El incendio del Baix Ebre, que este miércoles a mediodía entró en la fase de estabilización, se ha quedado cerca de convertirse en uno de los más graves de la historia moderna de Catalunya. Han sido 3.321 hectáreas, pero podrían haber ardido “decenas de miles”, admitió por la tarde desde Tortosa Marc Castellnou, inspector jefe de la unidad del Grup d’Actuacions Forestals (GRAF). Este experimentado bombero dio cuenta de la estrategia de extinción y del intenso trabajo del cuerpo desde el lunes –“uno de los fuegos más complejos a nivel de exigencia física de los operativos”, dijo– y no escatimó críticas sobre el abandono del campo y la necesidad de “replantear la economía rural”. “La pagesia –concedió– no es solo producto agrícola, es también una cuestión de seguridad para la población”.
Castellnou puso el apunte técnico y profesional a lo que muchos vecinos de municipios como Xerta, Paüls o l’Aldover han ido repitiendo desde que el lunes se dio la alerta de este fuego que no ha llegado a alcanzar la categoría de sexta generación pero sí presentaba muchos elementos para derivar en una catástrofe natural sin precedentes. Primero, la presencia de la sierra de Cardó, al otro lado del río Ebro. Segundo, la cercanía, en el flanco izquierdo, de la zona más cruda, a la vez que preciosa, del parque natural de Els Ports: barrancos, canales, picos... En resumen, lugares en los que los bomberos no habrían podido intervenir porque no hay caminos para que los camiones y el agua puedan circular. Todo, salpimentado por un terreno repleto de maleza y bosque bajo que va regalando una autopista ideal para el avance de las llamas.
“Esta vez nos ha salido, bien, pero no podemos seguir tirando los dados”, dice un jefe del GRAF
El del Baix Ebre, así las cosas, “no ha sido un incendio excepcional” como lo fue, por ejemplo, el de la Segarra de principios de julio, con dos muertos y casi 6.000 hectáreas arrasadas. En esa tragedia sí se produjo la nube (un pirocúmulo) capaz de generar, expuso el responsable del GRAF, “un cambio de la atmósfera y una meteorología propia”. “En estos casos –aseveró Castellnou–, los bomberos dejamos de mandar sobre el incendio y nuestro margen de maniobra es muy reducido”. Amén de mucho más arriesgado.

La figura de un Buda, testigo silencioso de la catástrofe
En el caso del Baix Ebre, la resolución ha superado incluso las expectativas del cuerpo de los Bombers. A favor de la extinción ha jugado el conocimiento del terreno y el hecho de avanzarse y adaptarse al comportamiento del viento. Y, por supuesto, el trabajo de los más de 450 efectivos desplegados por los 30 kilómetros lineales que se han visto afectados. Sabían, por ejemplo, que el fuerte viento que se desliza a gran altura en estos lares suele tocar tierra al atardecer y a primera hora de la mañana. Bingo. El gráfico de la energía que emitía el incendio, calculada gracias a las sondas enviadas por los Bombers a la columna principal del fuego, así lo atestigua: entre las 21.00 y las 23.00 horas y poco después del amanecer, el calor multiplicó por cinco el techo a partir del cual los efectivos pueden sufrir quemaduras de segundo grado, incluso con el traje puesto. Fueron las horas en las que las llamas más avanzaron hacia el este, llegando incluso a cruzar el Ebre en algunos tramos, pero sin alcanzar, afortunadamente, la sierra de Cardó. Esta rápida escalada que se produjo la noche del lunes al martes permite un cruel contraste con un incendio que se registró en el mismo lugar en el año 1993. Entonces, los campos generosamente cultivados que hoy ya casi no existen ejercieron su papel secundario –o principal, según se mire– de cortafuegos. Y así es cómo en el incendio de estos días, poblaciones como Xerta lloran tras comprobar que el 70% de su término municipal (el caso urbano se ha salvado) ha quedado chamuscado y necesitarán décadas para recuperar el paisaje perdido.
La extinción aún tardará días en completarse
Las dinámicas tradicionales del clima en las Terres de l’Ebre han jugado a favor de la extinción, que aún tardará días en hacerse efectiva. Pero esta gallardía en la estrategia no bastará en el futuro, algo que Castellnou resumió de un modo tan directo como falto de sutileza: “Esta vez nos ha salido bien, pero no podemos seguir tirando los dados en estas condiciones; nos puede salir bien uno o dos años, pero a largo plazo nos lo tenemos que replantear”. O lo que es lo mismo, los Bombers están para apagar fuegos, pero no son la solución para que no haya tantos incendios. Para que eso suceda, recetó replantear la economía rural y disponer “de un territorio gestionado y preparado”. En su contra juega el abandono del pastoreo y de la ganadería en general, pero también el ocaso de la agricultura. Como señalaba un alto mando del cuerpo, si existen los que apagan fuegos, también la Administración debería tener gente limpiando los bosques.
Prueba superada en l’Anoia
El incendio que, simultáneamente con el del Baix Ebre, afectó el martes a diversos municipios de las comarcas de l’Anoia y el Bages, quedó prácticamente controlado ayer por la tarde. Los Bombers de la Generalitat ya habían dado por estabilizado el incendio antes de las diez de la noche del mismo martes, después de que el fuego, que se originó en un campo de cereales del municipio de Sant Pere Sallavinera y que acabó penetrando en una zona boscosa, quemara alrededor de 130 hectáreas de superficie agrícola y forestal. A poca distancia del foco inicial se detectaron algunos secundarios que pudieron ser neutralizados de manera rápida. El combate contra este incendio movilizó, durante la noche del martes, a medio centenar de efectivos terrestres que trabajaron de manera incansable para evitar que las llamas siguieran propagándose.