“Ruptura o censura”. Esa es la fórmula, fácil y directa, que no cesa de repetir el Reagrupamiento Nacional (RN, extrema derecha) para advertir al nuevo primer ministro francés, Sébastien Lecornu, de que si no cambia de manera drástica la política impulsada desde hace más de ocho años por el presidente Emmanuel Macron, su Gobierno también caerá. Marine Le Pen insistió en “romper con el macronismo” durante una entrevista televisada. “No se puede gobernar indefinidamente sin el pueblo o contra él”, agregó.
La líder ultraderechista y tres veces candidata al Elíseo saborea su fuerza, inédita desde la fundación de la V República, en 1958. Dada la aritmética parlamentaria y pese a estar en la oposición, su partido es el que más diputados tiene y eso le da un enorme poder para salvar a los gobiernos o derribarlos. Ya han caído dos en un año, los de Michel Barnier y François Bayrou.
El nuevo premier impone la sobriedad comunicativa frente a un presidente que ha saturado al país
Cuando se trata de pasar a los detalles, al RN, de clásica retórica populista, le cuesta plantear propuestas creíbles. Según Le Pen, deben hacerse “grandes ahorros”, que cuantificó en 60.000 millones de euros en el próximo presupuesto (Bayrou pretendía ahorrar 44.000 millones), frenando la inmigración (y los costes que esta implica, según ella, por ejemplo, en cobertura médica y otros subsidios), rebajando la contribución francesa a la Unión Europea (como si eso fuera fácil de pactar con los socios), reduciendo “el tren de vida del Estado” o “luchando seriamente contra el fraude”.
El RN quiere mantener contra las cuerdas a Lecornu y sobre todo al propio Macron, su objetivo principal. Por eso ha puesto en marcha una recogida de firmas en su página web para pedir que haya disolución de la Asamblea Nacional y nuevas elecciones o la renuncia del presidente.
Los partidos de izquierda también hablan de dejar atrás, sin medias tintas, la política de Macron. Socialistas y comunistas lo ponen como condición para no sumarse a una moción de censura.
Lecornu está realizando rondas de consultas que incluyen los sindicatos y la patronal. Está llamando la atención su sobriedad comunicativa, la ausencia de información sobre lo que está dispuesto a ofrecer y lo que no. Es un método que puede resultar efectivo. Uno de los problemas de Macron ha sido, durante años, su sobreexposición mediática, su afán de pronunciarse sobre todos los temas y, con mucha frecuencia, sus innumerables alocuciones televisadas. En vez de ayudarle, esa estrategia seguramente lo ha perjudicado, causando el hartazgo de su persona. Lecornu está ensayando otro modo de hacer y consigue que Macron esté inusualmente silencioso durante los últimos días.