Vox lo quiere todo de Mazón
Diario de València
La estabilidad del Consell de Carlos Mazón depende de Vox. Es una evidencia, pero es importante recordarlo. Sin sus diputados, el president no podría aprobar ni una sola iniciativa de gran calado, como los presupuestos. Paradójicamente, la salida de Vox del gobierno valenciano en julio de 2024 no les ha relegado a la irrelevancia, sino todo lo contrario: les ha dado un protagonismo estratégico que la formación verde ejerce con plena comodidad y con mucha inteligencia política. Tanto que, en ocasiones, parecen marcar el ritmo de la legislatura y parte del argumentario de Mazón sin que, además, se note.
El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón (i), y el portavoz de VOX en las Corts, José María Llanos
Un ejemplo ilustrativo es la propuesta del president de reformar el Estatut para cambiar el reglamento y el nombre de la Acadèmia Valenciana de la Llengua. El president sabía, o debía saber, que una reforma estatutaria requiere una mayoría cualificada en Les Corts, además de la aprobación del Congreso de los Diputados y un referéndum. Un camino impracticable y menos aún en el actual contexto político, tan polarizado. Y, sin embargo, Mazón la anunció en el debate de Política General, consciente de que satisfacía el discurso de Vox, formación que aspira a “asfixiar” a la Academia.
Ese gesto define bien la relación: el PP gobierna y tiene el poder ejecutivo, pero Vox marca, en muchas ocasiones, el relato y condiciona el marco legislativo, además del presupuestario. El tablero valenciano ofrece lecciones de lo que puede ser el futuro en el Gobierno español.
Mazón transmite la imagen de que todo sigue bajo control, pero conviene recordar lo ocurrido en julio de 2024. Entonces, Vox demostró que su apoyo no era gratuito y que Santiago Abascal, siempre más pendiente de consolidar su espacio electoral que de garantizar la gobernabilidad, podía mover ficha en cualquier momento, como así sucedió. Su verdadero objetivo es robar votantes al PP (soñando con superarle urnas y diputados como ya ha pasado en otras democracias europeas), y todas las encuestas recientes confirman que lo está logrando. Esa dinámica convierte a la Generalitat Valenciana en un escenario donde Vox juega con ventaja: respalda al Consell sin arriesgar, pero al precio de arrastrarlo hacia su agenda política.
Lo vimos en el debate de Política General: la gestión de la dana o las prioridades económicas o financiera quedaron en un segundo plano frente al debate identitario. Y lo veremos mañana, cuando se voten las propuestas de resolución de Vox, entre ellas las de bloquear el acceso al puerto de barcos que hayan rescatado inmigrantes. Vox ha presentado una batería de iniciativas contra los migrantes, contra el pacto verde europeo o contra el valenciano en la estela de lo que logró imponer al PP en los presupuestos de 2025: se pide que los alumnos de valenciano no estudien autores catalanes.
Mazón es president mientras Vox quiera. Y ahí radica la verdadera fragilidad de su estabilidad, mucho más allá de lo que pueda suceder en la instrucción judicial de la dana”
La pregunta es hasta qué punto puede Mazón tolerar que Vox siga imponiendo gran parte del relato al PP. Porque si el precio a pagar es asumir como propias las obsesiones de la derecha extrema, pronto será imposible distinguir a uno de otro en la política valenciana. Mazón es president mientras Vox le garantice sus votos. Y ahí radica la verdadera fragilidad de su estabilidad, mucho más allá de lo que pueda suceder en la instrucción judicial de la dana.
Queda, por cierto, hablar de la oposición. El PSPV sigue atrapado en la misma estrategia de los últimos once meses que, siendo lógica, debería modificar. Se puede pedir la dimisión de Mazón todos los días, pero el discurso del president ofreció suficientes elementos para que los socialistas intentaran contraponer un proyecto alternativo en materias como sanidad, educación, medio ambiente, dependencia o inclusión. Es muy extraño que el socialismo valenciano no esté, a estas alturas, proyectando ya su visión de lo que ha de ser la Comunidad Valenciana los próximos años. Compromís, al menos, llevó un paquete de iniciativas al atril, aunque deberá recomponerse internamente para que sus contradicciones no queden al descubierto en cada sesión del Congreso o de les Corts valencianes.
Pero es importante subrayar que la clave de esta legislatura no solo es la gestión de la dana, que incluye una instrucción judicial que puede derivar en sorpresas a corto plazo; es también el pacto con Vox. Y cómo esta complicidad está escorando al PP hacia posiciones desconocidas desde los tiempos en los que las derechas más duras, desde Alianza Popular a Unión Valenciana, abogaban por tensionar el debate identitario y lo lograron: ya conocen el precio, porque aún lo seguimos pagando. El PP aceptó en los años 90 liderar la pacificación de un conflicto que, ahora, alentado por Vox, parece querer reavivarlo.