¿“Salvem” Mestalla?

Veles e bens

¿“Salvem” Mestalla?
Felip Bens
Escritor y periodista

El mejor estadio del cap i casal es Orriols. Lo es por muchos motivos que no vienen al caso. Tampoco merece la pena argumentarlos, ya que la mayoría son subjetivos. Quizá otro día. Todos coincidiremos, sin embargo, en reconocer que Mestalla tampoco está mal. La arruga es bella, sí. El estadio de la Avenida de Suecia cumplirá 102 años en un par de meses. El Llevant FC fue el rival el día de su inauguración, en mayo de 1923, al igual que el Valencia FC en la del Camp de la Creu del Grau, en septiembre de 1922. Aquellos primeros campos, junto al Stadium del río (1923) y Vallejo (1925), del Gimnàstic FC, se construyeron para albergar la creciente pasión de las gentes por el fútbol. Sus impulsores buscaban un equilibrio entre la utilidad (accesos, comodidad, visibilidad, aforo…), la precaria economía de los equipos en aquellos tiempos y una estética con la que cargar de simbolismo a los clubs anfitriones, inmersos en una draconiana lucha por la hegemonía urbana.

Horizontal

Viejo estadio Mestalla del Valencia CF

Terceros

En aquel primer Mestalla de tribuna con “cadires de boga” y fachada de “rajoles de fang”, el Valencia fue creciendo con éxitos deportivos que aumentaron su masa social y obligaron a continuas ampliaciones hasta el Frankenstein actual. De los primeros años, de hecho, no se conservan más que algunos cimientos y lo más importante: el terreno de juego, el espacio, el “volcán”, en célebre expresión acuñada por Rafa Lahuerta. Mestalla no es hoy un estadio arquitectónicamente bonito, pero tiene el encanto de su evolución histórica; de su verticalidad y su acústica, y de formar parte de esa Valencia tan vinculada a nuestro fútbol primitivo: Jai-Alai y Sporting Club, Algirós, La Soledad del Gimnàstic o la Gran Pista de la Exposición de 1909, donde se presentó en sociedad el Llevant FC, con su “team” juvenil, unos meses antes de su registro oficial…

Mestalla no es hoy un estadio arquitectónicamente bonito, pero tiene el encanto de su evolución histórica; de su verticalidad y su acústica, y de formar parte de esa Valencia tan vinculada a nuestro fútbol primitivo"

¿Imaginan que mañana se anuncia la demolición de las torres dels Serrans y de Quart? Detrás de la moda que acabó en el siglo XIX con las murallas medievales de Valencia y con sus nueve “portals xics” y dos “grans”, subyacía una intención meramente especulativa. Es la misma que ha arrasado durante siglos gran parte de nuestro patrimonio: echar abajo lo “viejo” para construir algo nuevo y mejor, sin mirar atrás. Y ¿para qué? ¿Utilidad? ¿Estética? ¿Calidad? ¿Es realmente mejor?

El proyecto del ya no tan nuevo “nou Mestalla” fue presentado en noviembre de 2006 en el contexto de la burbuja inmobiliaria que provocó la gran crisis de 2007. Quienes lo abanderaron sabían perfectamente qué zanahoria vendían al pueblo de Mestalla: “bufar en caldo gelat”, esa tentación tan valenciana. Pocos recordaron en aquel momento el refrán “no deixes sendes velles per novelles”. No lo hagas, si no hay un motivo razonable, vaya. El nou Mestalla respondía a muchos intereses que trataron de “crear” una necesidad. Como tantas otras veces y en tantos ámbitos, no parecía haber un motivo razonable para abandonar “lo viejo”.

Sin embargo, no es este un mal endémico de los valencianos, ni mucho menos. Solo hay que ver cómo afloran por toda Europa estadios modernos, funcionales y con escasa personalidad, que van clonándose unos sobre otros, variando apenas en cuanto a la capacidad. El abandono consiguiente de estadios históricos tiene que ver también con otro mal global: vivimos un tiempo de obsolescencia de todo. El Partenón se construyó hace 26 siglos y sigue en pie. Hoy todo se construye para que dure apenas una generación. Y si es “barato”, ni eso. Mestalla, sin embargo, se construyó y se amplió a conciencia, como Orriols (1969). Como si tuvieran que durar para siempre. Eran otros tiempos. Y podrían durar para siempre.

Aparte de todo lo expuesto, hay un argumento que pesa más que ningún otro: el peso humano de Mestalla, su alma, en tanto que ágora para la memoria más emotiva de docenas de miles de valencianos de diversas generaciones. Como Orriols. De hecho, cuando se aborde la segunda fase de reforma del estadio del Llevant UD, defenderé con uñas y dientes la pervivencia del Mos del Fotut.

Sin embargo, confieso que, en la coyuntura de la crisis granota de 2008, no vi con malos ojos la posibilidad de trasladar el estadio al puerto, si así se salvaba el club. Por eso (y por todas las otras variables en juego que no he entrado a valorar) no me atrevería a decir a los vecinos qué deben hacer con el viejo Mestalla. Ahora bien, como ciudadano de Valencia, me gustaría que todo lo que representa Mestalla, desde el punto de vista patrimonial, histórico y emocional, siguiera en pie durante otro siglo, al menos. En lo referente a la preservación del patrimonio futbolístico del cap i casal, no veo cabida para la rivalidad, y sí para la germanor más absoluta, la verdad.

Felip Bens (El Cabanyal, Valencia, 1969) es escritor y periodista. Tiene publicadas las novelas «Toronto» y «El caso Forlati» y otros libros como «1909. 115 años “a contracorrent”», «València, riu i platja», «Valencia al mar» o «La cocina del Cabanyal».

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...