De acrónimos y sus múltiples derivados, algunos desviados

Baúl de bulos

Son malos tiempos para los altruistas, y no digamos los necesitados

De acrónimos y sus múltiples derivados, algunos desviados

De acrónimos y sus múltiples derivados, algunos desviados 

Martin Tognola

Después de las guerras llega la reconstrucción, y a veces algo más, algo positivo, algo por encima de los intereses puramente lucrativos, como por ejemplo iniciativas altruistas y bienintencionadas destinadas a ayudar a los damnificados y a prevenir futuras matanzas.

La Cruz Roja surgió de la guerra de Crimea; tras la I Guerra Mundial se creó en 1919 La Liga de Naciones, que, finalizada la II Guerra Mundial, daría paso a la ONU y la OMS, que en los últimos tiempos andan de capa caída, pero también a las primeras ONG. En fin, ante semejante ensalada de acrónimos, cualquiera se pierde por el camino.

Margaret Thatcher soltó en 1987 una de sus más célebres declaraciones: “La sociedad no existe”. Lo que sí existe, decía, son hombres y mujeres y familias, y se quedó tan ancha. Esta percepción acompañaba su afán por acabar de una vez con el Estado de bienestar creado por el Gobierno laborista de Clement Attlee durante los primeros y durísimos años de la posguerra.

Pues si bien nacieron las primeras onenegé (organización no gubernamental) allá por 1945, que venían a suplementar o reemplazar la labor de misioneros, tanto en casa como en ultramar, en ellas veía la señora Thatcher una oportunidad de oro para desviar de las obligaciones -y gastos- del Estado inversiones que de otra manera irían a socorrer a los más desafortunados de una ya proclamada inexistente sociedad. Es decir, las onenegé permitían al gobierno lavarse las manos de algunos de estos tan peliagudos como costosos asuntos.

La iniciativa de la señora Thatcher, con la inestimable ayuda de su amigo del alma Ronald Reagan, abrió la veda para la aparición de otras organizaciones a cuál más rebuscada, verbigracia las QUANGO, o sea, quasi-autonomous non-governmental organization, que traducido quiere decir: “organización no gubernamental cuasi autónoma”. Se trata de organizaciones establecidas por el gobierno de turno, pero no dependen de ningún ministerio. Aun así, las hay que poseen funciones ejecutivas.

Las ONG han hecho y siguen haciendo una gran labor, pero no siempre son bienvenidas

Luego salieron las GONGO, que son nada más y nada menos que goverment-organized non-governmental organization, es decir, si es que semejante galimatías tiene traducción, “organización no gubernamental organizada por el gobierno”, que suelen medrar en países digamos que poco democráticos.

Pero se mire como se mire, las ONG y su altruista voluntariado han hecho y siguen haciendo una gran labor en muchos rincones del mundo, aunque no siempre son bienvenidas. Se enfrentan a muchas dificultades e incluso persecuciones o son expulsados de países como Nicaragua, Venezuela o Rusia.

La sociedad ha cambiado y, con ella, los motivos que impulsan a voluntarios a prestar sus servicios a una oenegé

Según la ONU, una ONG es cualquier organización no gubernamental, siempre que no se mueva por afán de lucro y no sea un grupo criminal ni un partido político. De no ser así, cualquier asociación de fanáticos podrían sentarse a la mesa.

Ahora bien, mucha agua ha corrido bajo los puentes desde los tiempos de Thatcher. Y hay que ver cómo ha cambiado la sociedad -que sí existe- con el paso de los años, con no poca ayuda de internet y las redes sociales. También en cuanto a los motivos que impulsan a voluntarios a prestar sus servicios a una oenegé.

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Entre sus filas se ha ido detectando cada vez más casos de volunturismo, es decir, lo que busca en realidad el presunto voluntario altruista es un viaje turístico que le aporte experiencias inolvidables y un chute de exotismo que quedará inmortalizado en innumerables fotos y selfies, amén de sentirse buena persona y, ¡ay!, un ser superior a los pobres desgraciados que fotografía. Hay agencias que se dedican a organizar estos falsos viajes humanitarios.

Donald Trump aboga por la máxima disminución del gobierno en la vida de los ciudadanos, lo que se traduce en drásticos recortes en las partidas que irían destinadas a ayudar y socorrer a los más necesitados y marginados. Y no sólo en EE. UU., sino en la ONU, sin ir más lejos. Definitivamente, son malos tiempos para los altruistas… y ya no digamos los necesitados.

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