Las Claves
- Donald Trump busca comprar Groenlandia para fortalecer la seguridad nacional de Estados Unidos y ampliar su presencia estratégica en el Ártico.
- La isla posee valiosos
Imperio se posicionó como uno de los vocablos del año. No fue el más empleado, pero sí el que más se meditó. Lo sospechamos hace un año. “Imperio será la palabra del año. Seguida muy probablemente de lebensraum, expresión alemana que significa hábitat y que también puede traducirse como ‘espacio vital’. La palabra Imperio figurará en el frontispicio de la nueva presidencia de los Estados Unidos. Nunca ha dejado de estar ahí, pero ahora brillará con parpadeantes luces de neón. Quince días antes de jurar el cargo, el futuro presidente Donald Trump ha explicado que quiere comprar Groenlandia y propone la incorporación de Canadá a la Unión. Quiere el país con más kilómetros cuadrados del planeta, por delante de Rusia”.
Publicada el 11 de enero del 2025, dicho enfoque ha quedado ratificado. Finalizamos el ejercicio en medio del avance norteamericano hacia Groenlandia. Actualmente es indiscutible que el Ártico se ha transformado en una de las zonas con mayor rivalidad del globo. El Ártico está integrándose en la Historia. Está surgiendo una nueva masa continental desde una óptica política. Pese a las apariencias, el Ártico posee una gran relevancia en los complejos diálogos para detener la guerra de Ucrania.
El año concluye con una tajante apelación al ‘espacio vital’ estadounidense. “Necesitamos Groenlandia para nuestra seguridad nacional; la necesitamos y la vamos a tener”, dijo Trump días antes de Navidad, después de presentar al actual gobernador de Luisiana, Jeff Landry, como delegado especial para Groenlandia. ¿Por qué Landry? Es un hombre fiel y Luisiana es un símbolo. Luisiana es un estado cálido, clima subtropical húmedo, nada que ver con Groenlandia. Marlon Brando sudando la camiseta en ‘Un tranvía llamado deseo’. Nada que ver, pero simboliza la fortaleza territorial de Estados Unidos. Luisiana figuró en la primera página de una gigantesca compra de terrenos a Francia en 1803 a muy buen precio. Napoleón necesitaba dinero para sus guerras europeas y vendió 2,14 millones de kilómetros cuadrados situados al oeste del río Misisipi por 18 millones de dólares. Estados Unidos duplicó su superficie y con esas tierras se dibujaron en el mapa los actuales estados de Luisiana, Arkansas, Iowa, Kansas, Missouri, Nebraska y Oklahoma, y otros nueve estados ya existentes vieron aumentada su superficie. Comenzaba un imparable ciclo de ampliación territorial de los Estados Unidos. Presten atención al siguiente dato para entender mejor por qué Trump ha nombrado a su hombre en Luisiana para que le consiga el título de propiedad de la gran isla del Norte. Groenlandia tiene una superficie de 2,16 millones de kilómetros cuadrados. 1803-2026. La historia no se repite pero rima.
El tema del Ártico resulta fascinante. Dentro de Penínsulas le hemos dedicado un gran interés, continuando la senda del excelente especial acerca de las zonas polares que lanzó la publicación Vanguardia Dossier en diciembre del 2021. En esta ocasión, contando con el apoyo de Santiago Fernández Muñoz, analizaremos la situación actual en las dos regiones heladas.
Groenlandia
Durante el último año, hemos publicado cinco reportajes sobre el Ártico. Esta pieza constituye la sexta entrega. Finalizamos el 2024 analizando el atractivo económico de Groenlandia, abarcando desde lo más obvio –la actividad pesquera– hasta lo menos visible: depósitos de uranio, materia prima en ascenso por el resurgimiento del sector nuclear; entre el 15 y el 20% de las reservas mundiales de tierras raras sin explotar; relevantes bolsas de crudo y gas natural en su litoral… Un botín tentador.
Siete días más tarde disfrutamos bastante redactando acerca de las figuras de la narrativa de masas relacionadas con los mayores conflictos estratégicos globales. Sobre Groenlandia era Sigrid, soberana de Thule, la bella prometida del Capitán Trueno, ídolo infantil de aquellos nacidos durante los inicios del Plan de Estabilización. Retomamos posteriormente la labor con un asunto en apariencia seco aunque fundamental: las zonas marítimas de exclusividad económica. Normadas por la ONU a partir de 1982, las ZEE otorgan a las naciones independientes el control de las riquezas oceánicas en un rango de 200 millas náuticas (350 kilómetros) mar adentro. Aerogeneradores marinos para generar electricidad, actividad pesquera, reservas de combustibles fósiles, minerales críticos y diversos aprovechamientos extractivos. La riqueza oculta de Groenlandia se encuentra igualmente en las profundidades marinas.
