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Laura Ollé, española en Australia: “Trabajo unas 30 horas semanales y gano casi 2.000 euros al mes. No es una fortuna, pero comparado con España, donde con las mismas horas en un bar apenas llegarías a 1.000, la diferencia se nota”

Española en Australia

“Venimos con la mentalidad de que no tendremos la estabilidad que hay en España. Si una semana hacemos pocas horas, buscamos otro trabajo para compensar. Es cuestión de mentalizarse y moverse”, cuenta Laura

Laura Ollé, española en Australia

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El primer día en el extranjero puede parecer aterrador: mudarse a kilómetros y kilómetros de tu país suena complicado. Sin embargo, para Laura Ollé, una española de 26 años, fue todo un alivio. “Pensaba: ‘estoy en la otra punta del mundo haciendo lo que quiero, sin opiniones externas’. Me sentía libre. Al día siguiente de llegar ya empecé a trabajar”, recuerda. Laura comenta que todo fluyó muy rápido: en apenas tres días ya tenía casa y empleo.

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Cada vez son más los españoles que toman esta decisión y empiezan desde cero lejos de su hogar natal. Es el caso de Ollé, que decidió dejar su trabajo para emprender un nuevo camino en Australia. Licenciada en Traducción e Interpretación, tenía un buen puesto en una empresa en España, pero comenzó a sentirse atrapada en el ritmo del “típico trabajo de oficina”. “Pensaba: ‘tengo 25 años, ¿voy a pasarme toda la vida así, delante de una pantalla de lunes a viernes?’”, confiesa en una entrevista para La Vanguardia.

Laura se inspiró en una amiga que ya había dado el paso de marcharse al extranjero, y eso le pareció una señal para intentarlo también. “No lo tenía del todo claro, la verdad. Dudaba entre irme o aceptar una oferta de otro trabajo que me habían propuesto. Pero pensé: ‘toda la vida tendré para trabajar en una oficina; si no lo hago ahora, no lo haré nunca’. Y me lancé”, explica.

Foto retrato de Laura

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Sin embargo, despedirse de los seres queridos no fue fácil. “Fue complicado. Me fui a Australia sin apoyo familiar. Les parecía una locura”, recuerda. Además, no entendían cómo podía dejarlo todo para marcharse: “Me decían: ‘¿cómo vas a dejar tu trabajo, con tu carrera y a tu edad?’. No lo entendieron ni lo aceptaron muy bien. No tuve mucho respaldo por esa parte”, concluye.

El idioma para Laura nunca fue una barrera. A pesar de que el acento australiano puede parecer complicado, aunque tengas buen inglés, los españoles se acaban acostumbrando. “Los australianos acortan mucho las palabras y hablan rápido. Trabajando en hostelería, estás todo el día escuchando inglés y acabas entendiéndolo todo sin darte cuenta. Además, son muy pacientes con los extranjeros. Si no entiendes algo, te lo repiten sin problema y con una sonrisa”, cuenta.

Los contratos laborales en Australia: “Son flexibles, porque si quieres viajar una semana, puedes hacerlo sin problema”

Los contratos en Australia son peculiares y diferentes a los de España. Con la visa que obtuvo Laura, la Working Holiday Visa, lo más común es trabajar como casual. No firmas un contrato fijo; te dan las horas según la necesidad. Una semana puedes tener más, otra menos. “Es flexible, porque si quieres viajar una semana, puedes hacerlo sin problema, aunque también te pueden dejar de llamar de un día para otro”, explica. Por eso, mucha gente tiene dos o tres trabajos distintos.

“Es flexible, tiene su riesgo, pero se equilibra. Muchas personas pueden ver esto como algo arriesgado, vivir sin un número fijo de horas. Pero hay que venir con la mentalidad de que no vas a tener una vida estable como en España. No vienes a buscar ‘un trabajo de lo tuyo’, sino a vivir experiencias diferentes. Hay que adaptarse a que los trabajos van y vienen, y si una semana tienes pocas horas, buscas otro empleo para compensar. Es cuestión de mentalizarse y moverse”, aclara.

Si quieres renovar la Working Holiday Visa un año más, tienes que hacer tres meses de trabajo en una zona remota

Laura Ollé, española en Australia

No es difícil encontrar trabajo, sobre todo en hostelería. Laura trabaja actualmente en un pub, preparando bebidas. “También he trabajado en tiendas de ropa o en centros comerciales, pero la mayor parte del tiempo he estado en bares. El salario está muy bien, y de hecho mucha gente viene por eso. Trabajo unas 30 horas semanales y gano el equivalente a unos 2.000 euros al mes. No es una fortuna, pero comparado con España, donde trabajando las mismas horas en un bar apenas llegas a 1.000, se nota mucho”, explica.

