La deuda (autonómica) y los libros de caballerías

Cuadernos del sur

“Es absurdo” —decía Emilia Pardo Bazán— “que un pueblo cifre sus esperanzas de redención y ventura en formas de gobierno que desconoce”. La novelista gallega, al dar esta opinión, olvidaba que los seres humanos viven precisamente gracias a la amplificación de sus ilusiones, aunque no tengan relación alguna con la realidad. Esta misma costumbre fue la que, durante la Santa Transición, hizo creer a muchísimos ciudadanos que las autonomías servirían de antídoto frente a los nacionalismos y obrarían el milagro de terminar con la perpetua guerra territorial que caracteriza a la política española.

Las cosas no se conocen de verdad, y a fondo, hasta que se prueban. En contra de esta evidencia, los socialistas andaluces, a quienes las encuestas sitúan en un pozo negro con las elecciones meridionales a la vuelta de la esquina, pretenden mejorar su posición electoral, que en estos momentos es la peor de toda su historia, predicando ante sus partidarios que el cupo catalán, acordado primero entre el PSC y ERC, y después entre la Generalitat y Hacienda, “no existe”.

La vicepresidenta primera, María Jesús Montero, en un acto en  Sevilla

La vicepresidenta primera, María Jesús Montero, en un acto en Sevilla

Julio Muñoz | EFE

La pretensión es asombrosa —“en la verdad no existen los matices: es o no es”, decía el gran Baroja— porque presenta como ambrosía lo que para muchos no es sino una fuente colmada de escabeche.

Muestra también el grado de esquizofrenia de los socialistas. María Jesús Montero valida por las mañanas la financiación singular de Catalunya y, por las tardes, reniega de sus decisiones en Andalucía, actuando como juez y parte en la eterna guerra por los dineros autonómicos, que lastran el reparto justo de los recursos estatales.

El PSOE, cuya supervivencia depende de los resultados en Andalucía —y, de momento, no son nada buenos—, busca disimular la contradicción de conceder a los independentistas y al PSC lo que sabe perfectamente que puede significar su tumba política en el Sur. Su método recuerda al de los sofistas: hacer creer a los ingenuos que el hecho de tratar de forma equivalente a quienes son distintos, ya sea en virtudes o en pecados, es practicar la igualdad avant la lettre.

Moreno Bonilla durante un acto por la bandera de Andalucía

Moreno Bonilla durante un acto por la bandera de Andalucía

Junta de Andalucía

Como la Iglesia, que durante siglos salvaba a sus devotos de sí mismos por el procedimiento marcial y escasamente democrático de limitar su libertad de entendimiento, Montero ha reaparecido tras el paréntesis estival para contarnos que la condonación de la deuda autonómica (que consiste en una mutualización) va a salir adelante con independencia cuál sea la posición de las autonomías del PP.

Todas las capitanías generales de Génova se oponen a esta medida. Sus razones: creen que es un señuelo para dejarlas sin argumentos ante el cupo catalán, contra el que en Andalucía existe un rechazo social transversal que trasciende lo estrictamente político.

El president de la Generalitat, Salvador Illa, y el líder de ERC, Oriol Junqueras, se saludan en el Palau de la Generalitat

El president de la Generalitat, Salvador Illa, y el líder de ERC, Oriol Junqueras, se saludan en el Palau de la Generalitat

Toni Albrir | EFE

Los socialistas señalan el árbol —la condonación de la deuda regional— para que nadie repare en las verdaderas dimensiones del bosque —la fragmentación de la hacienda pública. En la cabeza de los asesores socialistas acaso se considere que ésta es una idea sin fisuras. Craso error. El recorrido de esta serpiente (de otoño) va a ser limitado. Y no será una vacuna ante el descontento popular.

Recuérdese una de las leyes de la realpolitik: si un político debe explicar muchas veces lo que hace tiene un grave problema. Es justo este caso, porque el PSOE andaluz, de hecho, tiene varios problemas simultáneos. Y ninguno parece que vaya a mejorar con el tiempo.

Su candidata a la Junta está ausente de Andalucía porque sus labores gubernamentales impiden que tenga una presencia estable en el territorio, salvo los fines de semana y en actos contados. Sus críticas contra Moreno Bonilla no erosionan en exceso la imagen del presidente de la Junta, que teme mucho más a Vox que al PSOE.

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Una parte de su electorado tradicional baraja abstenerse o sopesa mudarse a otras candidaturas situadas a su izquierda, a pesar de que las siniestras andaluzas ni siquiera han logrado todavía armar una coalición alternativa. Y lo más grave: la política territorial de hechos consumados del sanchismo desmiente el mensaje histórico de los socialistas meridionales, que era la defensa de la igualdad territorial.

De presumir con orgullo de ejercer como el fiel de la balanza autonómica española, poniendo siempre freno a las reivindicaciones del independentismo, el PSOE andaluz ha pasado a negociarlas y, en concreto la ministra de Hacienda, a defenderlas y ejecutarlas.

Lo que se va a dirimir en los comicios andaluces de junio de 2026, si es que antes no se adelantan también las elecciones generales, no es sólo la capacidad real de resistencia de los socialistas y sus socios.

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Es el grado de tolerancia de la región más poblada del país ante una España asimétrica y de nueva planta que es consecuencia de la aritmética de la investidura, donde quien tiene más renta se desliga del principio de igualdad en favor de la doctrina de la ordinalidad.

Parece un asunto complejo. No lo es: muchos andaluces, que nunca han concebido su autogobierno en términos de protosoberanía o en clave identitaria, sino de forma práctica, no interpretan la posición del PSOE con respecto a Catalunya en términos federales.

Lo hacen desde un punto de vista prosaico: la soberanía tributaria de las regiones más ricas del país provocaría en el Sur de España recortes en los servicios sociales, que desde la crisis de 2008 no han dejado de deteriorarse tanto con gobiernos del PSOE como del PP.

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Dicho de otra manera: si la autonomía meridional no puede salvar y sostener los servicios públicos, a los que acuden sobre todo las clases sociales más humildes, es que el autogobierno es totalmente estéril.

De ahí que la tesis del PSOE de que Andalucía va a ganar mucho con la condonación de su deuda, inferior a la catalana, una medida que Hacienda presenta como una generosa concesión de la Moncloa, e incluso puede obtener su propia financiación singular —con menos de renta per capita que Catalunya— sea inverosímil hasta entre su misma parroquia, del mismo modo que los libros de caballerías eran leídos como literatura fantástica en los tiempos de Cervantes.

“Quien se mete a redentor”–escribió Maeztu– “sale crucificado”. Habrá que esperar todavía algunos meses. Pero todo apunta a que el PSOE está perdiendo en Catalunya la guerra electoral de Andalucía.

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