‘El azul imposible’
Marta Millà ha vivido dolorosas pérdidas y ha sabido extraer de ellas belleza en forma de cuentos, poemas, novela y personajes (interpretó a una mujer a la que se le moría su marido en el culebrón ‘Mmmmmmm’ de TV3... justo tras haber visto morir al suyo, Jordi, en la vida real: le costó mucho revisar la grabación de esas escenas)... Marta (Martamillagestalt.com) reconstruye su vivencia en la novela El blau impossible (La Campana), emocionante lección de vida escrita con arte y corazón. Mañana además se presenta (librería Mailuna, 19 h, Barcelona) su versión en castellano, El azul imposible (IkiBooks), con prólogo de Juan Carlos Unzué y el exquisito dibujo de Jordi para el que Marta posó desnuda: ahí, en ese estudio, empezó un amor que sería ensanchado, vivido y bebido hasta el final.
Por qué una actriz es actriz?
Por necesidad de expresarse y por salvar un vacío.
¿Qué vacío?
El arte es llenar vacíos. En el caso del actor, mediante sus personajes. Mi vacío era: “¿Estaré loca?”.
¿Loca, por qué?
Mis padres me llevaron al médico con doce años y tuve un diagnóstico: “Es muy nerviosa” y “tiene mucha imaginación”.
¿Qué le pasaba?
Cada noche me despertaba: veía a mi abuelo junto a mi cama. Yo le quería, y acababa de morir. Y mi padre me había dicho: “Se lo comerán los gusanos”. Ahí empezó mi angustia.
Describa esa angustia.
Era una desolación existencial. Me pregunté “¿qué hacemos aquí?” y “¿quién soy?”.
Era una niña sensible.
No me llevaron al entierro de mi abuelo y no pude despedirlo. Y entonces empecé a sentirlo en mi habitación, lo veía acercarse a mí. “¿Estaré loca?”, era mi miedo.
¿Reprocha algo a su padre?
No. Hizo lo que creía mejor según sus principios: republicano, anticlerical, ateo, rojo, catalanista. Yo le adoraba.
Pero quedó usted desolada.
No escondamos la muerte a los niños: mejor que entiendan que es parte de la vida.
No era mentira lo de los gusanos...
Pero mi abuelo vivía en mí: digamos esa verdad al niño, que sepa que la persona amada ¡es parte de uno mismo!
¿A qué se dedicaba su abuelo?
Librero, escritor y editor. Su padre, Lluís Millà i Gacio, fundó en 1900 la librería Millà (calle Sant Pau), en el Barri Gòtic. Alquilaba libretos de obras de teatro a directores, actores, apuntadores. Mi padre, Lluís Millà i Reig, traumatizado por el franquismo y politizado, siguió ahí...
Recuerdo el cierre de la librería Millà.
Mi padre murió en el 2005, siguió mi hermano Lluís... y cerró en el 2015. Cada hijo seguimos nuestro camino. Yo, como actriz desde 1987, en La granja de TV3, y en Tira’t de la moto , obra con Eduard Fernàndez, Marc Martínez, David Bagès... Marta Pérez, Montse Esteve... ¡Yo era feliz!
¿En lo profesional? ¿En lo personal?
Fui madre de una niña y renuncié a trabajos. No me arrepiento. Todo no se puede...
¿Su padre le aprobaba?
Siempre. Ya se moría y le visité y yo llevaba un colgante con una cruz. “¿Te has vuelto carca?”, me soltó.
¡Genio y figura!
Murió al poco. Yo me acercaba a una espiritualidad que me confortaba. “Rezaré por ti”, bromeé con él... Y lo he hecho, sí.
¿Qué le llevó a la espiritualidad?
La plenitud del amor. Me llegó haciendo de modelo, desnuda, en el estudio de un pintor. Era un trabajo, necesitaba dinero.
¿Qué pasó?
Jordi me dibujaba, tarde a tarde, sin mostrar deseo carnal hacia mí. Yo sí sentí la certeza absoluta de que había allí un tesoro... ¡y que ese tesoro era para mí!
Romántica...
Vivía con mi hija, estaba ya separada. Un día Jordi me llevó a su casa en el campo... Y nos enamoramos.
Desenvolvía usted su tesoro.
El tesoro llegaría cuatro años después: a Jordi le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica. No tiene cura.
¿Llama “tesoro” a esa enfermedad?
Yo venía del trauma de la muerte de mi abuelo... ¿¡y me pasaba esto ahora!? ¿Por qué a mí? ¡Tenía que ser para algo!
¿Un destino?
Lloramos. Jordi me preguntó: “¿Me ayudarás?”. Fue valiente. Lo fácil es apartarse y lo difícil es dejarse cuidar, sabiendo que yo le vería desmadejado, su miseria física.
Y él... se dejó cuidar.
Morir es el acto más desnudo de la vida.
¿Y usted le cuidó?
“¡Claro!”, le contesté desde el alma. “¡Haré que vivas como un rey hasta tu último suspiro!”, me dije a mí misma.
¿Estuvo usted en su último suspiro?
Tomados de la mano. Cuatro años después. Hice locuras, alguna divertida: yo interpretaba una obra en el Poliorama, vestida de época, y pasaba media hora sin salir a escena, y me escapé del teatro en mi moto, llegué a casa, besé a Jordi y volví al teatro a tiempo... Era el día de Navidad.
Oooh... ¿Qué aprendió de aquel trance?
Que cuidar tiene sentido, como cuidarte a ti mismo. En esta vida te cruzas con personas... para aprender. Yo aprendí a entregarme a la vida plenamente, ¡a vivir!
¿Desapareció su miedo a estar loca?
Tener miedo es perder el tiempo. Esto se acaba, Víctor, ¡no pierdas tiempo! Con todo lo que te llegue, bueno o malo... ¡tú vive, vive! Ah, y hoy sé que no acaba todo con los gusanos: hay más, ¡hay mucho más!