La televisión que queremos
Si tú me has entendido
Que los periodistas seamos noticia no debería alegrarnos. Estamos para contar, no para ser contados, y ahí va también buena parte de nuestra propia pena, como colectivo denunciante de tantas y tantas penurias ajenas. Pero estos días nuestra televisión pública está otra vez en los titulares por la renovación de su consejo de administración en una nueva etapa que a derecha e izquierda observan de muy distinta manera.
La oposición habla de “asalto” a la televisión valenciana, rememorando aquella Canal 9 a la que no se desea volver, mientras la derecha augura un modelo de televisión “moderna y mucho más profesional, ágil, adaptada a los tiempos que corren”. Buena parte de la sociedad valenciana, seguramente, no entrará en estos debates, saturada hoy más que nunca –porque así lo hemos constatado estos días de dana- de los discursos mediáticos, pero mantengo que aún así nadie entendería una televisión pública distinta de la que hemos visto estos días. Una de la que sentirnos orgullosos y citar como referencia.
À Punt
Como tantos otros, crecí con Canal 9 sintonizada en mi casa, con los informativos, los concursos, mi carnet del Babalà en danza y hasta con las series de producción propia, como esa iniciática Herència de sang, nuestra primera telenovela en lengua propia. También con aquella Maria Abradelo zarandeando el Ferrer i Pastor a cada asalto, pero haciendo más por la normalización de la lengua que muchos otros.
Aquella televisión nuestra hablaba de nosotros. Porque en el fondo de eso se trata. De referenciarnos y contextualizarnos. El periodismo de proximidad es no solo útil, sino necesario para conocernos, para explicarnos y mejorarnos. Cuando nadie hable ya de la dana en Madrid, aquí seguiremos haciéndolo. Nuestros compañeros y compañeras continuarán desmadejando las historias vinculadas a la riada, con sus consecuencias económicas, sociales y políticas. El periodista local podrá el acento en Massanassa, en Albal, en Utiel… no seremos solo esa Valencia difusa que se intenta explicar desde lejos. Desde dentro habrá que continuar narrando los rescoldos de esa rabia incendiaria, ponerle adjetivos a la pena que va pareja, sin duda, a la jaleada reconstrucción.
Cuando nadie hable ya de la dana en Madrid, aquí seguiremos haciéndolo"
Cuando Canal 9 se apagó, la calle siguió girando. Hubo manifestaciones, pero he ahí el apagón. La nueva televisión que la sustituyó, cinco años después, se ha reconciliado este octubre con una audiencia que siempre mostró apego a los contenidos de l’Oratge pues esta es una tierra en la que, como canta Raimon, “o plou poc o plou massa, si plou poc és la sequera, si plou massa és la catàstrofe”. Y ahí no nos deberíamos quedar.
El jueves se pacta una nueva etapa en À Punt. Solo con periodismo tendrá sentido.