Mar Àlvarez, 24 años, barcelonesa: “Antes de mudarme al Raval, me dijeron que era una zona complicada, pero si respetas el barrio, este te respeta a ti”
Alquileres
El relato de Álvarez revela las dificultades de una generación que lucha por emanciparse, la realidad de compartir piso en una ciudad como Barcelona y cómo es su experiencia viviendo en el Raval con 24 años
“Con el tiempo te das cuenta de que compartir piso, que debería ser algo temporal, se convierte casi en una obligación si quieres seguir viviendo en Barcelona”, cuenta Àlvarez para La Vanguardia
Mar Àlvarez, 24 años
La independencia condicionada por el precio de la vivienda es una realidad cada vez más extendida. Compartir piso ya no es una elección libre para muchos jóvenes, sino la única manera de poder mantenerse en una ciudad, como Barcelona, que no deja de encarecerse. Según el informe de Idealista de septiembre de 2025, se señala que el precio medio por metro cuadrado en Barcelona en ese mes fue de 24,0 €/m², con una variación mensual positiva de un 3,6% y un aumento anual del 6,9%.
Desde La Vanguardia hablamos con Mar Àlvarez, una periodista de 24 años que vive en un piso compartido en el Raval junto a tres amigas de Pamplona. Lo que comenzó como una etapa temporal, una forma asequible y divertida de empezar la vida adulta en Barcelona, se ha convertido en una situación prolongada por pura necesidad. Entre turnos de trabajo, alquileres imposibles y rutinas compartidas, su historia refleja cómo se redefine la idea de emancipación entre los menores de treinta.
Compartir piso como necesidad más que una opción: la única forma para muchos jóvenes de vivir en Barcelona
¿Cuánto tiempo lleva compartiendo piso?
Llevo unos cinco años compartiendo piso en Barcelona. Al principio vivía en el Gòtic y, más tarde, nos mudamos al Raval. Somos cuatro chicas, tres amigas de Pamplona y yo. Nos conocimos cuando íbamos a la universidad compartiendo residencia de estudiantes. Al terminar la carrera decidimos seguir viviendo juntas, porque era la forma más asequible de mantenernos en la ciudad. En aquel momento tenía sentido: éramos jóvenes, estudiantes y con ganas de vivir la experiencia. Pero con el tiempo te das cuenta de que compartir piso, que debería ser algo temporal, se convierte casi en una obligación si quieres seguir viviendo en Barcelona.
Compartir piso está bien cuando eres estudiante, pero más adelante te planteas otras cosas. No poder permitirte vivir sola, afecta a tus planes de vida
¿Qué es lo que más le gusta de vivir en un piso compartido?
La parte buena es que nunca estás sola. Hay compañía, apoyo y, si tienes suerte con tus compañeras, acaba formando una especie de familia. En nuestro caso nos entendemos bien, y eso se nota. He aprendido mucho sobre convivencia, organización y sobre lo que cuesta mantener una casa. Además, compartir piso me ha permitido seguir viviendo en una ciudad que, de otra manera, sería inasumible económicamente.
Mar Àlvarez junto a sus amigas
¿Qué es lo más difícil de compartir piso con otras personas?
Lo más complicado es hacerlo con amigas. La convivencia pone a prueba las relaciones. Si no gestionas bien los roces, es fácil acabar mal. Nosotras tuvimos la ventaja de conocernos bien y haber convivido antes, pero hay que tener mucha comunicación y empatía. Pero sí reconozco que, según con qué amiga, no repetiría la experiencia o no la iniciaría. También está la cuestión de la intimidad: con los años, una necesita más espacio propio. Compartir está bien cuando eres estudiante, pero más adelante te planteas otras cosas. Y claro, no poder permitirte vivir sola afecta a tu sensación de independencia e incluso a tus planes de vida.
Mi generación vive una independencia muy distinta a la de nuestros padres. Antes, emanciparse era un paso natural, ahora es casi un lujo
¿Cómo afecta esto a su independencia y vida personal?
Te da cierta independencia porque puedes vivir fuera de casa, pero a la vez limita tu libertad. No es lo mismo tomar decisiones sola que tener que consensuarlo todo con tres personas. Tienes menos intimidad, pero ganas apoyo, risas y momentos que compensan. Al final aprendes a equilibrar tus espacios personales con la convivencia. Además, el hecho de que tantos jóvenes sigamos compartiendo piso demuestra que algo no va bien. Esto no solo retrasa la emancipación, también tiene un impacto futuro en la posibilidad de formar una familia. No es una cuestión de ganas, sino de poder hacerlo.
¿Cómo es su rutina diaria viviendo con sus amigas?
Tenemos horarios diferentes, lo cual ayuda. Cada una tiene su ritmo, pero solemos coincidir por las noches. A veces cenamos juntas o charlamos antes de dormir. En cuanto al mantenimiento del piso, nos organizamos entre todas para mantener el piso limpio y ordenado. A veces cuesta, pero entre todas nos ayudamos. De hecho, tenemos un calendario donde cada día una recoge la cocina; y una vez a la semana se hace el baño. De las habitaciones nos encargamos cada una de la suya. Esa rutina compartida también crea un ambiente cálido, algo que hace sentirse más como un hogar.
Mar Àlvarez junto a sus amigas
¿Ha aprendido alguna “regla no escrita” de la convivencia que siempre cumple?
