Zoe aterrizó en España casi por casualidad: venía solo para acompañar a su hermano en Madrid, sin planes de quedarse y con la mente todavía en Tampa, donde trabajaba como enfermera, pero todo cambió cuando, dos semanas después, conoció a Ángel. Lo que teóricamente iba a ser temporal acabó convirtiéndose en preparar sus maletas para mudarse a un nuevo hogar en Barcelona, una ciudad que primero visitó como invitada y que hoy siente como un lugar que empieza a ser suyo.
Aquí, Zoe dice haber encontrado un ritmo que en Estados Unidos nunca tuvo: un día a día más multicultural, más humano y más lleno de pequeñas sorpresas, desde poder colgar la ropa al sol hasta tratar de descifrar qué contenedor le toca a cada cosa. Aunque la burocracia la desespera y los impuestos de autónoma le siguen pareciendo de ciencia ficción, aun así habla de Barcelona con un cariño contagioso.
Sabe que la etiqueta expat pesa, pero intenta integrarse de verdad: estudia catalán, trabaja con empresas locales, se rodea de la familia de su pareja y procura entender una ciudad que no siempre se lo pone fácil. Echa de menos los sabores de casa y la comodidad de conducir, pero reconoce que jamás había aprendido tanto como en estos dos años. Para ella, mudarse a un país que no había pisado antes fue difícil, sí, pero también la mejor decisión que ha tomado en su vida. Lo cuenta en Guyana Guardian.
‘Expat’ en Barcelona
Un cambio de vida total
¿Qué le trajo por primera vez a España y cuánto tiempo lleva viviendo en Barcelona?
Llegué a España en 2023, primero a Madrid. Vine para acompañar a mi hermano porque estudiaba en una escuela con residencia y mis padres no querían que estuviera solo. Dos semanas después conocí a mi pareja, Ángel, y al cabo de un año nos mudamos a Barcelona. Veníamos a menudo a visitar a su familia y cada vez me sentía más cómoda, más en casa. Ahora llevo casi dos años viviendo aquí.
Zoe se mudó por amor junto a Ángel, su pareja, y ahora conviven juntos
¿A qué se dedica actualmente y cómo describiría su vida aquí comparada con la que tenía en EE. UU.?
Soy autónoma: trabajo como gestora de redes sociales y creadora de contenido para dos empresas y llevo el marketing, a tiempo parcial, de la empresa de mi padre. Antes era enfermera, así que ha sido un cambio grande. Además, estoy haciendo un máster en marketing digital internacional en la UPF y busco un puesto más estable aquí en Barcelona.
La vida es muy distinta a la que tenía en Tampa. Ambas ciudades son internacionales y tienen un ambiente joven, con playa, pero Barcelona me ofrece algo que Tampa y Ohio nunca me dieron: un estilo de vida muy multicultural y oportunidades constantes para aprender idiomas, cultura y conocer gente.
Los sueldos aquí no se ajustan al coste real de la vida
¿Qué es lo que más echa de menos de su país?
La comida, especialmente el Tex-Mex. Me encanta la comida española y la calidad es muchísimo mejor que en Estados Unidos, pero el Tex-Mex aquí es difícil de encontrar. También echo de menos la comodidad de conducir: allí lo normal es coger el coche y llegar a cualquier sitio sin pensar; aquí es más complicado.
¿Qué fue lo que más le sorprendió al instalarse en Barcelona?
Para mal, la burocracia. Nada me preparó para el estrés de los trámites, los retrasos con papeles o cosas como quedarnos tres semanas sin agua caliente por culpa del casero.
Para bien, las costumbres del día a día. Aquí todo el mundo tiende la ropa al aire libre, algo que nunca había hecho porque en Estados Unidos se usa secadora. También me sorprendieron los cinco contenedores de reciclaje o el hecho de tener que pesar la fruta en el supermercado. Son pequeños choques culturales, pero te marcan.