Si Estados Unidos logra el control soberano de Groenlandia, podrá tratar en igualdad de condiciones con Rusia en la región del Ártico. En caso de que Dinamarca logre mantenerla mediante el respaldo decidido de la Unión Europea, el peso geopolítico de Europa en este nuevo escenario sería muy relevante. Islandia (nación que actualmente evalúa su entrada en la UE), Dinamarca y Noruega (estado que permanece fuera de la UE) poseen las claves para entrar al Ártico por el Atlántico norte. Europa igualmente compite en este tablero, aunque da la impresión de que Estados Unidos y Rusia coincidirían actualmente en desplazarla: “¡Apártate del Gran Norte!”
Continuando con el tema de las áreas de exclusividad económica, hallamos la importancia de la dorsal de Lomonósov, el inmenso sistema montañoso bajo el mar con una elevación superior a los tres mil metros y 1.800 kilómetros de extensión que atraviesa gran parte del lecho del Ártico, partiendo de la isla de Nueva Siberia hacia el litoral de Canadá. Localizado en la cuenca del Fram, el Polo Norte se encuentra junto a esta cordillera. Se trata de los Alpes del Ártico, una vasta formación originada hace 60 millones de años tras la división de las placas tectónicas de América y Asia. En esas profundidades, dentro de dichas cumbres sumergidas, existe una gran abundancia de recursos. Reservas de gas, crudo y minerales de tierras raras. Rusia exige que la dorsal de Lomonósov se reconozca como una extensión física de su plataforma continental con el fin de ampliar su territorio de explotación económica. Estados Unidos, Canadá, Dinamarca y Noruega igualmente demandan derechos sobre zonas comerciales próximas a la cadena montañosa acuática, denominada en honor al geógrafo ruso más destacado de la historia, Mijail Lomonósov (1711-1761). En caso de que Estados Unidos tome el control de Groenlandia, dispondrá de una posición más sólida para discutir este asunto.
La dorsal de Lomonósov
También conversamos en Penínsulas acerca del trampantojo de Groenlandia en la mayoría de los mapas. Groenlandia está ganando una relevancia considerable en la política global, aunque su tamaño real dista de lo que muestran habitualmente los mapas. La proyección de Mercator, el sistema más empleado en la cartografía actual, resulta engañosa. Al trasladar la forma esférica terrestre a un plano, las zonas del norte y del sur se ven sobredimensionadas. Dentro de Google Maps, Groenlandia aparenta tener dimensiones similares a África, un territorio que, excluyendo la isla de Madagascar, supera en 14 veces la extensión de la gran isla del Norte.
Asimismo, relacionamos el asunto de Groenlandia con los diálogos destinados a concluir el conflicto en Ucrania. Tal vínculo es real. Vladímir Putin no ha manifestado objeción alguna frente a las pretensiones de Estados Unidos respecto a Groenlandia. Hace exactamente un año, en su discurso durante el encuentro anual que Rusia organiza acerca del Ártico, el mandatario ruso pareció restarle relevancia. “Es una vieja reivindicación”, fue lo que sugirió. Simultáneamente, en el planteamiento inicial de Estados Unidos para alcanzar la paz en Ucrania figuraba un apartado sobre una posible cooperación venidera con Rusia en la extracción de riquezas naturales. Diversos analistas interpretaron aquello como una alusión al Ártico. Estados Unidos planteaba una resolución favorable para Rusia en Ucrania, bajo la premisa de que los rusos evitaran involucrarse en la disputa de Groenlandia y se crearan canales de alianza corporativa entre las dos naciones en el sector de los insumos básicos. Estados Unidos facilitaría avances tecnológicos a Rusia para localizar tierras raras dentro del círculo polar ártico, siempre que se le permitiera participar en la obtención de dichos elementos.
¿Cuál es la razón? Es una interrogante interesante. El plan de Seguridad Nacional fomentado por el presidente Joe Biden establecía que una de las metas de Estados Unidos radicaba en prevenir que Rusia ejerciera la hegemonía en el Ártico. La Estrategia de Seguridad Nacional del segundo gobierno de Trump sugiere la obtención de un “equilibrio estratégico con Rusia”. ¿Cuál es el motivo? Estados Unidos anhela una Rusia con menor subordinación hacia China. También es posible una lectura más profunda: la nueva administración de Estados Unidos sospecha que un descalabro interno de Rusia debido a la contienda en Ucrania resulte provechoso para China, brindándole una mayor apertura al Ártico, a sus tesoros y a sus recientes trayectos comerciales. Para gestionar ese equilibrio de potencias, Washington contempla imprescindible la soberanía sobre Groenlandia y la erosión de la Unión Europea. El Ártico permite descifrar la confusión del panorama internacional presente.
