Europa es un estorbo para Estados Unidos

UNA NOCHE EN LA TIERRA

Europa es un estorbo para Estados Unidos
Senior Editor

Estados Unidos y Rusia coinciden en considerar a los países europeos un estorbo para sus planes. Washington se aleja de Bruselas y establece como política prioritaria apoyar a la extrema derecha en el continente.

Keir Starmer (en el centro), António Costa, Emmanuel Macron y Alexander Stubb

Keir Starmer (en el centro), António Costa, Emmanuel Macron y Alexander Stubb

Leon Neal /Afp

Donald Trump creó el mundo en diez meses. Y en ese tiempo, sus principales protagonistas se han adaptado a las nuevas reglas de juego. Trump se ha visto y ha cerrado acuerdos con Xi Jinping y uno y otro se han reunido con Vladimir Putin. El primero le puso la alfombra roja en Alaska. El segundo se dejó halagar por el ruso, secundario en una alianza desigual pero cohesionada por el adversario occidental.

Mohamed Bin Salman ha sido recibido con todos los honores en la Casa Blanca, rehabilitado tras años de ostracismo por su implicación en el asesinato de un periodista; Viktor Orbán viaja con frecuencia a Moscú pese a ser miembro de una Unión Europea que intenta presionar a Rusia con sanciones. Y Beniamin Netanyahu es un asiduo de la Casa Blanca. En las próximas semanas está invitado a Washington y piensa que este es el mejor momento para crear el Gran Israel.

Todos ven oportunidades en el nuevo estado de cosas. De hecho, no hace falta ser de la cuerda del presidente estadounidense para hacerse un hueco. El brasileño Lula da Silva ha aprendido a negociar con él sin moverse de su posición después de hacerle entender que necesita su café y su carne para que la inflación no se dispare.

Saben que el mundo ha entrado en una transición que puede durar años, pero en la que sobresalen dos ideas-fuerza. Una, la llamada diplomacia transaccional, en la que las decisiones se toman a corto plazo, están basadas en los intereses y no en los principios y las alianzas pueden cambiar de un día para otro.

La otra gran idea es el regreso de las esferas de influencia, el reparto del territorio entre las grandes potencias. Está escrito en la Estrategia de Seguridad Nacional que la Casa Blanca publicó el viernes, e l documento que recoge las prioridades de la política exterior de EE.UU. En él se habla del fin de la Pax Americana y de su voluntad de hegemonía absoluta en América Latina. Es una visión que sintoniza con China y que entusiasma a Putin, que sueña con que las negociaciones para la paz con Estados Unidos sobre Ucrania (en la práctica una rendición de Kyiv) terminen con un reconocimiento de su supremacía en la Europa oriental.

En el nuevo teatro del mundo solo los europeos siguen sin salir del desconcierto en el que se sumieron después del cambio en la Casa Blanca. Vagan sin norte aparente en las reuniones internacionales e invocan las reglas de un orden que se desmorona. ¿Quién lidera ese espacio que es una de las primeras áreas económicas del mundo? Es difícil saberlo. Tanto a Emmanuel Macron como a Friedrich Merz y Keir Starmer les tienta actuar como tales, pero tienen demasiados problemas en casa como para sentirse cómodos.

A Europa le quedan pocas cartas para jugar con Trump: le compra las armas, y le compra el gas

La causa de ese desconcierto es el fin de una amistad protectora que ha durado décadas y de la que ahora Estados Unidos reniega. Ursula von der Leyen, la presidenta de la primera institución europea también se vio con Trump en julio para negociar. Pero a ella no le pusieron alfombra roja. Solo tuvo un aparte con el neoyorquino en el campo de golf de Turnberry, Escocia, adónde el presidente viajó para promocionar sus torneos.

Como le gusta decir a alguien que ha sido propietario de casinos en Atlantic City, a los europeos casi no les quedan cartas con las que jugar. Le compran las armas. Le compran el gas. Ceden en regulaciones como la directiva de servicios digitales o la deforestación, que eran marca de la casa de sus políticas. ¿Qué les queda entonces? Quizás la adulación.

La adulación es una habilidad esencial de la nueva era. Los qataríes conquistaron el corazón del ogro al regalarle un Boeing 747-8 que equilibró en parte la influencia de Israel en la política de EE.UU. Hacia Oriente Medio. Los suizos han rebajado los aranceles que les habían asignado obsequiándole con un lingote de oro y un Rolex descomunal. Los dirigentes europeos que acompañaron a Volodimir Zelenski en su segunda visita a la Casa Blanca, también aprendieron que al presidente hay que agradecerle su trabajo. Y si es posible, postularlo para el Nobel de la Paz.

Pero eso ya no basta. El documento difundido el viernes acusa a Europa de subvertir la democracia, de ser un continente en el que la civilización será borrada por la inmigración y llama a “cultivar la resistencia”, en una obvia referencia a la extrema derecha. Acusa a sus gobiernos de bloquear el plan de paz para Ucrania, necesario para “restablecer la estabilidad estratégica con Rusia”. El documento podría haber sido firmado por J.D. Vance (que hizo un discurso parecido en febrero en Múnich), pero escrito en papel oficial impresiona mucho más.

La visión de Estados Unidos se parece a la de Rusia: Europa es un estorbo que sabotea con sus enmiendas el plan de paz. Y mientras Putin advierte que “si Europa de repente quiere ir a la guerra contra nosotros... Estamos preparados”, siembra la inquietud y la sensación de inseguridad con una guerra híbrida que llena los cielos del continente de drones.

El semanario Der Spiegel filtró esta semana una conversación de dirigentes europeos con Zelenski. En ella, Macron afirma que “existe la posibilidad de que Estados Unidos traicione a Ucrania en cuanto a territorio sin garantías de seguridad claras”. Merz le dice al ucraniano que “están jugando con usted y con nosotros”. Y Alexander Stubb, presidente de Finlandia, el único que tiene buena relación con Trump, afirma: “No debemos dejar a Ucrania y a Volodymyr solos con estos tipos” [en referencia a Steve Witkoff y Jared Kushner, negociadores especiales de EE.UU. Para este y otros conflictos]. Mark Rutte, el secretario de la OTAN que nunca ha escatimado elogios para Trump, piensa lo mismo: “Coincido con Alexander en que debemos proteger a Volodymyr”.

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Macron ha negado que esa conversación se haya producido, pero si es fruto de la imaginación de un periodista o de un agente secreto se debe parecer mucho a la realidad. Europa se ha quedado sola con Ucrania. Y debe decidir qué hacer. Si seguir adelante o claudicar como proyecto.

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