Cómo Trump ha dominado a Netanyahu para pacificar Gaza

El conflicto en Oriente Medio

Trump ha conseguido un gran triunfo diplomático, el más importante de su vida, porque ha conseguido dominar a Netanyahu, algo que ninguno de sus antecesores había logrado.

Si ahora el primer ministro israelí ha aceptado una tregua en Gaza que empieza por la liberación de los 20 rehenes que siguen con vida no es porque crea que la guerra debe dar paso a la política, sino porque no tiene más remedio. Si quiere ganar las próximas elecciones, necesita que Trump esté a su lado. El presidente norteamericano es más popular que él, y podremos comprobarlo muy ponto si, como parece, se presenta este fin de semana en Israel para recibir a los rehenes.

Las condiciones para un alto el fuego son hoy las mismas que ha habido casi desde el inicio de la guerra hace dos años. Hamas estaba dispuesto a entregar los rehenes si Israel cesaba los ataques, se retiraba de la franja y liberaba a cientos de prisioneros palestinos.

El alto el fuego de noviembre del 2023 permitió la liberación de decenas de rehenes y prisioneros, pero la guerra continuó y cuando en enero de este año hubo otra tregua sobre el mismo principio de liberación de rehenes y prisioneros palestinos a cambio de retirada israelí, Netanyahu la rompió a las pocas semanas porque temía que, si seguía adelante por la senda del compromiso con Hamas, perdería el apoyo de los extremistas y su gobierno caería.

Ahora corre el mismo riesgo, pero no tiene más opción que aceptarlo.

Trump es más popular que Netanyahu en Israel y el primer ministro lo necesita a su lado si quiere seguir en el poder

Sin el apoyo militar y financiero de Estados Unidos, Israel no hubiera podido defenderse de sus enemigos. Han sido las armas y el dinero norteamericano los que han reducido Gaza a escombros, los que han contribuido a la muerte de más de 67.000 personas, la gran mayoría civiles, entre ellas, 18.000 niños. Estados Unidos ha sido cómplice de los crímenes de guerra y contra la humanidad, crímenes israelíes que equivalen a un genocidio, según ha concluido la ONU y corroboran los principales expertos.

Hace apenas unos meses, Trump estaba dispuesto a apoyar los planes de limpieza étnica de Netanyahu en Gaza para convertir el enclave en una riviera del Mediterráneo. El 90% de las viviendas están destruidas y sobre estas ruinas, Trump aún aspira a desarrollar un gran proyecto inmobiliario que le haga ganar mucho dinero. El principal obstáculo para este negocio y los otros que ya tiene en marcha con las monarquías absolutistas del golfo Pérsico es Netanyahu.

Trump, como cualquier presidente estadounidense, tenía tres mecanismos para contener a Israel: reducir el apoyo económico y militar, no vetar las resoluciones de la ONU para acabar la guerra, y reconocer al estado de Palestina.

Biden no utilizó ninguna de estas palancas. No presionó a Netanyahu y por eso la propuesta para un alto el fuego que defendió en la primavera del 2024 no fue a ninguna parte.

Hasta hace apenas un mes Trump tampoco había presionado demasiado a Netanyahu. Es verdad que abrió un diálogo directo con Hamas cuando Netanyahu rompió la tregua en marzo y, más adelante, levantó las sanciones económicas a Siria a pesar de las objeciones del primer ministro. Sin embargo, le apoyó sin fisuras cuando cortó durante dos meses la entrada de ayuda humanitaria en Gaza y el pasado verano envió los B-2 a bombardear Irán como le había pedido.

Beniamin Netanyahu, durante su llamada del lunes en el despacho oval, mientras Donald Trump le sujeta el teléfono

Beniamin Netanyahu, durante su llamada del lunes en el despacho oval, mientras Donald Trump le sujeta el teléfono. 

White House

Todo cambió, sin embargo, el pasado 9 de septiembre. Ese día Israel bombardeó las oficinas de Hamas en Doha y Trump entendió que Netanyahu iba a arrastrarlo a una guerra sin fin.

Qatar es un aliado de Estados Unidos y, con Egipto y Turquía, un mediador imprescindible para conseguir la paz en Gaza. El ataque respondía a la lógica israelí de asesinar a sus enemigos estén donde estén, pero confirmaba, al mismo tiempo, que Netanyahu solo quería la rendición incondicional de Hamas, algo que si no había conseguido en dos años de guerra era muy difícil que fuera a lograrlo por la fuerza.

Trump cree en el uso de la fuerza. Cree que, a veces, es necesario hacer el mal para conseguir el bien. Pero también quiere el Nobel de la Paz. Se lo exige su ego y por eso el 9 de septiembre dijo basta.

