El centro de refugiados de Vitoria que siembra la discordia entre PNV y PSE
Proyecto cuestionado
Los socialistas han buscado el amparo de EH Bildu y Sumar para este proyecto promovido por el Gobierno central, que aceptado pasar de 350 a 200 plazas
Fachada de la residencia Arana de Vitoria; el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones ha decidido construir allí un centro de refugiados.
Las tensiones en torno al proyecto de construcción de un centro de refugiados en Vitoria-Gasteiz son expresivas de los vaivenes sobre los que hoy se mueve la política vasca. Esta dotación, promovida por el Gobierno central, enfrenta al PNV y al PSE, socios en las principales instituciones vascas, y en los últimos días ha llevado a los socialistas a acercarse a EH Bildu y Sumar. La posibilidad de un cambio en la política de alianzas planea desde hace años sobre la política vasca, aunque lo cierto es que en este caso la cuestión tiene más aristas.
El centro
El proyecto en cuestión prevé la construcción de un Centro de Acogida de Protección Internacional (CAPI) en la antigua Clínica Arana, cerrada desde hace 15 años y cedida al Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. El proyecto tiene un coste de unos 16 millones de euros, que se financian con los fondos europeos Next Generation y del Gobierno de España. En principio, el proyecto preveía acoger a 350 personas, aunque finalmente tendrá 200 plazas.
Esta reducción de las plazas obedece a una petición de la alcaldesa de Vitoria-Gasteiz, la socialista Maider Etxebarria, atendida la semana pasada por el Gobierno, y es un buen reflejo de lo sensible que resulta este tema incluso para el PSE. Los socialistas vienen defendiendo el proyecto, pese al rechazo de buena parte de los vecinos, aunque lo gestionan como material altamente sensible.
Los equilibrios del PSE en Vitoria
El PSE, no en vano, accedió a la Alcaldía de la capital alavesa como segunda fuerza, tras EH Bildu, y gracias al apoyo del PNV, tras un triple empate a seis escaños entre socialistas, jeltzales y populares (la coalición abertzale logró un concejal más). Es la institución más relevante que controlan los socialistas vascos, aunque se sostiene sobre un margen muy estrecho y tendrán que hilar muy fino para mantener esta institución.
Este conflicto no se entiende sin atender a las ajustadísimas correlaciones de fuerzas en la capital alavesa, donde EH Bildu, el PSE, el PP y el PNV se sitúan a muy pocos votos.
Los nacionalistas vascos, socios de los socialistas en el Gobierno municipal y en la mayor parte de instituciones vascas, cuestionan este proyecto porque “choca con el modelo vasco de acogida, que apuesta por recursos más pequeños, que ofrezcan una acogida y una atención más personalizada”.
Los socialistas se han sentido muy solos en la defensa de este proyecto, en tanto en cuanto EH Bildu también lo cuestiona, por defender un modelo conformado por “recursos diversos, descentralizados y pensados a escala municipal, que favorezcan los procesos de atención e inclusión de la forma más cercana posible”.
La semana pasada, en cambio, los socialistas lograron un acuerdo con EH Bildu y Sumar a través del cual defendían abordar el debate sobre el nuevo centro “desde la responsabilidad, la defensa de los derechos humanos y la apelación al diálogo y al consenso social e institucional”.
Al mismo tiempo, subrayaron que ese acuerdo, sin ningún efecto práctico, permitía “visibilizar la mayoría progresista en el Parlamento vasco”. Y es este punto el que ha propiciado que se hayan multiplicado las especulaciones sobre un eventual acercamiento entre EH Bildu y el PSE con recorrido en el corto y medio plazo.
Se trata de una cuestión recurrente en la política vasca. No en vano, los socialistas, con 12 escaños en el Parlamento vasco frente a los 27 que suman tanto el PNV como EH Bildu, tienen la llave de la gobernabilidad en Euskadi y, de virar hacia la coalición abertzale, harían saltar por los aires el statu quo de la política vasca.
La política de alianzas
Lo cierto, sin embargo, es que parece poco probable que este posicionamiento sea el inicio de un nuevo tiempo de entendimiento entre EH Bildu y el PSE que termine cristalizando en un cambio en la política de alianzas.
De entrada, una abrumadora mayoría de los votantes socialistas (hasta el 86% según un Sociómetro publicado el año pasado) apuesta por gobernar Euskadi en coalición con el PNV, frente a un 7% que se inclina por mirar a EH Bildu. Entre los votantes de la coalición abertzale apenas un 27% optaría por gobernar en coalición con los socialistas vascos, frente a un 35% que apostaría por alianzas con el PNV. Parece extremadamente aventurado que estas formaciones opten por una vía con tan escaso apoyo entre sus bases.
Además, los acuerdos de coalición en Euskadi son el mejor blindaje para el apoyo del PNV a Pedro Sánchez en Madrid y, en tercer lugar, la actual política de alianzas otorga a los socialistas unas cotas de poder institucional que difícilmente podrían mantener con EH Bildu.
En este sentido, más allá de sobreinterpretaciones, el acuerdo sobre el centro de refugiados hay que entenderlo en el contexto de las necesidades coyunturales de sus principales protagonistas.
Los socialistas necesitaban salir con alguien más en la foto de defensa de este proyecto, por más que el acuerdo con EH Bildu y Sumar se limitase a demandar una solución de consenso. Estas formaciones se han prestado a ese acuerdo, aunque sin defender claramente el proyecto y limitándose a señalar que “el auge del autoritarismo obliga a ser especialmente responsables a la hora de afrontar debates complejos”.
Además, en un momento de choques recurrentes con el PNV, los socialistas han querido escenificar que pueden llegar a acuerdos más allá de su actual socio.
EH Bildu, mientras, ha visto en ese acuerdo la posibilidad de abrir una brecha adicional entre el PNV y el PSE, que últimamente se han abonado al desencuentro, y ha buscado hacer ver que se trata de una fórmula de gobierno agotada. Laminar la actual política de alianzas resulta capital para la coalición abertzale, que ve cómo los pactos entre nacionalistas vascos y socialistas limitan su proyección institucional e influencia.
Nuevas preocupaciones
Asimismo, los desencuentros en torno a este centro no se entienden sin atender a las cuestiones que se han consolidado como las principales preocupaciones de la sociedad vasca: vivienda, condiciones laborales, salud, inseguridad e inmigración. Se trata de inquietudes similares a las de cualquier sociedad europea, y están obligando a todos los partidos a resituarse. Proyectos como el de Arana, que hace unos años habrían pasado inadvertidos, son hoy medidos al milímetro por los partidos vascos.
La política en el País Vasco se juega en un terreno muy estrecho. El pulso entre el PNV y EH Bildu se dirime en torno a muy pocos votos, y el PSE, el tercero en discordia, busca posicionarse en medio de esa pugna, aun a riesgo de ser defenestrado por las dos principales formaciones vascas. El horizonte de la política vasca se torna incierto, y no parece que se vaya a aclarar hasta que no se decante hacia dónde se dirige la política española.