La visita para quien la merece
El Capricho de Gaudí en Comillas, la casa Botines en León, el estudio de Miró en Mallorca obra de Sert y la casa Broner de Ibiza o Can Lis de Utzon, la casa Gomis en la Ricarda, de plena actualidad... Drabbe va enumerando experiencias ya incluidas o planeadas para su Iconic House Network que han sido maravillas habitadas y su ideal sería que aun lo estuvieran. Son ya veinte en España, ocho en Catalunya y más de doscientas en todo el mundo, como la casa de la Cascada de Wright, que ya salía en los libros escolares... Y nos acaba confiando su ilusión y preocupación por el futuro del Espai Corberó en Esplugues para el que teme problemas similares a los de la casa Melnikov en Moscú. Casas familiares que fueron particulares y que por ser hoy universales merecen ser visitadas por quien lo merezca.
¿Vive en una casa icónica?
Vivo en la casa Van Schijndel en Utrecht, que fue diseñada en 1992 por mi marido.
¿Por qué es icónica?
Solo siete años después fue declarada monumento nacional, cuando normalmente se esperan alrededor de 50 para constatar que su relevancia estética perdura más allá de las modas.
¿Por qué fue clásica tan deprisa?
Tal vez por su estilo minimalista. El arquitecto Van Schijndel trabajaba con colores. Apenas hay blanco en mi casa... Él y yo teníamos toda una teoría sobre los colores y cómo influyen en tu ánimo.
¿Cuál es el color para despertarse?
Cuando te despiertas quieres ver frescura, así que la pared amarillo pálido te anima y así la pintamos.
¿Y para ir a dormir?
Mejor un rosa también pálido para relajarte. Pero la razón por la que Schijndel tuvo tanto éxito no fueron los colores, sino su experimentación revolucionaria con el vidrio de la construcción.
¿En la arquitectura?
Para todo. En 1981 diseñó un vaso de vidrio laminado pegado con silicona que deslumbró por su técnica innovadora.
¿Por qué tan innovadora?
Normalmente, los jarrones de vidrio son de vidrio soplado, como los vasos de los que se bebe, pero este era vidrio laminado pegado con silicona.
¿Dónde lo colocó en su casa?
En casa colocó puertas de vidrio del suelo al techo con bisagras sobre una junta sellada con silicona: pegadas al marco. Nunca se había hecho.
¿Cómo conoció a Van Schijndel?
Estudiaba Historia de la Arquitectura y mi profesor lo conocía y me recomendó para que trabajara en su oficina.
Es obvio que congeniaron.
Estuvimos casados desde 1992 hasta 1999, en que murió a los 56, muy joven, pero ya con una gran obra.
Lo siento.
Heredé una misión y es salvar muchas obras arquitectónicas, que son casas
familiares como la nuestra, para que
sirvan de referencia a arquitectos, historiadores, urbanistas y a los ciudadanos sin que dejen de estar habitadas.
¿Sin que sean meros museos?
Esa es la idea: que estén habitadas, porque si no lo están ya no sirven al propósito para el que fueron creadas. Pero no siempre es posible. A veces siguen siendo icónicas sin residentes. Aquí en Barcelona, para empezar, tienen ustedes casas icónicas como el Espai Corberó, la casa Gomis en la Ricarda y, por supuesto, la Pedrera.
Aún está habitada.
O la casa Batlló... Lo cierto es que algunas de esas casas de Barcelona y toda Europa son ya, en algún grado, museos. En cambio, al visitante le gustaría ver cómo usan la cocina, el baño, los dormitorios... Y yo creo que se puede conseguir. Yo todavía vivo en mi casa.
¿Todas las icónicas son casas lujosas?
También nos interesan las Casas Baratas del Bon Pastor en Barcelona y ver cómo evoluciona la vivienda obrera desde 1929 en que se construyeron. Ver casas en Europa que no tenían baño al principio y cómo se les va añadiendo un pequeño patio.
Progreso.
Visitarlo es mucho más ilustrativo que leer un libro de historia. Y comprobar ese progreso: tras el patio, también construyeron una escalerita para poder usar el tejado. Así ya no eran tan pequeñas. También esas casas obreras son icónicas en toda esa evolución.
¿Por eso las llamó Casas Icónicas?
Me sentía obligada a difundir el legado de mi marido: arquitectura para todos. Y empecé por nuestra propia casa, que abro a los visitantes.
¿Toda?
Me reservo una pequeña área privada, pero todo el resto de la casa lo pueden ver los domingos quienes la visitan.
Es usted generosa, pero ¿querrán otros propietarios hacer lo mismo?
También existe el pequeño incentivo de cobrar una entrada para compensar los gastos de mantenimiento, guía o seguridad que ocasionan las visitas.
El dinero a veces falta: nunca sobra.
En mi casa ni siquiera tengo cámaras de vigilancia y la verdad es que cualquiera podría robar, pero ahora mismo también recuerdo casa Barragán en México, donde la última vez que fui aún olía a deliciosa comida mexicana que se cocinaba.
¿Puede seleccionar a los visitantes?
Queremos calidad, no volumen, para que la experiencia también la tenga. Y eso exige que vengan visitantes informados, por ello tenemos una web para nuestras doscientas casas icónicas en todo el mundo.
