Desde que comenzó la guerra, cada invierno ha supuesto una prueba de supervivencia para Ucrania. Pero este año el panorama se presenta más sombrío de lo habitual, con problemas crecientes en todos los frentes, incluido el político.
“Está claro que este invierno será mucho más duro que los anteriores”, aseguraba recientemente en redes la exministra de Energía Olga Buslavets. Un pronóstico que comparten fuentes gubernamentales consultadas por medios como la BBC.
El desafío más inmediato que afronta Ucrania es el de mantener operativa su infraestructura energética. Coincidiendo con la llegada del frío, Rusia está atacando con una dureza inaudita las instalaciones de electricidad y gas, con el objetivo de minar la moral de la población y paralizar la economía. Los cortes de luz son diarios, y pueden durar hasta 16 horas. Ninguna ciudad está a salvo, ni siquiera Kyiv, que el pasado viernes se quedó sin suministro en varios barrios tras un bombardeo masivo con misiles y drones que dejó al menos cinco muertos y decenas de heridos.
“La situación es frágil”, alertaba la Agencia Internacional de Energía en un informe publicado hace unas semanas, donde también se señalaba que un 60% de la producción ucraniana de gas ha quedado fuera de servicio por los ataques rusos. Un dato inquietante teniendo en cuenta que la mayoría de hogares necesitan el gas para calentarse. En invierno, las temperaturas pueden caer hasta los 20 grados bajo cero. Sin calefacción no se puede vivir.
Este déficit energético obliga a Ucrania a ser más dependiente de las importaciones, pero ahí viene otro problema: el país atraviesa una grave crisis financiera. Sus fondos están a punto de agotarse –se habla de inicios del año que viene como fecha límite– y todavía no se sabe cómo se podrá tapar el agujero.
Kyiv confía en que la Unión Europea desbloquee los activos rusos congelados en territorio comunitario para obtener un préstamo, pero el plan se ha estancado por la oposición de Bélgica, que custodia la mayoría de fondos y teme las repercusiones legales que pueda tener la medida si Moscú decide acudir a los tribunales.
La Comisión Europea está estudiando alternativas, como que la UE emita deuda en los mercados o que cada país preste dinero a Ucrania mediante pactos bilaterales, aunque al mismo tiempo reconoce que la mejor opción es la de utilizar los activos rusos. El calendario apremia, el mes que viene tendría que haber un acuerdo al respecto. Mientras, el presidente Volodímir Zelenski intensifica su agenda: hoy se reunirá con Emmanuel Macron en París y mañana, con Pedro Sánchez en Madrid.
Contexto adverso
Un gran escándalo de corrupción golpea a Zelenski justo cuando la UE debate cómo ayudar financieramente a Kyiv
Lo malo es que no corren buenos tiempos para que Kyiv apele a la solidaridad europea. La semana pasada estalló un gran escándalo de corrupción que afecta al entorno de Zelenski, y en cuyo centro se sitúa la compañía estatal de energía nuclear, Energoatom. Según los investigadores, alrededor de esta empresa –que es la principal proveedora de energía del país– se formó una red delictiva que se embolsó hasta 100 millones de dólares mediante sobornos. La trama supuestamente estaba liderada por un antiguo socio del presidente ucraniano, el empresario Timur Mindich, y tenía ramificaciones en el Gobierno. Dos ministros han tenido que dimitir por su implicación en el caso.
El escándalo ha despertado la indignación de una sociedad que hace años que desconfía de la clase política, y que en su día votó por Zelenski con la esperanza de que hiciera limpieza en la administración. Parte de la prensa ucraniana cree que el caso puede marcar el futuro del presidente. “Ahora más que nunca, el liderazgo de Ucrania tiene que demostrar que capta el sentir de la población y actúa acorde”, ha escrito Sevgil Musaieva, editora jefe del diario digital Ukrainska Pravda .
Volodímir Zelenski en una visita a la región de Zaporiyia el jueves pasado
Por si todo esto no fuera suficiente, las malas noticias llegan también desde el campo de batalla, donde Ucrania sufre una presión cada vez mayor.
El foco ahora está sobre todo en Pokrovsk, que parece que está a punto de ser conquistada por Rusia a costa de un incontable número de bajas. Sería la mayor ciudad en caer desde Bajmut, en el 2023. Zelenski ya ha reconocido que la defensa de la localidad es muy complicada debido a la falta de efectivos, y en el ejército hay voces que abogan por una retirada a tiempo para no desperdiciar energías. De hecho, Pokrovsk perdió su condición de centro logístico vital para Kyiv el pasado verano, cuando comenzó el cerco ruso, así que su interés estratégico es limitado. Eso sí, según los analistas, si Ucrania no sabe jugar bien sus cartas en su repliegue, la toma de esta localidad podría impulsar la campaña de Rusia en Donetsk, territorio que ya domina en un 70%.
De lo que pocos dudan es que la conquista de Pokrovsk supondría un gran golpe simbólico para el Kremlin. En caso de producirse, la caída de este bastión ucraniano será aprovechada por Rusia para transmitir al mundo la inevitabilidad de su victoria. Un mensaje que puede ayudar a Vladímir Putin a seguir esquivando las presiones de Estados Unidos para que detenga la guerra: si Donald Trump considera que Ucrania está en inferioridad, es más probable que ceda a los intereses de Moscú.
Todo un peligro para un país exhausto, que no quiere más inviernos en guerra: según un sondeo de Gallup, el 69% de ucranianos quiere negociar el final de la contienda, frente al 22% del 2022.

