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Jóvenes en España
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De un territorio de payeses a capital mundial de la fiesta. Hasta hace pocas décadas, Eivissa era una isla de campos, pescadores y pueblos pequeños. A partir de los años setenta, sin embargo, el turismo lo cambió todo: primero con los hippies, qué atraídos por la cultura rural popularizaron la isla y después con el boom de las discotecas y los grandes clubs nocturnos.
Nombres como Pacha, Amnesia, Space (actualmente Hï) o Ushuaïa han convertido la isla en símbolo mundial de fiesta, lujo y música electrónica. Detrás de este imaginario excéntrico donde las entradas superan los 100 euros y cada copa puede superar los 30, hay una legión de trabajadores temporales que sostienen el alud de turistas durante cada temporada.
Uno de ellos es Arnau Jàtiva, vecino de Rubí de 28 años que hace tiempo que trabaja en la isla que no se detiene, al menos durante 6 meses. Es el encargado del restaurante de la terraza del hotel Amàre en Cala de Bou, en Sant Antoni. Hace ocho temporadas que trabaja en la isla y conoce bien la cara A (los sueldos altos) y la cara B (los cuesto y el estrés constante) de la vida en temporada.
La terraza del Hotel Amàre, desde donde disfrutar una de las mejores puestas de sol de la bahía de San Antonio Abad
Trabajo exigente, mejor convenio y propinas disparadas
La relación de Arnau con Ibiza viene de lejos: “De pequeños veníamos a veranear y mis padres acabaron comprando un apartamento”. Después de dedicarse a la aviación como TCP (tripulación de cabina), aprovechó el apartamento familiar en la isla para probar suerte en la hostelería. Primero con el Grupo Mambo, en el restaurante Villa Mercedes, y más tarde en hoteles de cuatro y cinco estrellas.
En Ibiza, explica, la hostelería “no tiene nada que ver con un trabajo normal”. La temporada arranca en marzo-abril y se dispara de julio a septiembre: “Hay meses que no cierras ni los ojos”. Las jornadas son largas, con un sistema muy marcado de jerarquías: runners, ayudantes de camarero, camareros, supervisores… Él habla varios idiomas —catalán, castellano, inglés y francés— y eso lo ha ayudado a subir peldaños hasta ser encargado.
Las jerarquias laborales estan marcadas en todos sitios y hay meses que ni cierras los ojos
Los sueldos base de una buena posición, explica, pueden rondar los 1.900 brutos, pero el secreto está en las propinas y el upselling, valor del ticket conseguido: “El reto es conseguir facturar tickets de 400 o 500 euros por una cena y llevarnos nuestra comisión a finales de mes o de temporada”. En restaurantes potentes, como los del grupo Mambo o Pacha, con clientela de lujo y protocolos hipermercados, los camareros pueden rondar a los 3.500 euros de sueldo: “En una temporada buena, puedes ganar mucho dinero… si aguantas el ritmo”, asegura.
Arnau Jàtiva, 28 años
Vivienda inaccesible y burbuja turística
Según el Instituto Balear d'Estadística, solo entre enero y agosto de 2025, Ibiza y Formentera habían recibido 2,7 millones de turistas. Esta estadística deja un dato abrumador: casi 1.700 turistas por cada 100 habitantes. Esta situación hace que el acceso a la vivienda, especialmente estacional para trabajadores, sea prácticamente imposible.
Arnau tiene “suerte” porque puede vivir en el apartamento familiar, pero es consciente de lo que pasa alrededor: “Mil euros por una habitación, siete u ocho mil euros de fianza, tengo amigos a quienes han estafado propietarios que pedían dinero por adelantado y después no existían o he llegado a ver anuncios de balcones o terrazas para alquilar”, relata.
He llegado a ver anuncios de balcones y terrazas para dormir en alquiler por horas
Ahora, asegura que la mejor es trabajar en un hotel como hace él. La mayoría de hoteles de la isla ofrecen habitaciones incluidas en los contratos por unos 300 o 400 euros para cubrir las necesidades de los trabajadores, explica.
La vida detrás de los buenos sueldos: fiesta, drogas y saturación general
El peso del turismo de fiesta marca el día a día de la isla, especialmente de zonas como Ibiza capital o Sant Antoni. Arnau habla de veranos “llenos de turistas etílicos y gente pasada de vueltas” y reconoce que la droga es omnipresente: “Vas a cualquier discoteca y a un lado se drogan, en el otro también… al principio impacta mucho, pero acabas normalizándolo”.
Ushuaïa, una de las discotecas más icónicas de la isla y del mundo, cuyas entradas rondan siempre los 100 euros
Los trabajadores de la isla disfrutan, al menos, de entrada gratuita en la mayoría de clubs durante la temporada gracias al conocido como “Worker Pass”. A pesar de todo, la fiesta no está al alcance de todo el mundo: “Las entradas siempre rondan los 100 euros, una cerveza no baja de 15 euros y las copas van de los 20 a los 30 euros fácilmente”, explica. También cree que “es puro marketing”, ya que un martes cualquiera de julio puedes ver los mejores disc-jockeys del mundo en diferentes puntos de la isla.
Cuando la temporada pone punto y final, Sant Antoni hace un giro paisajístico de 180 grados. “Ves personas mayores paseando el perro y los cuatro gatos que tienen negocios abiertos todo el año para los locales van a trabajar con normalidad, ahí es cuando podemos hacernos la isla un poco más nuestra y aprovechar todo el entorno con los que hemos hecho temporada”, relata Arnau.
San Antonio Abad, uno de los puntos neurálgicos del turismo masivo de Ibiza
El círculo: Ahorrar, viajar y volver
Arnau explica que muchos compañeros vuelven buscando trabajos de menos valor en sus lugares de origen o empalman con temporadas de esquí en Andorra, Francia o Suiza. Él, que también tiene una pequeña embarcación que alquila por horas, intenta ahorrar el máximo posible para volver a Cataluña con unas comodidades que se ha ganado. “Devuelvo a casa a los padres, subo algún día a esquiar e intento visitar a los amigos que tantos meses hace que no he podido ver”, relata.
Ahora, asegura que está muy a gusto en el hotel y que ha encontrado el equilibrio perfecto entre ritmo y condiciones laborales. “Me siento valorado, tengo una buena posición y solo es una de las primeras metas que me había puesto, quiero seguir creciendo aquí”, explica con una sonrisa. Sobre la locura de vivir y trabajar en la sede mundial de la fiesta, concluye: “Es duro, pero si sabes qué vienes a buscar y lo aprovechas, vale la pena volver cada año”.


