Oskar Salazar,doctor en Neurología, médico tradicional chino y experto en chi kung:

“Expulsa esa voz de tu cabeza, es común pero no es normal”

Tengo 67 años. Nací en un puerto, Mazatlán, México, y tras vivir en China y EE.UU., vivo en París desde 1990 con mi hija. Ejerzo la medicina y la enseñanza. Veo mucha locura e incoherencia, como si los políticos estuvieran fuera de la realidad. Creo en la naturaleza, en todo lo que me hace sentir, y en la realidad. (Foto: Xavi Jurio)

A mucha gente no le gusta su realidad y la convierte en inconsciencia.

¿A usted le gusta la suya?

Me encanta, aunque tenga problemas. ¿Sabes por qué? Porque tuve un coma y eso me hizo comprender muchas cosas.

¿Qué le pasó?

Compartía piso con un estudiante de ingeniería, líder del Partido Comunista, al que andaban buscando. La CIA se presentó en casa y me torturaron durante tres días para saber dónde estaba. No tenía ni idea.

Qué espanto.

En el proceso llegó un momento en el que el dolor me abandonó, estaba en ese estado de conciencia en el que nada te hace sufrir. Me dejaron en coma.

¿Y qué pasó cuando despertó?

En coma profundo dejan de funcionar el electroencefalograma y se levanta un acta de fallecimiento. Ese día me morí. Y me fui a otro lugar en el que viví diez años.

¿Diez años de coma?

Cuando regresé habían pasado diez días, pero yo viví en otra dimensión en la que había lo mismo que aquí, pero con una mentalidad más elevada, menos tonta. Regresé distinto.

Su vida está llena de experiencias fuertes.

A los 4 años unas niñas me sacan de mi cumpleaños y me llevan a una casa, me desvisten y una me muerde el pene. Sangró mucho. Me regresan a mi cumpleaños y nadie se enteró.

No debió de ser agradable vivir con eso.

Yo creía que mi pene ya no funcionaba porque me había mordido una loca. Me pasé hasta los once años sin mirarlo. Un día una amiga de mi madre me vio desnudo por accidente y me dijo: “Qué bonito pene tienes”, y por primera vez lo miré y lo acepté.

Sus historias tienen moraleja.

Un año antes, a mis diez años, mi hermano de cinco, enfermo del corazón de nacimiento, murió en mis brazos. Le pedí que no cerrara los ojos porque pensaba que si no los cierras no te mueres. Se murió con los ojos abiertos y con una gran sonrisa.

Todo el amor que tenía lo soltó, yo lo sentí, lo vi, lo absorbí, y nunca he tenido tristeza. Le juré que por él sería médico, y cuando terminé le dije: “Hermano, ahora va por mí”, y me fui a China a estudiar otra medicina.

¿Cómo acabó en un monasterio taoísta?

Conocí a un monje zen que me enseñó la meditación, acupuntura, a montar a caballo y tirar al arco, artes marciales… Me incorporó a su vida y a los cinco años me dijo: “Te vas a China, yo solo soy una gota de la fuente y tú debes convertirte en fuente”.

Claro y conciso.

Me licencié en China y me fui siete años al Dragón Azul, la montaña Wudang, aprendiendo artes terapéuticas taoístas y chi kung.

¿Por qué tanto interés?

En el hospital en el que trabajaba en Pekín, vi cómo un cirujano cardiólogo zen aneste­siaba a un paciente con dos agujas. Quise aprender.

¿Cómo fue la bienvenida del dragón?

Me metieron en un baúl tres días. Si gritas, a la calle. Ni bebí ni comí ni fui al baño. Oscuridad, te salen todos los demonios. Recordé cuando de niño estuve cinco horas atrapado en un ascensor con mi padre: “Tranquilo, vamos a economizar oxígeno y energía, ¡vamos a dormir!”, me dijo. Y eso hice en el baúl.

¿Hubo más pruebas draconianas?

Sí, muy duras. Lo primero que me dijeron fue: “Bienvenido a desaprender”.

¿Y qué desaprendió?

Toda la tontería. El ego es la mayor tontería. Aprendí a tratarlo como a una mascota. Tú das las órdenes, no te las da él a ti. Vivimos mal porque escuchamos más a nuestro ego que a nuestra inteligencia, corazón y alma: a ella ni siquiera la tocamos.

¿Usted sabe dónde está?

Mete 4 dedos debajo del esternón. ¿Duele?... Es tu alma, está estresada. Paramos poco en el presente, y ahí habita la conciencia.

¿Qué es el chi kung?

Poner la energía en movimiento. Atiende la salud mental, la emocional, la física y la sexual. Si una falla, fallan todas.

El equilibrio es complicado.

De lo que se trata es de expulsar el ruido, esa voz de tu cabeza, porque eso no es normal por muy común que sea. Si no paras ese ruido, no puedes comprender qué está sucediendo en la realidad. ¿Cuál es la diferencia entre tu mente y tu inteligencia?

¿La mente piensa y te habla?

No. La mente repite y la inteligencia crea. Cuando la mente duda, la inteligencia confía. La mente complica, la inteligencia simplifica, soluciona. Lo que no sabe la gente es ver quién le está dominando, si su inteligencia o su mente. Uno solo escucha, a sí mismo y a los otros, cuando no está pensando.

¿Cuál es su consejo para vivir más en paz?

Si no hay cordura en lo que estás pensando, cámbialo. Pon algo hermoso, interesante, productivo. No te enganches en la rueda. Quédate en la conciencia, elige respetarte.

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