Los portugueses van a volver de nuevo a las urnas en enero y febrero, en las dos vueltas de las elecciones presidenciales, de manera que habrán votado cinco veces desde las legislativas del 10 de marzo de 2024, a las que siguieron las del 18 de mayo de este año y las municipales del 12 de octubre. En el caso de los habitantes de Madeira serán siete las citas que habrán tenido en este período, pues hubo regionales en 2024 y 2025. La celebración de un segundo turno en los comicios para designar al nuevo jefe del Estado aparece ahora mismo como inexorable, pues según las últimas encuestas el candidato en cabeza, el desinflado almirante Henrique Gouveia e Melo, ni rebasa el 30%, cuando necesita superar el 50% para ganar en la primera convocatoria. Tiene no lejos de él, con diferencias y posiciones distintas según el sondeo de que se trate, al conservador Luís Marqués Mendes, al ultra André Ventura y al socialista António José Seguro, que en principio pelearían entre ellos para pasar a la ronda definitiva, si bien ya nada es descartable.
Hace 40 años que no hay una segunda vuelta en unas elecciones presidenciales, desde las de enero y febrero de 1986. Se trataron de unos comicios legendarios, el único de los diez procesos celebrados para designar al jefe de Estado portugués desde la reinstauración de la democracia en el que la contienda no se resolvió en el primer turno. Había, como ahora, un cambio de ciclo, tras los dos mandatos de cinco años, lo máximo permitido, del general António Ramalho Eanes. Durante muchos meses la favorita en las encuestas era la continuadora de Eanes, la ingeniera química María Lourdes Pintasilgo, la única mujer que ha ocupado el cargo de primera ministra de Portugal, en un breve mandato, por encargo de su jefe de filas.
El único precedente
Las legendarias elecciones a la jefatura del Estado de 1986, ganadas por Soares, fueron las únicas en las que hubo dos vueltas
El escenario registró un giro radical según se aproximaba el 26 de enero, el día de la vuelta inicial, con una doble pugna en la que ya no figuraba Pintasilgo. El candidato de la derecha, Diogo Freitas de Amaral, líder del CDS, el partido pequeño del entonces bloque conservador, aspiraba a ganar a la primera, en coalición con la principal formación de su polo ideológico, el PSD, el socio portugués del PP. Y en simultáneo Mário Soares, líder del Partido Socialista (PS) y que ya había sido primer ministro en dos ocasiones, peleaba por forzar un segundo turno en el que concurriera él y no su antiguo compañero con el que había roto, Francisco Salgado Zenha, que había sido líder parlamentario del PS.
Con una participación del 75%, sideral para los usos actuales portugueses, Freitas quedó de primero, pero con un 46,3%, lejos por tanto del listón de obtener la mitad de los votos más uno que le hubiese otorgado el poder. Soares se clasificó para el combate decisivo, con el 25,4%, mientras Salgado obtenía un 20,9% y la ya muy relegada Pintasiglo sacaba un 7,4%. Así, el 26 de febrero de 1986 los portugueses volvieron a las urnas y Soares, que recibió el resignado apoyo de sus nada amigos comunistas, se impuso con un 51,2%, frente al 48,8% del conservador Freitas. Desde entonces, el presidente siempre fue elegido a la primera. El resultado más bajo fue el del conservador Aníbal Cavaco Silva en 2006, del 50,6%.
El almirante de la vacunación
Pese a dilapidar buena parte de su ventaja en los sondeos, Gouveia sigue en cabeza, con el curtido Marques al acecho
Tras ganar un gran prestigio como coordinador de la vacunación en la pandemia, y sin haber tenido ninguna responsabilidad en la fase anterior y mucho más dura de la COVID-19, el almirante en la reserva Gouveia arrasaba en los sondeos. En mayo electores, comentaristas e incluso la casi totalidad de sus rivales políticos consideraba prácticamente hecha su elección en la primera vuelta, prevista para el 18 de enero. Pero una vez que saltó a la palestra ya como candidato, dio entrevistas, mostró su inexperiencia, se alejó del centro para inclinarse a la derecha y se acercó a la vieja política empezó a desplomarse en las encuestas, sin perder en ningún momento la primera posición, pero mucho menos holgada.
Como la fiabilidad de los sondeos en Portugal está más que en entredicho, conviene quedarse con las líneas de fuerza de las tendencias. Indican que el almirante iba disparado hacia el palacio presidencial de Belém, pero ahora sería una sorpresa de gran magnitud que lograse su objetivo en el primer turno, por lo que, si no pasa nada extraordinario, habrá una segunda vuelta el 8 de febrero. Gouveia sigue siendo el mejor colocado para figurar en las papeletas de ese día, si bien tiene en su contra su decepcionante desempeño de estos meses y sus escasas tablas ante una prueba que en la catódica política portuguesa resulta capital, la de los debates televisivos.
