días críticos entre el 19 y el 26 de julio de 1936, la periodista se quedó en su apartamento alquilado en un quinto piso de la calle Roger de Llúria, esquina con Provença, en Barcelona, y escribió sus impresiones viéndolo todo desde la ventana, como el asalto a la iglesia de los Carmelitas, y atrapando al lector con los detalles.
En la exposición se alude a la entrevista a Carmen Polo, esposa de Franco, de la sueca Anna Lenah Elgström, o a los artículos sobre el éxodo masivo de Málaga en 1937. Pero tal vez uno de los fragmentos más sobrecogedores es el ya citado de la mexicana Garro, entonces esposa de Octavio Paz, sobre una amputación. “Había llegado a una puerta abierta muy bien iluminada; allí había una mesa de operaciones sobre la cual estaba un joven atado –escribió–. Di un alarido y uno de los hombres de blanco se volvió hacia mí. “¿Qué hace esta mujer aquí? ¡Fuera! ¡Fuera! ¡No tenemos anestesia y este chico se nos muere!”