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El movimiento okupa de Terrassa traslada su actividad a una nave abandonada

Vivienda

El Ayuntamiento alerta de que el local no es seguro

Pancarta en la antigua tintorería Cardona, ahora ocupada.

ACN / Albert Segura

El movimiento okupa de Terrassa (Barcelona) se ha instalado en una nave abandonada, la antigua tintorería Cardona, para convertirla en su nuevo centro de actividades. 

Se trata de un espacio formado por tres naves con, un patio central con una chimenea y una pasarela alzada que une dos de los tres bloques. El colectivo lo ocupó a finales de agosto, después de que en marzo los desalojaron de dos espacios en los que estaban instalados desde hacía años. 

El Ayuntamiento asegura que el espacio no es seguro por las condiciones estructurales y deficiencias en cubiertas o vigas, entre otras, y asegura que es necesario emprender medidas para evitar derrumbes. El colectivo minimiza este riesgo, asegurando que tienen los espacios críticos cerrados, y acusan al consistorio de perseguirlos.

El colectivo hizo pública la ocupación del espacio a finales de agosto. Era la respuesta al desempleo, en marzo, de sus dos espacios emblema. “Se nos privó de Kasalet, que estuvo 25 años ocupado, y Kalitxet, donde vivía un grupo de personas desde el año 2018”, explica Gabriel Álvarez, miembro de la Asamblea de Okupas de Terrassa.

Tras el intento fallido de ocupación de un inmueble, que descartaron finalmente porque no era seguro, señalan que identificaron a la antigua tintorería Cardona como un espacio adecuado para convertirlo en su nueva centralidad en la ciudad. El objetivo es, una vez esté plenamente operativo, poder realizar asambleas y reuniones de diferentes colectivos locales, instalar secciones de actividades que hasta marzo se llevaban a cabo en el Kasalet, y varios talleres, entre otros.

La respuesta policial no se hizo esperar, y poco después de ocupar el espacio los Mossos d'Esquadra les trasladaron, apuntan, que no era seguro para permanecer allí. Citaban un informe de principios de año, donde, por otra parte, se destaca que no hay situación de ruina, señalan: “En el documento se habla de que si está abandonado como hasta ahora, a medio o largo plazo podría deteriorarse, y que habría que realizar actuaciones para retener las causas que podrían llevar a esta situación”, explica Núria Florensa, miembro del movimiento.

En este mismo informe se detalla que llevar a cabo medidas garantizaría la funcionalidad del espacio y su seguridad a largo plazo, un punto al que los okupas se aferran para defender una actuación por cuenta propia en el conjunto de naves que configuran la antigua tintorería. No obstante, en el informe no se prevé que se repare de forma integral el conjunto, sino realizar intervenciones puntuales para evitar daños inmediatos y de mayor impacto, y con la propuesta de clausurar el edificio mientras no se redacta el proyecto de derribo final, al margen de las intervenciones puntuales.

Para evitar el derribo y poder utilizarlo, el colectivo explica que desde que entraron han centrado sus esfuerzos en garantizar que la circulación de personas se hace por los espacios que consideran que no suponen un riesgo, como la parte baja de la nave más cercana a la calle, la parte superior de ésta y el patio central. “Hemos delimitado las zonas que son seguras sin realizar ninguna intervención y que hemos habilitado para su uso, y las demás están clausuradas para que se entre sólo de forma controlada, por ejemplo, en casos de visitas de arquitectos”, añade Florensa.

A su vez, están llevando a cabo tareas de limpieza y retirada de vegetación y escombros, elemento que se recomienda en el informe, para incrementar el volumen de espacios seguros, una tarea que les llevará tiempo, señalan, pero que no evita que mientras lo hacen puedan realizar reuniones en las zonas habilitadas, como el patio.


Encuentro con la autoridad

El pasado 3 de septiembre, poco después de hacer pública la ocupación, el espacio recibió la visita de una comitiva de Mossos d'Esquadra, Policía Municipal, miembros de la brigada municipal y técnicos. “Intentaron abrir la puerta forzándola, se negoció porque querían acceder y se aceptó que entraran sólo los técnicos, para, nos dijeron, comprobar que estábamos a buen recaudo, no para echarnos”, añade Florensa.

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Esto tensó la situación, que llevó al colectivo a considerar que el Ayuntamiento actuaba contra ellos. Detallan que el inmueble, que actualmente es propiedad de la Sareb, se encuentra en un espacio afectado por un proyecto urbanístico desde el año 2002, y que contempla el derribo de las naves con la preservación de la chimenea central y la construcción posterior de un eje viario con viviendas en el entorno.