Me cuesta encontrar un ejemplo en mis casi cuatro décadas de periodista de un dirigente político autonómico que haya sido tan cuestionado, social y políticamente, como lo es ahora Carlos Mazón. Incomparable siquiera al caso de Francisco Camps, que tuvo que afrontar también una dura contestación y dura crítica tras el accidente de metro de julio de 2006 y posteriormente por el estallido del caso Gürtel y el juicio de los trajes. Pero contra el actual president valenciano existe casi un amplio consenso, que incluye incluso a medios de comunicación progresistas y conservadores, de que su situación es, como se subraya, “insostenible”. Con el añadido de que incluso entre sus militantes y votantes se ha extendido el deseo de que no sea él quien lidere el PP valenciano, y menos aún que pueda optar a la reelección en 2027, si nos atenemos a las encuestas divulgadas por diferentes empresas.
Carlos Mazón ayer en el funeral de Estado por las víctimas de la dana
Sobre Carlos Mazón pesan demasiadas sospechas, y él no ha logrado, de momento, despejarlas, sobre los movimientos que realizó el fatídico día en el que fallecieron 229 personas en Valencia a causa de la dana. Y como se ha visto en las continuas manifestaciones, y en actos públicos como el funeral de Estado celebrado ayer, hay familiares que le acusan de ser el principal responsable de no haber liderado a tiempo la Emergencia para que se hubiera lanzado la alerta a los ciudadanos que se vieron sorprendidos por la barrancada. La cuestión de la ES-Alert es la pieza nuclear sobre la que gira la instrucción de la jueza de Catarroja, donde se están descubriendo cada vez más datos de la incapacidad de quienes estuvieron dirigiendo el Cecopi para avisar a tiempo y evitar, como sostiene la instructora, el elevado número de muertes.
Llegados a este punto no dejo de preguntarme si vale la pena seguir en el cargo. Es una reflexión que planteo al margen de todos los posicionamientos políticos contra la persona de Carlos Mazón; es ya una cuestión personal. Es decir, si vale la pena ejercer un cargo en el que la distancia con los ciudadanos se ha consolidado y cuando la gran mayoría de valencianos, también según los sondeos, entienden que la legitimidad lograda en las urnas se ha perdido en este año plagado de versiones, contradicciones, y excesivas preguntas sin resolver. Con la evidencia de que, por mucho tiempo que ha pasado, la memoria sigue estando, para muchos ciudadanos, dañada por el recuerdo de lo que hizo, o no hizo, el president el día más grave de la historia reciente valenciana.
Que ayer 160 cargos de la Generalitat Valenciana aplaudieran, y se pusieran de pie, en el Palau de la Generalitat, mientras Carlos Mazón finalizaba su discurso, no deja de ser un espejismo. Basta escuchar lo que dicen muchos cargos del PP valenciano para saber que lo que se desea es que Alberto Núñez Feijóo busque una solución a medio o largo plazo. Es indudable que Carlos Mazón confía en seguir ganando tiempo, en superar nuevos obstáculos, como la declaración de Maribel Vilaplana ante la jueza o sus comparecencias en las comisiones de investigación en les Corts, el Senado y el Congreso. Pero el tiempo transcurrido desde la dana ha demostrado que este ha jugado en su contra, y que su erosión es ahora mayor que hace unos meses.
Pero es indudable que al desgaste político se suma un desgaste personal que, indefectiblemente, obliga a preguntarse si vale la pena seguir en el cargo. Él es quien mejor debe valorarlo, pero no sé si el precio a pagar valdrá finalmente la pena”
Carlos Mazón es el president de la Generalitat Valenciana y solo él tiene la capacidad de decidir, ahora, su futuro hasta las nuevas elecciones autonómicas. Pero es indudable que al desgaste político se suma un desgaste personal que, indefectiblemente, obliga a preguntarse si vale la pena seguir en el cargo. Él es quien mejor debe valorarlo, pero no sé si el precio a pagar valdrá finalmente la pena.