Aquí ha visitado cientos de sitios y está absolutamente enamorada de la ciudad
¿Cómo ha sido enfrentarse al coste de vida?
Difícil. Creo que para vivir con comodidad en Barcelona necesitas ganar entre 40.000 y 50.000 euros al año. Los sueldos aquí no se ajustan al coste real de la vida. Yo tengo tres trabajos y estudio, y aun así llego justa a final de mes, sobre todo por los impuestos de autónomos, que son altísimos comparados con EE. UU.
Si vas a llamar Barcelona ‘hogar’, lo mínimo que tienes que hacer es aprender un poco de catalán
¿Cuál ha sido su mayor reto económico?
El alquiler, sin duda. Hemos pensado en comprar, pero la entrada de un piso en Barcelona puede ir de 40.000 a 100.000 euros. Entiendo perfectamente la presión que sienten los locales.
En Barcelona ha logrado integrarse como una más y hacer su grupo de amistades
¿Fue difícil encontrar piso?
Tuvimos muchísima suerte. Empezamos a mirar antes de mudarnos y en tres días ya nos habían dicho que sí, pero soy consciente de que nuestro caso no es lo habitual, especialmente para extranjeros.
¿Cree que hablar castellano o catalán es imprescindible para integrarse?
No es imprescindible para sobrevivir, pero sí para integrarte. Conozco gente que no habla ni castellano ni catalán, pero creo que si vas a llamar Barcelona “hogar”, lo mínimo que tienes que hacer es aprender un poco de catalán. Yo estoy en las clases del Consorci per a la Normalització Lingüística, que son gratuitas. Me ayuda a comprender más la cultura y a integrarme en la familia de mi pareja, que es muy catalana.
‘Expat’ en Barcelona
El debate de los ‘expats’
¿Cómo ha sido su relación con los locales? ¿Se ha sentido bienvenida o ha notado algún rechazo por ser expat?
Me he sentido muy bienvenida, pero también soy consciente de que tengo un acceso que otros expats no tienen por tener una pareja catalana. Creo que conocer gente local es difícil en general en España, y más aún entrar en círculos catalanes, que son más… tight-knitted, más unidos. No diría “cerrados”, pero sí más reservados.
En Estados Unidos también existe el debate sobre los recién llegados. ¿Nota paralelismos con lo que ocurre aquí con los expats?
Sí, totalmente. Es un fenómeno global. En EE. UU. Hay barrios donde la gente siente que ya no puede permitirse vivir donde nació. En Tampa, los precios en zonas populares son casi iguales a los de Barcelona, pero allí los sueldos son más altos. Mi generación, tanto allí como aquí, teme no poder comprarse una casa.
Zoe trata de integrarse lo máximo posible y cree que el catalán es imprescindible para ello, por lo que está aprendiéndolo
¿Cree que los expats encarecen Barcelona o es una etiqueta injusta?
Creo que forman parte de un problema más amplio, pero no son la causa principal. Es fácil señalar al extranjero porque es visible, pero los factores estructurales —el turismo masivo, la falta de vivienda pública, las políticas urbanísticas— tienen mucho más peso. Barcelona recibió unos 26 millones de turistas este año. Las grandes instituciones generan ingresos enormes, pero no siempre reinvierten en los barrios que soportan las consecuencias. Para mí, es una responsabilidad compartida.
Si una joven estadounidense le dijera que quiere mudarse a Barcelona, ¿qué consejo le daría?
Que planifique bien. Yo no planifiqué nada y todo fue más complicado. Que no se mude sin pensar en la estrategia de visado, que aprenda castellano, que esté dispuesta a aprender catalán y a adaptarse a una cultura distinta. Que se prepare para encontrar trabajo, ya que es más difícil que en EE. UU. Y que los primeros meses son solitarios si no conoces a nadie. Pero si eres flexible, te rodeas de gente que ya vive aquí y tienes motivación, es totalmente posible. Estoy muy orgullosa de haberme mudado a un país que no había visitado antes.