Además, esto le permite vivir más tranquila. “Si una semana trabajo menos, 20 o 25 horas, sigo pudiendo pagar el alquiler y vivir bien. Te da más margen”. Allí se cobra de forma semanal o quincenal, no mensual, ya que todos los pagos funcionan así. “Creo que ayuda a gestionar mejor el dinero. En España, cuando cobras al mes, a veces gastas más al principio y luego vas justa. Aquí, al cobrar cada semana, tienes la sensación de que siempre entra dinero y te organizas mejor”.

Canguro en Australia

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Laura también ha trabajado en zonas remotas de Australia. “Si quieres renovar la Working Holiday Visa un año más, tienes que hacer tres meses de trabajo en una zona remota, donde se necesita más mano de obra. Yo lo hice: primero en un pueblo del desierto con unos 700 habitantes, y después en otro junto a la playa. Cumplí mis tres meses y renové”.

En cualquier sitio te cruzas con españoles. Hay una comunidad enorme, sobre todo de gente joven

Laura Ollé, española en Australia

Su experiencia en el desierto fue muy peculiar y supuso un completo choque cultural. “Era un pueblo muy cerrado, con gente que prácticamente no salía de allí. Vivían en su propia burbuja. La mayoría eran aborígenes australianos que siguen viviendo en esas zonas porque son sus tierras. Fue interesante ver esa otra cara de Australia, la menos turística. Notas mucha diferencia con las ciudades, tanto en costumbres como en mentalidad. Me gustó vivirlo, aunque no sería un lugar donde me quedaría a largo plazo”.

Actualmente, Laura comparte casa con tres compañeros. El alquiler es algo más caro que en España, pero no demasiado: paga unos 160 o 170 euros por semana, que serían unos 680 al mes por una habitación. “La casa está muy bien: amplia, con dos baños, un pequeño jardín y una habitación grande con cama doble. Somos cuatro personas y se vive bien”.

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En general, Laura se ha sentido segura en Australia, aunque en los pueblos pequeños hay que tener más cuidado. “Una vez, volviendo a casa de noche —eran las once y vivía a tres minutos del bar—, una chica me paró y me dijo: ‘aquí las mujeres no caminan solas por la noche’. Me acompañó hasta casa”, cuenta. Añade: “No es que sea peligroso, pero en esos sitios hay más problemas con el alcohol y las drogas, porque no hay mucho que hacer. Es mejor evitar ciertas situaciones”.

En las ciudades, en cambio, “me siento muy tranquila. Puedes dejar tus cosas en una cafetería e ir al baño sin que nadie las toque. Eso en Barcelona sería impensable. Incluso puedes dejar el bolso dentro del coche y no pasa nada”. Además, aclara: “Aquí hay un sentido de comunidad muy fuerte, de cuidar lo común. La gente es más respetuosa y consciente del bienestar colectivo”.

La adaptación: “Enseguida te preguntan de dónde eres, te sonríen, te ayudan si ven que estás perdido. No es esa simpatía de compromiso, sino genuina”

Laura explica que los australianos son muy amables y siempre están dispuestos a ayudar. “Enseguida te preguntan de dónde eres, te sonríen, te ayudan si ven que estás perdido. No es esa simpatía de compromiso, sino genuina. También valoran mucho el equilibrio entre el trabajo y la vida personal: no viven para trabajar. Si hace buen día, se van a la playa aunque sea martes. Tienen otra mentalidad”.

Australia, paisaje

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Además, Australia ya está acostumbrada a españoles por todas partes. “En cualquier sitio te cruzas con españoles. Hay una comunidad enorme, sobre todo de gente joven. Algunos vienen solo un año para mejorar el inglés o viajar, y otros se quedan más tiempo. Es fácil hacer amistades, tanto con españoles como con gente de otros países”.

Lo que más le ha sorprendido es la calidad de vida. “La gente vive sin tanto estrés. Hay más equilibrio, más contacto con la naturaleza, más vida al aire libre. Aquí la gente sale a correr, a surfear o a hacer barbacoas en los parques. No hay tanta prisa ni tanta comparación como en España. También me sorprendió lo bien cuidado que está todo: los parques, las playas, las calles. Hay mucha conciencia ecológica y respeto por el entorno”.

Siento que aún me quedan cosas por vivir aquí. Australia te enseña a vivir con menos miedo y más presente

Laura Ollé, española en Australia

A pesar de todo, es inevitable echar de menos España. “Lo que más echo de menos es la comida, sin duda. Aquí se come bien, pero no es lo mismo. Echo de menos el pan, el jamón, las tapas… y también el sentido del humor español. Somos más espontáneos, más de reírnos de todo. Y, por supuesto, la familia y los amigos. Aunque ahora con las videollamadas todo es más fácil, a veces se hace raro estar tan lejos”.

Laura no se plantea volver todavía a su país natal; se siente contenta y bien, pero no tiene prisa por regresar. “Siento que aún me quedan cosas por vivir aquí. Australia te enseña a vivir con menos miedo y más presente. Quizá en unos años vuelva, o quizá pruebe otro país. Pero ahora mismo, estoy donde quiero estar”, concluye.