El más curtido en ese arte es el candidato conservador, una especie de copia devaluada del actual presidente Marcelo Rebelo de Sousa, Luís Marques Mendes, que como el anterior fue líder del conservador PSD, sin llegar a primer ministro e hizo carrera de tertuliano. Acumula la mayor experiencia, como demostró cuando el almirante estaba en la cresta de la ola e insistía que se trata de una elección a dos vueltas y que en la primera resulta indiferente ser primero o segundo, pues la clave reside en clasificarse. Marques cuenta con el apoyo del reforzado primer ministro, el conservador Luís Montenegro, cuyo partido domina ahora todas las principales instituciones de Portugal. Pero hay facciones que no están con él, como seguidores del expremier Passos Coelho que coquetean con el socialista Seguro, mientras el exlíder del PSD Rui Rio apoya al almirante.
La estrategia del líder ultra
Ventura, sin opciones de vencer, busca proyectarse y tal vez allanar el camino a Gouveia, con quien comió en agosto
Tras haberse postulado como candidato presidencial y haber dado después marcha atrás, el xenófobo y racista André Ventura, líder de la segunda fuerza parlamentaria, Chega, dio el paso, lo que le convierte en el otro aspirante con opciones en el ámbito de la derecha. No salió bien parado de las municipales porque estableció unos objetivos desmesurados, de 30 alcaldías y sólo sacó tres, pero triplicó su porcentaje local de hace cuatro años y tiene la llave de la gobernabilidad en muchas ciudades. Cuenta con una probada capacidad de arrastre entre el electorado menos avejentado, con su vitriólico discurso de antiguo comentarista de fútbol y sucesos. Sabedor que al igual que su amiga Marine Le Pen poco tendría que hacer en una segunda vuelta, pues todos se unirían contra él, busca seguir proyectándose en busca de su objetivo esencial, ser primer ministro.
Existe la sospecha de que pueda existir algún tipo de entendimiento entre Ventura y Gouveia, pues ambos compartieron mesa y mantel en agosto, en un almuerzo organizado por el empresario Màrio Ferreira, dueño del canal TVI. Ese encuentro constituye el gran misterio de la política portuguesa del momento y da pie a interpretaciones sobre una posible estrategia electoral concertada entre ambos, para colocarlos en el segundo turno, lo que le daría el poder a Gouveia, quitándoselo al bipartidismo clásico, mientras el líder ultra logra la máxima visibilidad posible.
La alternativa progresista
Pocos daban un duro porque Seguro fuese a conseguir el apoyo de su partido, el PS, así que no conviene subestimarlo de partida
Si bien hay más candidatos, como el liberal Fernando Cotrim de Figueiredo, con probado tirón en ese campo, el comunista António Filipe y la exlíder del Bloque de Izquierdas Catarina Martins, el cuarto aspirante realmente en liza es el antiguo secretario general del PS António José Seguro, que consiguió contra viento y marea que su partido le apoyase, pese a las fuertes resistencias públicas de los seguidores de quien lo derribó en su día, el hoy presidente del Consejo Europeo, António Costa. Visto como un representante del PS más centrado, no lo tiene fácil para captar el voto a la izquierda de su formación, si bien para él sería crucial que, como ya sucedió alguna vez en el pasado y resulta improbable ahora, los comunistas se retiren o que el Livre, el partido al alza en este especto ideológico, no concurra contra él. No lo tiene nada fácil, pero ya alcanzó una posición como la actual por la que pocos apostaban hace unos meses, por lo que no se le puede descartar sin más.
Con la segunda vuelta como inexorable, la gran cuestión estriba en quién se clasifica para ella. Resulta temerario pronosticar nada, pues los cuatro tienen opciones, mayores según los sondeos en el caso de Gouveia y más elevadas en el de Marques si lo determinante acaba por resultar la experiencia y la capacidad de maniobrar en la sombra, pero Ventura puede capitalizar el enorme malestar del Portugal menos avejentado y Seguro, hacer lo propio con la tradición de izquierdas de un país en el que entre 2015 y 2024 hubo una clara mayoría progresista.
Si Ventura pasase a la segunda vuelta, el rival tendría muchísimo a su favor. Ese es, por tanto, el camino que conduciría al socialista Seguro al poder, pero para eso tendría que superar el filtro del primer turno, paso más que complicando para él. Las encuestas siguen diciendo que Gouveia vencería en el asalto definitivo a cualquiera de sus oponentes, pero Marques Mendes sería un hueso duro de roer y Seguro, en caso de lograr la proeza de estar en el combate final, tendría la baza de intentar identificar al almirante con Ventura para aparecer como la garantía democrática. Quedan tres meses y puede pasar de todo. Lo único claro es que la segunda vuelta parece inevitable y que tres de los cuatro aspirantes se mueven en coordenadas de derechas, en un país muy girado ahora mismo hacia ese espectro ideológico.