Israel no sabe acabar las guerras. Sucedió en 1967 cuando llegó a Jerusalén y, en contra de la opinión dominante, Moshé Dayán, entonces ministro de Defensa, ordenó no seguir avanzando para alcanzar el Jordán. Y sucedió en 1973, durante la guerra del Yom Kippur, cuando Estados Unidos frenó a un Israel que quería diezmar al ejército egipcio, derrotado y rodeado en el Sinaí.

Trump ha frenado ahora a Netanyahu con una contundencia no vista desde 1956, cuando Eisenhower amenazó a Israel con sanciones económicas si no cesaban los ataques contra Egipto, que entonces pretendía hacerse con el control del canal de Suez, que estaba en manos francesas y británicas.

Trump perdió la paciencia con Netanyahu cuando atacó a Hamas en Doha el 9 de septiembre

El primer ministro israelí es un superviviente político de primera clase y hoy sabe que Trump solo tiene que criticarlo para hundirlo. Si Trump dice que es el principal obstáculo para la liberación de los rehenes, está muerto.

Por eso, el lunes de la semana pasada, cuando Trump le dijo en el despacho Oval que debía telefonear al emir de Qatar para disculparse por el ataque del 9 de septiembre lo hizo. Trump, que nunca reconoce un error y nunca se disculpa, no solo consiguió que Netanyahu lo hiciera sino que luego publicó las fotos de la llamada, sin duda un castigo y una advertencia para que, a partir de ese momento, hiciera lo que le dijera.

El viernes, cuando Netanyahu puso objeciones a la respuesta favorable de Hamas para la liberación de los rehenes porque no se comprometía al desarme, Trump lo mandó callar. Come de su mano y el primer ministro baja la cabeza porque ha metido a Israel en un callejón sin salida.

El uso excesivo de la fuerza en Gaza ha supuesto una derrota moral tan grande para Israel que no se compensa con las victorias militares contra Irán, Siria y Hizbulah.

Israel está aislado del mundo como no lo había estado nunca. Ha perdido todo el apoyo que tuvo el 7 de octubre del 2023 cuando Hamas cometió una matanza que supuso el peor ataque contra el pueblo judío desde el Holocausto. La guerra, sin embargo, ha hundido la imagen de Israel, su economía ha caído en picado y la sociedad se ha partido en dos, golpeada también por las acusaciones de genocidio.

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Controlar a Netanyahu no hubiera servido de nada si Hamas y los países árabes no estuvieran dispuestos a terminar la guerra. Hamas porque está derrotado, sin apenas cobertura social en Gaza, y su objetivo ahora es sobrevivir como organización política con capacidad de influencia en el futuro de Palestina. La propuesta de Trump incluye una amnistía a cambio del desarme completo. Conseguirlo no será fácil, pero Turquía y los países árabes opinan que es una buena salida.

Egipto, Qatar y Turquía ha sido muy hábiles para atraer la atención de Trump y mantenerlo a su lado. Ayudan los negocios de la familia Trump en los Emiratos Árabes Unidos y la perspectiva de hacerlos también en Arabia Saudí. Los acuerdos de Abraham, que logró en su primer mandato, ahora se podrán ampliar con más países árabes reconociendo a Israel a cambio de una vía para la autodeterminación de Palestina.

Qatar le demostró a Trump su buena disposición regalándole un B-747, avión que piensa convertir en un Air Force One.

Erdongan, por su parte, dejó de criticarlo. Turquía ha sido uno de los principales aliados de Hamas, posición que Trump entiende ahora que puede ser útil para transitar el largo camino hacia la paz.

Debajo de su acostumbrada hipérbole verbal, Trump admite que el intercambio de rehenes judíos por prisioneros palestinos y la retirada parcial del ejército israelí de Gaza son solo “los primeros pasos”.

Al liberar los rehenes, Hamas pierde el principal activo que tenía contra Israel. Depende de Trump conseguir que Netanyahu no vuelva a atacar una vez sean liberados. Al fin y al cabo, hasta ahora ha boicoteado todos los esfuerzos diplomáticos. Mientras el comunicado de Hamas anunciando el acuerdo con los rehenes menciona el fin de la guerra, el primer ministro israelí no va tan lejos.

Trump deberá mantenerse firme y centrado –algo que le cuesta bastante- porque la violencia puede rebrotar en cualquier momento. 

Nunca ha habido paz entre israelíes y palestinos y no la habrá mientras no se solucionen las aspiraciones nacionales del pueblo palestino.

Trump ha conseguido mucho -una tregua que era impensable hace apenas unas semanas-, pero es muy probable que no se pueda ir más allá en este conflicto interminable. La ruta hacia la estabilización está llena de incógnitas. ¿Hamas se desarmará?, ¿Israel se retirará completamente de Gaza? ¿Cómo será la institución internacional que debe administrar Gaza? ¿Qué papel tendrá la Autoridad Palestina?

Pero así es la vida en esta parte del mundo. Cuando las bombas dejan de caer, todo está por hacer.

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