Con el fin de indagar más, sugiero encarecidamente leer Guerra Blanca, obra del reportero italiano Marzio G. Mian acerca de la relevancia repentina del Ártico dentro de los vínculos globales. Mian, quien fuera vicedirector de Corriere della Sera, lo detalla con claridad mediante cifras y vivencias directas. Lleva tiempo analizando esta cuestión y afirma lo siguiente: el Ártico se incorpora a la Historia y eso implica conflicto. Surge un nuevo escenario geopolítico donde Rusia controla el 52% de su litoral. En caso de que Estados Unidos adquiera Groenlandia, su cuota subiría del 10% (Alaska) al 23%. El 20% del PIB ruso se origina en el círculo polar ártico. El principal arsenal de cabezas atómicas de Rusia se localiza en el Ártico. El pilar fundamental de la defensa de Rusia es la Flota del Norte. Resulta llamativo: la Administración Trump rechaza el calentamiento global mientras sitúa el foco de su plan de seguridad nacional en una masa de agua que se está derritiendo.
Conflicto gélido en el Ártico frente a una calma superficial en la Antártida. Mientras el Polo Norte es escenario de grandes disputas, en el Polo Sur se percibe una concordia artificial amparada por el Tratado Antártico. Esta situación no fue constante históricamente. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta que se suscribió dicho acuerdo en 1959, ocurrieron varios altercados, ciertos de ellos de gran relevancia, que involucraron a Argentina, el Reino Unido y Chile debido a la creación de un pequeño puesto argentino en la isla Decepción. Durante 1952, efectivos británicos realizaron un desembarco, apresaron a los soldados argentinos, demolieron su instalación y también eliminaron una construcción perteneciente a Chile.
Mapa de la Antártida
Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética ratificaron el acuerdo. La Antártida se encontraba distante de sus principales focos de conflicto. No tenían intención de trasladar la guerra fría hacia la región más gélida de la Tierra. El resguardo de la Antártida se intensificó en 1991, un par de años tras el colapso del Muro de Berlín, mediante la rúbrica del Protocolo de Madrid por las naciones del Tratado Antártico. Dentro de su segundo artículo, los integrantes pactaron la defensa integral del entorno natural antártico, una superficie continental definida como “reserva natural, consagrada a la paz y a la ciencia”. El séptimo artículo veta de forma explícita “toda actividad relacionada con los recursos minerales, salvo la investigación científica”.
El Protocolo comenzó a regir en 1998 y, de la misma forma que el Tratado Antártico, posee una duración ilimitada, careciendo de un plazo de vencimiento determinado. Dicho Tratado no ha experimentado cambios desde que se implementó y únicamente se transformaría bajo el consenso total de los integrantes o a través de una reunión de análisis. Respecto al Protocolo de Madrid, el artículo 25 del mismo contempla la opción de examinar su desempeño una vez transcurrido medio siglo desde su inicio, concretamente en el año 2048.
Existen siete naciones que sostienen pretensiones de dominio territorial en la Antártida: Chile, Argentina, Australia, Nueva Zelanda, Francia, Reino Unido y Noruega. Dichas demandas permanecen congeladas debido al Tratado Antártico. Pese a estar pausadas, generan tensiones. Durante 2023, los mandatarios de Argentina y Chile exhibieron gran dinamismo sobre este tema. Alberto Fernández (Argentina) y Gabriel Boric (Chile) se desplazaron hacia el territorio gélido. Ambas naciones han girado hacia la derecha y sus nuevos mandatarios, Javier Milei y José Antonio Kast, mantienen contacto directo con Donald Trump. China no exige soberanía, no obstante, incrementa su influencia mediante recientes bases de investigación. Estados Unidos no ha actualizado su política para la zona desde 1994. El crecimiento de su área de interés se enfoca actualmente en el Ártico.
(Esta reciente entrega de 'Penínsulas' ha tenido la participación de Santiago Fernández Muñoz, docente de Geografía Humana en la Universidad Carlos III de Madrid, integrante de SILO y anterior coordinador de proyectos del área de Evaluación de Políticas Públicas de la AIReF.)