Sí: hablar las cosas a tiempo. La comunicación es la base de todo. Si algo te molesta, lo dices antes de que se convierta en un problema. También he aprendido a respetar los espacios y los tiempos de los demás. No todo el mundo tiene el mismo ritmo, y eso se aprende solo viviendo en grupo.
Mirando atrás, ¿qué le ha enseñado compartir piso sobre la vida adulta y la independencia?
Me ha enseñado que ser independiente no significa hacerlo todo sola, sino saber convivir, organizarte y mantener un equilibrio. También me ha hecho valorar lo que cuesta la estabilidad: pagar facturas, mantener la casa, coordinarte con otros… Pero sobre todo, me ha hecho ver que mi generación vive una independencia muy distinta a la de nuestros padres. Antes, emanciparse era un paso natural; ahora es casi un lujo. Y aunque compartir piso me ha aportado mucho, también creo que debería ser una opción, no una obligación.
El precio del alquiler en Barcelona no es solo un gasto, sino un obstáculo constante que define la independencia de la juventud
¿Cuánto cuesta de media su alquiler y cómo se organiza para pagarlo?
Pagamos unos 450 euros cada una, con gastos incluidos. En Barcelona es un precio “razonable”, aunque sigue siendo mucho dinero para lo que ofrecen los salarios. En general, los salarios de los jóvenes son bajos y hay mucha precariedad laboral. De hecho, para alquilar, muchas veces se necesitan avales. Este año es el primero que yo podría avalar mi piso, con 24 años; antes lo tenían que hacer mis padres. Otro problema son los gastos del día a día, como la luz, el transporte, que también influyen mucho en la decisión de seguir compartiendo piso. En este sentido, te obliga a planificarte bien: ahorrar y trabajar lo necesario, a la vez permitiéndote tener vida social.
Compartir piso no es una elección libre, sino una necesidad. Con los salarios actuales, independizarse de forma individual es casi imposible
¿Qué dificultades ha encontrado para conseguir un piso en Barcelona?
La principal dificultad es el precio y la falta de oferta. Hay mucha demanda y los propietarios piden cada vez más requisitos: nóminas, avales, fianzas… Incluso para alquilar una habitación. Los sueldos no han subido al ritmo del coste de vida, y eso hace que el margen sea muy pequeño. Además, cada año los precios aumentan, y los pisos que quedan a buen precio suelen estar en peores condiciones. Al final, acabas aceptando lo que hay, no lo que te gustaría. Esto hace que muchas veces no puedas valorar otras alternativas antes de alquilar un piso.
El Raval
¿Cree que compartir piso sigue siendo la única opción para muchos jóvenes?
Totalmente. Hoy en día, compartir piso no es una elección libre, sino una necesidad. Con los salarios actuales, independizarse de forma individual es casi imposible. Es inconcebible que el alquiler de un piso tan pequeño equivalga a un salario completo. La mayoría de jóvenes tenemos estudios, trabajamos y aun así no llegamos. Se nos acusa de no saber ahorrar, pero la realidad es que enfrentamos un mercado complicado. Muchas veces no es que no sepamos ahorrar, sino que las circunstancias son las que son.
Una de las ventajas de vivir en el Raval es la ubicación. Estamos a pocos minutos de Plaza Catalunya, con acceso a todo tipo de transporte
El Raval: un barrio lleno de contrastes, ruido, diversidad e historia
¿Cómo es la ubicación de su piso en el Raval para moverse por la ciudad?
Sí, una de las ventajas de vivir en el Raval es la ubicación. Estamos a pocos minutos de Plaza Catalunya, con acceso a todo tipo de transporte. Es cómodo y te permite moverte rápido, algo esencial cuando trabajas o estudias en distintos puntos de la ciudad. Es uno de los principales factores que entre las cuatro nos decidimos vivir en esta zona. En época de la universidad, incluso ahora, cada una va hacia una dirección de Barcelona diferente. Para mí, la ubicación es muy cómoda para moverme, tanto si voy al trabajo como si salgo con amigos. Eso sí, estar en pleno implica más movimiento de gente.
Hay momentos puntuales o calles con más movimiento, pero nunca hemos vivido situaciones peligrosas. El Raval tiene mala fama, pero también mucha comunidad
Mar Àlvarez junto a sus amigas
¿Cómo ha sido su experiencia viviendo en el Raval? ¿Se ha correspondido con sus expectativas?”
Antes de mudarnos, muchas personas nos decían que el Raval era un barrio complicado, pero mi experiencia hasta el momento ha sido buena. Es verdad que hay diversidad, ruido y movimiento, pero también mucha vida y autenticidad. Lo elegimos porque los alquileres eran más bajos y está cerca de todo. Con el tiempo, he aprendido a valorarlo. Nunca hemos tenido ningún problema grave y, de hecho, en la zona ya nos conocen. Es un barrio con carácter y mucha historia y esto me genera interés.
¿Ha tenido alguna experiencia complicada en el barrio o ha resultado ser más tranquilo de lo que esperaba?
Más tranquilo de lo que esperaba. Claro que hay momentos puntuales o calles con más movimiento, pero nunca hemos vivido situaciones peligrosas. Creo que el Raval tiene mala fama, pero también mucha comunidad. Si uno respeta el barrio, el barrio te respeta a ti.