Javier Milei ya no ruge como un león imperial. Ahora más bien maúlla como un gato doméstico.
El presidente de Argentina ha perdido el aura de invulnerabilidad con la que llegó al poder. Las encuestas hace meses que apuntan a una caída de su popularidad, y las últimas elecciones provinciales de Buenos Aires, celebradas el pasado 7 de septiembre, han certificado que su brillo se está apagando.

El presidente argentino, Javier Milei, ayer durante el discurso televisado en el que anunció su plan de presupuestos para el 2026 (AFP)
El dirigente ultraliberal presentó esos comicios como un referéndum sobre su gestión, y no pudo salir más trasquilado: su partido, La Libertad Avanza, fue derrotado por más de 13 puntos de diferencia por la oposición peronista, que hasta entonces parecía estar paralizada por sus luchas internas. El varapalo fue tal que Milei tuvo que suspender su viaje a Madrid para asistir a un acto organizado por Vox. El influyente Financial Times describió el batacazo como “la crisis más grande” que ha sufrido el presidente, quien en las últimas semanas también ha tenido que gestionar las graves acusaciones de corrupción que acechan a su hermana y consejera en la sombra, Karina, supuestamente implicada en una red de sobornos en la compra de medicamentos.
Cambio obligado
Las elecciones legislativas de octubre fuerzan el giro del presidente
Los malos resultados en Buenos Aires no auguran nada bueno para Milei de cara a su próxima cita en las urnas, todavía más trascendental: los comicios legislativos del 26 de octubre, en los que se renovarán parcialmente la Cámara de Diputados y el Senado, órganos en los que actualmente la formación del presidente apenas tiene peso, lo que lastra enormemente la acción del Gobierno.
En este contexto, Milei, consciente de su necesidad de reconectar con la ciudadanía, ha decidido aparcar la motosierra. El mandatario argentino presentó este lunes su proyecto de presupuestos para el 2026, y en él se contempla un aumento del gasto social. Todo un giro en las políticas de austeridad impuestas por el dirigente ultraliberal desde que puso el pie en la Casa Rosada, hace casi dos años.
“Lo peor ya pasó”, aseguró Milei en un breve discurso retransmitido en directo por las televisiones del país. Unas palabras esperanzadoras, pero que al mismo tiempo tienen connotaciones funestas en Argentina: eso mismo dijo el expresidente Mauricio Macri en el 2018, pocos días antes de que se desatara una crisis del dólar que disparó la inflación, esa bestia negra de las finanzas nacionales.
Eje del Gobierno
Milei pide que “el pueblo y la política se comprometan en el equilibrio fiscal”
En un tono monocorde, sin apartar la vista de sus papeles, evitando cualquier exabrupto, Milei afirmó también que el país había hecho “enormes esfuerzos para salir del pozo”, y que ahora se encuentra en el rumbo “correcto”. Por ello, aseguró que las partidas sociales afectadas por los ajustes draconianos del Gobierno –como las jubilaciones, la atención sanitaria y las pensiones por invalidez– podrán crecer por encima de la inflación el año que viene.
Eso sí, Milei insistió en la necesidad de que “el pueblo y la política se comprometan en el equilibrio fiscal”, piedra angular de su programa económico. “Si logramos ese consenso básico, tenemos asegurado un crecimiento inimaginable luego de décadas de estancamiento. Si fallamos, volveremos a caer en el pozo de la inflación descontrolada y la destrucción de toda expectativa sobre el país”, afirmó.
Para los comentaristas de la prensa argentina, el último discurso del presidente evidencia su fragilidad. “Javier Milei ya no es emperador”, titulaba hoy el conservador La Nación. “El león domado”, se podía leer en el liberal Perfil.
Queda por ver si este giro estratégico llega a tiempo. Los economistas, de momento, alertan de nubarrones: el peso está sobrevaluado, algo que ha servido para combatir la inflación, pero que está lastrando la competitividad de Argentina en el mercado exterior. Y si de cara a las elecciones de octubre se produce un aumento súbito de la demanda de dólares, la catástrofe está servida.