Ocho artistas boicotean al FIB por sus lazos con el fondo proisraelí KKR

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El certamen benicense arranca este jueves con un cartel mermado pero mantiene headliners como Thirty Seconds To Mars y The Black Keys, mientras crece la presión social por su financiación vinculada a Israel

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Vista general de uno de los accesos del recinto del Festival Internacional de Benicàssim (FIB) que abre este jueves una edición cargada de controversia tras la renuncia de siete nombres del cartel, que se han retirado en protesta por la vinculación del festival con el fondo de inversión proisraelí KKR. 

Andreu Esteban / EFE

El Festival Internacional de Benicàssim (FIB) arranca este jueves bajo la sombra de las polémicas cancelaciones de artistas que han decidido no participar en protesta por los vínculos del evento con el fondo de inversión estadounidense KKR, acusado de financiar empresas relacionadas con Israel y el conflicto palestino. Las últimas bajas confirmadas este martes incluyen al grupo madrileño Camellos y a las cantantes Mushkaa y Jimena Amarillo, quienes se suman a una lista de rechazos que ya contaba con nombres como Residente, Judeline, Califato 3/4 o Samantha Hudson.

El FIB, que celebra su 29ª edición del 17 al 19 de julio, mantiene un cartel encabezado por grandes figuras internacionales como Thirty Seconds To Mars y The Black Keys, así como artistas nacionales de relevancia como Love of Lesbian, León Benavente o Iván Ferreiro. Sin embargo, la controversia en torno a la financiación del festival ha ensombrecido los preparativos de un evento que espera reunir a más de 130.000 asistentes y que, según la organización, está a punto de agotar sus entradas.

El evento espera reunir a más de 130.000 asistentes y está a punto de agotar sus entradas

Las cancelaciones se han producido de manera escalonada en las últimas semanas, pero fue este martes cuando Camellos, Mushkaa y Jimena Amarillo anunciaron públicamente su decisión de no actuar. El grupo Camellos compartió un vídeo en Instagram en el que su vocalista, Frankie Ríos, explicaba que la banda ha mantenido “siempre una postura bastante firme sobre la causa palestina”. “Hemos decidido no ir al FIB. Las razones, si investigáis un poco, vais a entenderlas como bastante claras”, afirmó el músico, añadiendo que el proceso de toma de decisiones dentro del grupo fue lento debido a su estructura democrática. “Les deseamos lo mejor a los trabajadores del festival y nos vemos en los siguientes. Desde el río hasta el mar, ya sabéis”, concluyó, en referencia al lema propalestino “From the river to the sea”.

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Vista general del recinto del Festival Internacional de Benicàssim (FIB) 

Andreu Esteban / EFE

Por su parte, la cantante catalana Mushkaa (Irma Farelo) publicó un comunicado en el que reconocía haberse arrepentido de no haber boicoteado también el festival Sónar el mes pasado, donde se enfrentó a una situación similar. “En ese momento pensaba que el boicot no era la única manera de hacer activismo y que quizás desde dentro podríamos cambiar ciertas cosas. Hoy siento que cometí un error”, admitió. La artista aseguró que ahora considera el boicot como “la única herramienta de cambio real contra el genocidio” y rechazó ser “cómplice de fondos de inversión que hacen de la cultura un negocio para subvencionar el genocidio contra Palestina”.

Jimena Amarillo, otra de las artistas que abandonó el cartel, justificó su decisión en Instagram alegando incompatibilidad con sus valores. “No quiero formar parte de un evento sujeto a unos intereses financieros que son incompatibles conmigo”, escribió, cerrando su mensaje con un contundente “Palestina libre”.

Pese a las bajas, el FIB mantiene su programación con más de 80 conciertos repartidos en tres días

Estas cancelaciones se suman a las ya anunciadas en días anteriores, entre las que destaca la del rapero puertorriqueño Residente, quien hace una semana publicó un vídeo explicando su rechazo a participar en cualquier evento vinculado con KKR. “No puedo participar ni un sólo segundo en algo que esté relacionado con esta tragedia, aunque sea de la manera más mínima”, declaró. El artista denunció que el fondo estadounidense financia “empresas israelíes vinculadas con tecnología militar” y “proyectos inmobiliarios en asentamientos ilegales en territorios palestinos ocupados”, contribuyendo así, según él, a “la violación sistemática de derechos humanos”.

Junto a él, otros artistas como Judeline, La Élite, Califato 3/4 y Samantha Hudson también renunciaron a actuar, siguiendo un patrón similar al de festivales como Sónar, Resurrection Fest o Viña Rock, gestionados por Superstruct Entertainment, adquirida por KKR en 2021.

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Detalle de una pintada en una de las vías de acceso al recinto del Festival Internacional de Benicàssim (FIB) 

Andreu Esteban / EFE

Pese a las bajas, el FIB mantiene su programación con más de 80 conciertos repartidos en tres días. La organización, a cargo de The Music Republic, no ha emitido comunicados oficiales sobre las cancelaciones ni ha anunciado sustitutos para los artistas ausentes. Sin embargo, colectivos como BDS Castelló y la Plataforma Castelló por Palestina han instado a los asistentes a solicitar la devolución de sus entradas en señal de protesta. FACUA-Consumidores en Acción ha recordado que los cambios en el cartel pueden amparar el reembolso bajo la ley de consumidores.

El festival, que este año reduce su formato a tres días y apuesta por abonos económicos —una estrategia heredada del éxito del Arenal Sound—, se celebra en un clima de tensión política. Pintadas con consignas propiasestinas han aparecido en las inmediaciones del recinto, reflejando el malestar de parte de la opinión pública.

La polémica del FIB no es un caso aislado. Arenal Sound, otro de los grandes eventos de The Music Republic, también ha sufrido la cancelación de La Fúmiga por motivos similares. Superstruct Entertainment, por su parte, ha defendido en otros festivales como Viña Rock o Sónar que KKR no interviene en su programación, aunque esto no ha calmado las críticas.

Con el conflicto en Gaza como telón de fondo, la industria musical española enfrenta un dilema ético que podría redefinir el mapa de festivales en los próximos años. Mientras el FIB 2025 intenta mantener el ritmo, las ausencias en su cartel dejan una pregunta en el aire: ¿hasta qué punto los grandes eventos culturales pueden desvincularse de los intereses económicos que los sostienen?

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